11. Traición

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Al salir del trance, Horacio se percató de la presencia de Volkov y la mirada penetrante del barman. El Inspector había regresado y comprendía mejor su situación. Con honestidad, no entendía las motivaciones detrás del juego. Aunque, si podía inferir las implicaciones del mismo. Si bien conocía la verdad, todavía se aferraba a la ilusión. Se negaba a reconocer su estado actual.

Volkov pudo notar la seriedad y confusión del menor. Igualmente, era evidente el cambio en su semblante y postura. Horacio estaba desanimado y decaído. Este parecía haber perdido sus esperanzas y sueños. Esto solo podía tener una explicación, el Inspector recuperó su memoria. El ruso tenía mil preguntas y cuestionamientos rondando en su cabeza. No obstante, se mantuvo en silencio para no incomodar. No es fácil asimilar su condición actual. Por ello, solo se mantuvo cerca y atento por si su ayuda era requerida. Este era un proceso que debía realizar Horacio por su cuenta.

Como lo predijo el ruso, el chico de cresta no le dirigió la palabra. Ni siquiera le regresó la mirada. Este se sentía avergonzado y culpable por los eventos pasados. Sentía que le había fallado a su gran amor. Así mismo, lo había dejado morir solo como un perro en el Hospital del Norte. Incluso, ni siquiera había honrado su muerte, pues su sed por venganza, sólo acabó con su propia vida. Aquella vida que Volkov había tratado de proteger del psicópata de su hermano. De ese modo, el sacrificio de su compañero no valió la pena.

Asustado y atormentado por el arrepentimiento, Horacio agarró su último dardo. Para el Inspector, este juego había perdido cualquier tipo de valor, el resultado del mismo no cambiaría su destino. Por tanto, trato de lanzar el dardo con mala gana hacia el costado del tablero. Sin embargo, su plan no se cumplió, pues sin querer tropezó con sus propios pies. Así pues, el dardo tomó otra trayectoria, cayendo sobre el objetivo central, el corazón...

Antes de siquiera sentir un dolor punzante sobre su pecho, Volkov se dio cuenta que estaba en el bello campo abierto de sus últimos recuerdos. Este sostenía un arma pesada, una carabina. Como su subconsciente le había mostrado un tiempo atrás, se encontraba junto a Horacio y Gustabo... bueno, más bien Pogo... Si su memoria no le fallaba, la reunión fue improvisada. Incluso, todavía se preguntaba qué hubiera sucedido, si nunca hubiera seguido a su amigo especial aquella tarde.

Horacio había abandonado minutos antes la sede del CNI, alegando que pronto todo sus problemas acabarían. Aquello no convenció al ruso, pues previamente habían tenido un enfrentamiento cercano y emocional con su supuesto hermano. El comisario no había llegado tan lejos por su mal genio, sino por su astucia. Este podía identificar las mentiras y falsedades de las personas. Por lo cual, fue fácil reconocer las intenciones ocultas del menor. Volkov sabía que Horacio se dirigía a la boca del lobo, siendo guiado por el desconsuelo y la aflicción. Sin dudar, ejecutó junto a los otros miembros del equipo un operativo fantasma. Esto con la intención de proteger a Horacio y tender una emboscada a Gustabo.

Por el resultado de la misión, su plan no fue el mejor.

- "Baje el Arma... Horacio, Baje el arma" - dijo con aparente neutralidad Volkov.

- Esto no va contigo, ehhh"

Por su parte, Horacio no podía creer lo que veían sus ojos. Solo unos segundos atrás estaba dentro del bar. Sin explicación alguna, había resbalado durante su lanzamiento, afectando la dirección del dardo y golpeando el corazón de Volkov en el proceso. Al darse cuenta de su error, giró de inmediato hacia la posición del ruso. No obstante, este no se encontró con la escena esperada. Por el contrario, estaba apuntando su arma hacia el comisario, en medio de un fuerte argumento con su hermano, Gustabo. Por segunda vez en la velada, sus recuerdos lo habían ubicado en aquel bello campo, pero sin la sangre del amor de su vida sobre sus manos.

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