15. Perdón

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Agobiado por su confesión tan abrupta y la melancolía, Viktor comenzó a llorar con angustiosos sollozos, aferrándose a Horacio. El menor por su parte, no esperaba aquellas palabras por parte del ruso. Por ello, al escucharlo tan devastado, su propio corazón entró en crisis. Sin esperar un segundo, regresó el gesto, reteniendo a su amado como si de ello dependiera su vida. Su lágrimas se desbordan sobre el hombro del ruso, lo amaba tanto. Comprendía con perfección sus sentimientos, estaban más que conectados. De ese modo, entendía el origen de su dolor. Sin embargo, no quería que sufriera. Tenían que seguir y disfrutar el tiempo que restaba. Horacio quería hacer feliz a su alma gemela...

- No Viktor... No tienes porque disculparte, mi amor. Uno... Uno siempre cree tener todo el tiempo del mundo, pero... la verdad es que la vida es un segundo. Yo también dejé de intentarlo. Pospuse lo inevitable por cosas que al final no importaban, pero... escúchame por favor... - Al decir aquello, Horacio se distanció del ruso para tomar su rostro en sus manos. Seguido de ello, trato de secar sus lágrimas, despejando su mirada - Viktor Volkov, yo también te amo. Siempre lo he hecho y no sabes lo feliz que me haces... Eres hermoso, único y especial para mi... Yo también me lamento que lo nuestro, solo prosperó después de la muerte... Pero, si te soy sincero, estoy contento y satisfecho con ello... ¿Sabes por qué? ​​- El ruso, entre más lágrimas, negó con su cabeza. - Ruso bobo jajaja, tu no cambias, ¿verdad mi amor? Bueno... estoy dichoso, porque aunque sea por 4 horas, antes de terminar mi existencia, puedo decir que nos amamos. Hasta el final, nuestro amor perduró. Gracias Viktor... Gracias por tu vida, por tu tiempo a mi lado... Solo espero nunca olvidarlo.

Sin más palabras, el ruso atrajo el cuerpo contrario al suyo. Necesitaba sentir su calor, su fuerza y vitalidad. Horacio encarnaba todo aquello que siempre soñó pero quiso desconocer. Su mente era un remolino de ideas y pensamientos sueltos, los cuales le pedían más. Viktor deseaba todo del Inspector, desde sus defectos, males y arbitrariedades, ya que dichas imperfecciones lo hacían magnífico en su percepción. Así pues, Volkov se dejó llevar por sus emociones por primera y última vez. Nada cambiaría la realidad que mantuvo mucho tiempo en secreto, desde que cruzó miradas con Horacio, se enamoró a primera vista. El menor siempre sería su primer y único amor.

- Viktor... - Dijo Horacio apartándose nuevamente del agarre íntimo del ruso. - necesito que me escuches y me dejes expresarme... Lo siento... Lo siento tanto. Siento haberte lastimado... Yo nunca quise que nuestras vidas terminaran así. Mi intención no era herir tu corazón, solo quería proteger a mi hermano... Debes saber que para mi siempre fuiste muy importante. Incluso, diría que eras la persona que ocupaba todos mis pensamientos. Por eso, para mi no eras un juego. Nuestra amistad siempre fue real y sincera... Sin embargo, aquel día... Viktor... Viktor, mi amor, no tenía otra opción... - Soltó entre lágrimas y pequeños lamentos, haciendo que Viktor llevara su cabeza hacia su pecho, besando con cariño su coronilla.

¿Por qué dolía tanto? se preguntaba el ruso. No quería ver a su amado destruido por algo que ya había insistido, en varias ocasiones, no era su culpa. Volkov entendía las acciones de Horacio. No era necesario mantener esa culpa eterna. No iban a llegar a nada con esas memorias. Aquello fue un tiempo pasado. Un evento lejano sin incidencia en su destino. Sin embargo, lo dejaría hablar. Si escucharlo ayudaría a sanar su alma, entonces sería el mejor compañero del menor. Igualmente, sus afirmaciones, indirectamente, tenían un efecto liberador sobre él. Por ello, lo dejó lagrimear y suspirar con calma sobre su hombro.

- No... No... No quería que Gustabo... No quería que lo mataras, ¿sabes? Quería hablar con él, pues pensé que podía salvarlo. No quería perder a mi hermano... Pero por mis tonta elección, te perdí a ti... Viktor, te perdí a tí - Reitero el menor, entregando su dolor al ruso. - Si hubiera sabido de las consecuencias de mis actos, nunca hubiera ido a esa maldita reunión. No sabes lo horrible que fue verte morir Viktor... No tienes ni puta idea cómo se sintió verte postrado en una cama, conectado a máquinas, agonizando por respirar... Era mi culpa... Y...y...y no sabes cuanto me destruyo tomar la decisión... Viktor, yo no quería... Perdóname, por favor... perdóname.

- Horacio... Mírame por favor... Mírame... - Dijo el ruso tratando de buscar los ojos del amor de su vida. Ya había escuchado lo suficiente. No quería gastar sus últimos minutos en ello. Sin más con fuerza agarró las manos del menor y lo estremeció un poco para llamar su atención. Una vez, los grandes irises bicolores de su chico regresaron su mirada dulce y clemente, Volkov escogió bien sus palabras.

- Escuche Horacio, le perdono. Con la más profunda y honesta voluntad de mi corazón, lo perdono. Comprendo su elección y no lo culpo por lo sucedido.... No le puedo negar que en su momento sentí decepción. Nunca lo llegué a odiar, solo sentí una gran tristeza en mi pecho. Aunque, con el tiempo, en este limbo universal, le puedo garantizar que pude reflexionar... Ahora mismo, solo tengo amor para brindarle... En ese caso, yo lo perdono... La pregunta real aquí es... si usted está dispuesto a perdonarse... - Finalizó su breve discurso besando las manos de su amado. Había dicho la verdad, la única persona que podía sanar su alma... era él mismo.

- Yo... yo no sé qué decir... Viktor... Solo... Gracias.

De ese modo, los dos oficiales acercaron sus cuerpos para brindarse breves caricias. Volkov y Horacio estaban seguros de sus decisiones. Por primera vez, se sintieron libres de ataduras y temores. Ya no había secretos o emociones ocultas. Cada uno sostenía el alma del otro. En ese momento, se convirtieron en uno.

Así pues, el veredicto había sido determinado. 

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