4. Reglas

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Con un rayo de luz fluorescente, en la sala principal del bar, apareció un humo espeso, el cual estaba acompañado de un fuerte estruendo. El piso se movía sin tregua, mientras que Horacio y Volkov trataban de esclarecer su vista. Ninguno de los dos oficiales podía distinguir lo que sucedía. De esa manera, ante la incertidumbre, Volkov decidió tomar fuertemente las manos de Horacio y atraerlo hacia su cuerpo, envolviendolo en un abrazo protector. Si algo hubiera de pasar, al menos Horacio saldría vivo por los dos.

Al calmarse todo a su alrededor, Volkov fue el primero en voltear hacia las distorsionadas figuras. Esto con el propósito de calcular el posible peligro. Por su parte, Horacio se sorprendió al reconocer a su lado al misterioso barman. Este los miraba con genuina curiosidad y detenimiento. De esa manera, el inspector pudo notar un detalle peculiar y escabroso en sus ojos azules. Las iris tenían forma de cruz. Con dicha información, el de cresta llegó a una conclusión, "este lugar está fuera de nuestra comprensión como seres humanos".

- Las reglas son simples señores. - Dijo el barman mientras comenzaba a caminar hacia el centro de la sala principal. Volkov por un segundo dudó en seguirlo. No obstante, con un profundo respiro, soltó el agarre de Horacio, dándole una mirada cargada de convicción. El Inspector entendió con velocidad el mensaje del ruso, soltando aquel cuerpo que tanto deseaba. Básicamente, había llegado la hora de realizar un salto de fe y confiar en su comisario Bombom.

A medida que los oficiales avanzaban en su camino, los dos notaron una transformación radical en el lugar. Las mesas y muebles habían desaparecido. Los floreros, parlantes, luces y acuarios cambiaron de ubicación. Esto para dar paso a la nueva atracción, los tableros de dardos. Cada uno estaba perfectamente alineado y contaba con sus respectivas fichas de juego. Cualquiera hubiera pensado que siempre estuvieron allí, listos para ser utilizados.

Volkov fue el primero en llegar, posicionándose al frente del tablero derecho, detallando los diferentes diseños de su entorno. En total, debía de lanzar 7 dardos, los cuales poseían inteligibles figuras aludiendo a la muerte. Aquello lo descolocó un poco, aunque, no fue lo suficiente como para sacarlo de su concentración. Así mismo, Horacio se percató de un marcador encima de los tableros. Al parecer, cada uno contaba con su propio registro de puntos, haciendo de la situación aún más verídica.

- Lanzarán los dardos por turnos, hasta que alguno llegue a cero. Si llegan a quedarse sin dardos antes, ganará quien se aproxime más a cero. Como pudieron contemplar, cada participante dispone de 7 dardos. Deben tirar detrás de la línea señalada en el suelo, por favor. - Pronunció el barman llamando la atención de ambos oficiales. Este se había posicionado al lado derecho de los tableros de juego, como una especie de árbitro. Luego, al verificar que las primeras normas básicas del juego fueran entendidas, prosiguió con su explicación. - El exterior del tablero es el doble anillo. El interior del mismo es el triple anillo. El anillo simple vale 25 puntos, el doble vale 50 puntos.

Al finalizar las palabras del barman, Horacio soltó un breve grito ahogado, llamando la atención del ruso a su lado. Este de inmediato fue hacia el menor, ignorando a su anfitrión. El chico de cresta parecía una estatua, sólo señalaba con su mano hacia al frente, específicamente, su propio tablero de juego. Volkov trató de buscar su mirada, pero el Inspector estaba demasiado aturdido como para encararlo. Por tanto, al buscar y encontrar aquello que indicaba su compañero, entendió el porqué de su temor. Los diferentes números del tablero de dardos se transformaron en imágenes vividas de varios órganos humanos. Siendo el centro, el objetivo con mayor puntuación, un corazón latiente. Luego de ello, el ruso se percató que dicho cambio también se había efectuado en su propio tablero de juego.

- Cada objetivo tiene partes de sus respectivos cuerpos inscritas. Estas a su vez se vinculan con los nervios reales de cada uno. - Sin agregar otro comentario, el barman cedió la palabra al ruso.

- ¿Qué tipo de juego macabro es este? ¿Realmente espera que nos matemos entre nosotros caballero? ¿Esto es solo una competencia? - Señaló con asco y resentimiento el ruso. Volkov estaba perdiendo lentamente la cordura. La situación estaba llegando a un punto límite, con altos niveles de estrés. No obstante, el comisario era consciente de no dejarse llevar por sus desbordantes emociones, ya que Horacio también perdería el juicio, complicando aún más su cautiverio.

- Sí. Si su compañero llega a lanzar un dardo, usted sentirá dolor en el objetivo obtenido.

- ¿Cómo? - preguntó Volkov con incredulidad. "No puede ser cierto" pensó fuertemente en reiterados segundos.

- Entre más grande sea el puntaje, el dolor será más intenso. - Respondio el barman ignorando la pregunta directa del comisario.

- Volkov... Yo no puedo hacer esto... Si lo que el pelucas dice es cierto, yo puedo causarte la muerte.... Yo no estoy preparado para ello... y...y..yo no quiero eso... - Sin terminar sus ideas, el ruso lo interrumpió con severidad.

- Escuchame Horacio, no importa... Ahora, no importa lo que usted quiera o no. No hay otra opción, debemos jugar para sobrevivir.... Escucheme bien inspector, tenemos una prioridad. En ese sentido, el trabajo viene antes que los sentimientos. Si me lastima, no hay nada que hacer. Usted sigue adelante. - En ese momento, el ruso, giró su cuerpo para acercarse a Horacio. Una vez complacido con la corta distancia, pronunció suavemente las siguientes palabras. - Horacio, piense por favor... Este tipo está muy empeñado en este juego de mierda. Quiere que juguemos como sea. Eso quiere decir que no nos matara tan fácil....

- ¿Cómo puedes estar tan seguro? Ese loco parece dispuesto a todo y tú lo sabes... - confesó el chico de cresta.

- No le voy a mentir, yo siento que hay una trampa en todo este asunto, pero de momento, solo podemos pretender jugar. Confíe en mí, es una orden... - Sentenció el ruso, regresando a su tablero de juego, cerrando todas las posibles ventanas de diálogo con el menor. Sin embargo, antes de retirarse, comentó su plan B con Horacio. - Al igual, no sabemos si todo este asunto de los órganos y el dolor sea cierto. En este caso, si las cosas se ponen serias, yo actuaré para recuperar el control. No se preocupe inspector, todo va a salir bien.

- Justamente, igual que usted, no tengo otra opción... Solo puedo resignarme. - Finalizó la breve conversación con tristeza y nostalgia. "¿Este de verdad es mi final?" se cuestionó internamente Horacio.

- Bien, comiencen con el juego. - Dijo el barman con neutralidad.

Había llegado la hora de lanzar los dardos...

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