6. Recuerdos

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- Lo dije antes. Este es un juego, en el que arriesgan sus vidas - Reitero el Barman con paciencia, observando con claridad a Horacio

Por su parte, el chico de cresta pudo reafirmar la forma de los escabrosos ojos azules del sujeto. Eran cruces, las cuales parecían ser un presagio de una batalla entre la vida y la muerte. Un símbolo de todos los pecados y culpas que llevaba consigo hasta ese preciso momento. Un calvario personal. Con temor, soltó al barman para buscar al ruso, el cual nuevamente estaba perdido en su propio mundo.

- Si desean evitar el dolor, no tienen porqué dar en los objetivos. No hay ninguna regla que les impida fallar. - Mencionó el barman mirándolos de reojo.

- ¿Cómo? - Cuestiono Volkov, quien al parecer había salido de su ensoñación.

- Si terminan con todos sus dardos, el juego acabará. - Reafirmó el sujeto.

- No lo puedo creer... ¿Cómo no lo pensé antes? Esa es una opción... - Dijo Horacio, situándose al lado del ruso.

- Sin embargo, el señor Volkov perderá. Usted lleva la delantera, señor Pérez.- Resaltó con sutileza el barman.

- Eso es cierto... - contestó Horacio, mientras observaba al ruso. El marcador estaba a su favor, pues Viktor, ni siquiera había lanzado su primer dardo. - Entonces,vamos a solucionarlo. Volkov, lanza un dardo y quedamos a mano. Llegamos a un empate, juntos.

En ese instante, Horacio sintió un pequeño destello de esperanza. Sólo debían empatar, si nadie perdía, los dos podrían salir vivos juntos. Ninguno de los dos podría recibir un castigo. Esa era la solución perfecta. No obstante, su optimismo se derrumbó con la misma rapidez con la que se alzó...

- No... No voy a lanzar Horacio.

- ¿QUE? Esperame, ¿qué dijiste Volkov? - El menor no lo podía procesar.

- Dije que no. No. NO lo voy hacer Horacio. No voy a apuntar al tablero. No te voy a lastimar. Me rehúso - Dijo Volkov con firmeza, descolocando al Inspector.

- ¡PERO QUÉ DICES PERRO! ¿ESTAS LOCO? Como que no vas a lanzar. Volkov es el plan perfecto. Quedamos empatados, nadie gana o pierde. No pueden matar a ninguno de los dos...

- Dije que no. - Reitero el ruso.

- Es...esto...esto es una broma. No me da nada de gracia Volkov... No da risa... - Comentó Horacio tratando de desestimar aquello que escuchaba.

- No es una broma, dije no y no me vas hacer cambiar de opinión.

- ¡VIKTOR QUE ESTAS DICIENDO! Esto no... no... No puede ser... Por favor no lo hagas... No... Por favor Viktor...No te entiendo, dijiste que el dolor era momentáneo. Yo puedo aguantarlo... si es por tí lo haré, si es por tí aguantare lo que sea... - En ese instante, su corazón se partió. Sin pensarlo, Horacio agarró las manos del ruso y lo atrajo a su cuerpo, envolviendolo en un fuerte abrazo con desespero y frustración. Las lágrimas cubrían sus ojos y el llanto no lo dejaba casi ni hablar. - Dijiste que íbamos a salir juntos de esto... Dijiste que debía confiar en tí... NO LO ENTIENDES, SI NO EMPATAMOS EL JUEGO, TÚ PIERDES. ¡VIKTOR VAS A MORIR!....

- Se lo que prometí Horacio...- El chico de creta indignado, decidió interrumpir.

- NO, NO LO SABES. No sabes lo que prometiste y el peso de dicha promesa. ¿Qué se supone que haces? Me estas abandonando Viktor. ¡VAS A MORIR POR NADA!

- Como que por nada... ¡COMO QUE NADA!... Acaso... ¿Tú no eres importante? - Preguntó el comisario al borde de las lágrimas. Cómo era posible que aquella persona que tanto admiraba desde el silencio, pensara tan poco de sí mismo.... En el fondo sabía la respuesta, era su culpa. Nunca lo valoro como debía...

- Yo... yo...Ese no es el tema Viktor... No me esquives, por favor. Solo... Solo lanza, tenemos una vida por delante - dijo suplicante el menor.

- Yo...No puedo Horacio. Yo solo quiero tu bienestar. Quiero que ganes, quiero garantizar tu seguridad...Yo...yo solo quiero que seas feliz Horacio...Siempre quise que todos fueran felices, pero mis esfuerzos fueron insuficientes... - Aquella confesión fue demasiado para ambos. Horacio no podía creer que aquel ser tan vulnerable y frágil fuera el temible comisario Volkov. Por su parte, Viktor abrió su corazón, pues ya nada importaba. Solo era cuestión de tiempo para confirmar su teoría.

- No te preocupes por mí, Horacio... Yo ya perdí... - Dijo el ruso, soltando varias lágrimas sobre el hombro de la persona que no se permitio querer...

- Yo no lo acepto. No lo aceptó...No quería que las cosas fueran así. No... NOOOO... NO PUEDO PERDER A MÁS NADIE, NO TE PUEDO PERDERTE A TÍ TAMBIÉN...

De un momento a otro, Horacio fue invadido por un fuerte dolor de cabeza, el cual le hizo cerrar los ojos y distanciarse del ruso. Al tratar de buscar estabilidad, se vio obligado a mirar a su alrededor, reconociendo que ya no se hallaba dentro del bar. El chico de cresta estaba en medio de un campo abierto, adornado por los brillantes reflejos del sol. Su cabello era golpeado por una cálida brisa que arrastraba polvo y tierra. No obstante, el bello paisaje fue interrumpido por un espeso olor a sangre y pólvora. Así mismo, su pecho comenzó a latir fuertemente, sacando el aire de sus pulmones, se sentía agobiado y desesperado. No entendía qué sucedía y mucho menos el porqué de aquellas emociones. Sus temores no duraron más de 10 segundos, pues su mente despertó el recuerdo...

"Aguanta... Aguanta", decía Horacio mientras sostenía el cuerpo casi inerte del comisario Volkov. Sus manos estaban bañadas de sangre y su sudadera negra se encontraba sucia de tierra y barro. El inspector no sabía el porqué de la condición crítica del ruso. Sin embargo, sus intentos por rememorar fueron interrumpidos por los eventos a continuación. Una gran camioneta negra llegó a la escena, de ella bajaron el Super y Michelle. Los gritos de Conway no se hicieron esperar, "Qué coño le has hecho pedazo de rata". Horacio se defendió alegando que no había sido él quien disparó. Su mente iba a mil por hora, ya que no comprendía la situación. Revivir cada momento se sentía como estar en una película en primera persona. No podía cambiar los hechos. Solo podía contemplar.

Aunque, algo en el fondo de su conciencia le decía que faltaba información. Sus recuerdos estaban fragmentados. "Llevenos rápido al hospital...Vamos al hospital... Cojalo y vamos al hospital... ¡VAMOS!" gritaba angustiado Horacio. Este podía sentir como resucitaba su miedo por la vida del ruso. Ya había pasado por esto... Las imágenes eran reales. De camino al hospital, el chico de cresta reclamaba a Conway la intromisión del ruso. "¿Por qué me seguía? ¿Por qué me seguía?", repetía sin cansancio. Para cualquiera era evidente su remordimiento.

Al llegar al hospital del norte, Volkov fue trasladado a la Unidad de Cuidados Intensivos. Su pulso era débil, sin contar la cantidad impresionante de sangre que había perdido. En ese momento, sus sentidos fueron abrumados por los gritos del personal médico. Sin poder hacer nada para ayudar, salió del centro médico abatido. "Esto no tenia porque acabar así ...Porque me seguía... ¡PORQUE!" se decía Horacio desbordado por la ira y el miedo. No quería perder a Volkov. Nunca hubiera imaginado aquel desenlace. "¿Porque el ruso debía morir en su lugar? ¿Qué fue lo que sucedió en aquel monte?" eran preguntas que resonaban en su mente.

Fatigado y hastiado de su propia existencia, el chico de cresta se sentó sobre las escaleras de entrada del hospital. En ese instante, el agente especial del CNI, Freddie Trucazo, llegó a conversar. Este le exigió respuesta sobre el operativo improvisado de hace unas horas, el cual, por obvias razones, había fallado. Acorralado por las palabras del agente, Horacio volvió a cuestionar las acciones del ruso y su motivación. "Por tu puta seguridad neno... Porque va ser" dijo Trucazo decepcionado. "Horacio aquí le importas a más gente que a ese tío... Te siguió por tu puta seguridad" repetía sin cansancio el agente. Horacio no podía comprender a quien se refería. Al parecer, había otro implicado en este desastre. Solo que no podía recordar...

Sin darle más largas al asunto, Conway salió del hospital. Aquel hombre no podía contener la rabia y el duelo, pues sabía que las horas del ruso estaban contadas. Discutieron por varios minutos, pero Horacio no recordaba la mayoría de los regaños. Se sentía dentro de un film, donde los puntos más importantes del diálogo se perdían en el silencio. Finalmente, el Superintendente lo volvió a mirar con repulsión, soltando con gran veneno la siguiente amenaza...

- Como no salga con vida...Empieza a rezar... 

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