Dulce inocencia

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Las risas van y vienen por el sendero desgastado que frecuentan.
No son más que risas para la carreta,
para las margaritas que cuchichean entre suspiros del viento,
para el árbol prepotente que no mira más allá de sí mismo.

Pero para quien advierte una tormenta,
aquel que avisora una llamarada infernal
y conoce el destello que surca los cielos;
es una promesa, la evidencia del delito que no ha sido cometido,
la firma del autor que no publicará su obra.

Es el beso con apariencia de secreto,
uno que desconoce el firmamento,
tan humano como efímero,
tan inocente que disfrazado de risa va a parar a tu boca.

CambioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora