Me equivoqué

23 11 21
                                        

Nunca pensé que fuera posible,
pensé que la razón siempre la tendría yo.
Pero me equivoqué.

Me equivoqué al decir que éramos amigos,
que éramos hermanos o simples almas gemelas.
Solo éramos niños jugando a ser mayores que saben de todo.
Fuimos un capricho congelado en el tiempo
pidiendo el cese del invierno a voces mudas.

No era el momento,
nunca lo fue.
No estábamos listos y,
muy probablemente,
jamás lo estaremos.
Porque yo no soy tuya ni tu serás mío.
Ambos valemos mucho más de lo que estamos dipuestos a pagar.

Confundimos aprecio con cariño,
preocupación con amor
y lo peor de todo,
confundimos posesión con amistad.

Quemamos el diccionario la noche en que nos conocimos
y nos condenamos a años de ignorancia que cada vez nos dolían más.

En aquel momento éramos mejores amigos porque nos empeñamos en etiquetar emociones que se nos escurrían de entre las manos.
Pero la realidad es que nunca lo fuimos.
Creyéndonos sabios nos lanzamos al vacío sin antes mirar que era un pozo sin fondo.
Para cuando vinimos a ver, era demasiado tarde; un corazón roto y una conciencia culpable.

Lo peor es que aún nos empeñamos en salvar una amistad que nunca nació pero que yace muerta en una tumba sin nombre.
Tercos, buscamos explicaciones a lo inexplicable como una última excusa para que todo vuelva a la normalidad.
Pero nunca fuimos normales,
ese siempre fue un estándar que nos encantaba sabotear en nuestro intento desesperado por amar.

CambioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora