Capítulo 7

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—Hay cosas en nuestra vida, que son difíciles de enfrentar, nos hacen padecer, sufrir, llorar, e incluso, desear sentimientos, que nunca...nunca, deberían pasar por nuestra mente, contamina nuestra alma, desaparece esa dicha de querer que la vida, sea hermosa y cualquiera que quiera corromper esa hermosa creación...debería ser condenado, despojado de su derecho a vivir. La vida es un regalo, el cual, todos debemos apreciar, porque en ella hay cosas que valen la pena...

Bernadette veía con una mirada iluminada y sonrisa inocente al señor Eikan, quien daba un sermón al estar finalizando la "misa", aquellas palabras le habían conmovido, pero además de eso, le hizo sentir también un aliento de esperanza, aquella ceremonia se estaba llevando a cabo en el templo único del pueblo, con el motivo de la visita de la joven, el padre la veía de igual manera, respondiendo a la simpatía que tenían uno del otro. Eikan juntó sus manos, poniendo su frente sobre la punta de sus dedos agradeciendo a los aldeanos por la asistencia, y todos ellos se fueron yendo de a poco, quedando sólo tres personas, Keita y Bernadette fueron los primeros en acercarse a Eikan y este, los recibía con una enorme sonrisa, pero Keiko se había quedado más atrás.

—Padre Makuroshi— Saludaba Bernadette.

—Oh jovencita, ya te he dicho que puedes llamarme sólo Eikan— Rió con los dos jóvenes.

—Sí, lo siento, es sólo que aún no me acostumbro— Reía nerviosa— Vaya, Eikan, aquellas palabras que dijo, saben me sentí en un apoyo, fue muy lindo—Sus ojos se dirigieron hacia el suelo, una señal de su timidez al expresar sus emociones.

—No por nada es el padre— Comentó Keita, provocando la risa de los demás, pero Keiko sólo se limitó a sonreír con los labios.

—Me alegro que te hayas sentido alentada— Eikan tomó la mano de la joven— Sabes que estoy aquí si necesitas una mano amiga— Hizo una pausa— Ahora, estaba por preguntarte si tienes algo de tiempo libre en este momento, sabes, me gustaría hablar contigo niña, si me lo permiten tus...—Eikan elevó una mano para dirigirse hacia Keiko y su hijo,  la mujer alzó la cabeza hacia Eikan con seriedad, preparada para negarse rotundamente, pero era evidente que no podría, aunque quisiera.

—Seguro señor Makuroshi.

En cuanto Keita aceptó, el rostro de su madre se tornó preocupado y molesto, pensando en cualquier cosa que Eikan haría.

—¿Y tu Kei? ¿Estás de acuerdo? Prometo llevarla sana y salva a tu casa...— Volteó hacia Bernadette con brillo en sus ojos—...desde luego.

—Uh, sí, seguro— Dijo sin mucho entusiasmo. Ella los veía a ambos, sin poder evitarlo sus puños comenzaron a apretar el costado de sus vestidos, estaba nerviosa, ¿Porqué ahora Eikan la necesitaba? Acaso iba a...

Bernadette fue pasando junto a Keiko, con esa característica sonrisa en su rostro cuando solía verla, ahora se preguntaba el porqué lo hacía cada que ella hacía algo, o incluso cuando tomaban algo de té juntas, era un comportamiento extraño que había empezado desde aquel día que habían ido a recoger especias. Le tomó por sorpresa cuando Bernadette pasó no sin antes darle una caricia en su mano, un gesto que decía que todo iba a estar bien, bueno, al menos sin decir algo sabía de su preocupación, ella iba a estar bien, al menos eso la tranquilizaría por algún tiempo.

—Vayamos a casa Keita.— Ella se tomó de la mano de su hijo, y el otro sin decir nada se la llevó del templo.

. . .

Mientras tanto, el padre Makuroshi iba caminando junto a la viajera, escuchando algunas aventuras que a él le había interesado escuchar hace tiempo, sus manos iban detrás de su espalda al estar mirando a sus alrededores, pero sin perder el hilo de cada palabra de la chica que lo acompañaba, bueno...en realidad sí estaba distraído, su cabeza siempre andaba pensando en cientos de cosas, tantas que por algún motivo había empezado a olvidar cosas del pasado, al menos las "menos importantes", por ahora Bernadette era importante, más de lo que la ha hecho saber y creer.  La voz de la joven comenzó a estar callada nuevamente, era ahí donde ahora debía sacarle información, después de alagar sus triunfos o haberle ofrecido a alguien que la escuchara, ahora ella debía responder.

A la Luz de las Velas [Chinchikurin]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora