A la Luz de las Velas [Chinchikurin]

Capítulo 9

Desolado y mirando a la nada, estaba él sentado sobre una roca abrazándose a sí mismo, el hundimiento que sentía en su estómago era una sensación insoportable, las nauseas volvían una y otra vez hasta hacerlo sentir mareado y cansado, ¿Cómo? ¿Cómo fue que pasó todo eso?  Había ocurrido en un destello que ni él pudo percibir antes de la tragedia, ¿Lo hubiese podido evitar? ¿Y si tan sólo él... las imágenes de hace unos momentos se repitieron de nuevo para atormentarlo, estaba temblando y con lágrimas saliendo de sus ojos, sus sollozos eran casi inaudibles pero por su aspecto, era más que claro que estaba sufriendo, por su culpa, su imprudencia. Vio sus manos una vez más, llenas de tierra y alguna que otra herida hechas por el trabajo pesado, además de la mancha que las marcaba invisiblemente, no había marcha atrás ahora, estaba condenado. Su lamento se empezó a hacer más sonoro, casi por todo el bosque podía escucharse, además del ruido de una pala chocando y levantando un montón de tierra tras otro, oh cierto, no estaba solo. Pero entonces aquel sonido se detuvo, seguido de unos pasos que comenzaban a aproximarse hasta que por fin aquella figura se puso frente a él, pero sólo veía sus zapatos también siendo cubiertos por el polvo de la tierra, el sonido de un encendedor se hizo presente, al igual que el olor a cigarrillo, el pobre hombre miserable miró hacia arriba para ver a su acompañante y aquella persona también lo miró, el otro le sonrió de forma irónica, sentándose junto al hombre, mientras le ofrecía el cigarrillo.

—Yo...todo esto es mi culpa...— Los sollozos una vez más.

—Nadie te está culpando.—Al ver que el hombre no aceptaba el cigarrillo, lo alejó y siguió fumando él mientras miraba al horizonte.

—¿Ni siquiera tú? — Volteó a mirarlo.

—Los accidentes pasan, sin importar su magnitud. A pesar de lo que dicen, en realidad hay cosas que no pueden evitarse.

—Pude hacerlo...

—No, no realmente. Si así fuera, nada de esto hubiese pasado. Y por mucho que me gustaría consolarte ahora mismo, no tengo...TENEMOS la calidez ni el tiempo de hacer esto.— Le correspondió la mirada—Escucha, sé que...estás en un estado no muy lúcido ahora y bastante aturdido, pero, debes pensar en algo antes de presentarte-

—¡¿Y qué se supone que haga?! ¡¿Eh?!— El hombre se levantó sin dejar de mirar a la otra persona. Sus ojos no dejaban de soltar lágrimas que rodaban por sus mejillas, el rubor de su rostro se hacía más notorio, sin mencionar las venas sobresalientes de su frente y cuello causados por la tención del estrés en el que estaba sometido.

—¡Oye! Aunque te parezca imposible...— Alzó la voz, también poniéndose de pie y apagando el cigarro de un pisotón.— ...debes calmarte primero, yo...—Pasó la lengua por sus labios mientras pensaba y tomaba un respiro, recuperando el aire que perdió al estar cavando.—...yo te ayudaré.— En cuanto soltó la última frase, elevó sus dedos índices señalando al cielo mientras que cerraba los demás formando un puño, era una forma de determinar su punto; un gesto a menudo del hombre.

—¿Ah sí? ¿Y cómo? — Empezó a sollozar nuevamente con desesperación.

—Sólo hay una solución para esto, y lastimosamente, sé que va contra tus principios, pero... pero si quieres salir de esto, debes confiar en mí

—¿A qué te refieres?— Su ceño se contrajo, tratando de averiguar el objetivo de sus palabras.

—Te lo diré, sólo si estrechamos las manos.—Extendió su mano, esperando por la del otro.

El hombre confundido, pensó una y otra vez, no es como si confiara demasiado en él, apenas y lo conocía de unos días. Qué situación tan difícil, si aceptaba temía que fuera algo que lo arruinara más de lo que ya estaba. Por otro lado, si no aceptaba, debía arreglárselas como podía, pero si su suerte lo abandonaba, estaría igual de arruinado, no importaba entonces lo que eligiera, probablemente de alguna forma u otra, sabía que iba a pagar por su pecado. Lo miró a los ojos, y entonces lentamente extendiendo su mano, hasta que por fin, la estrechó.