Capítulo 4

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¡Oh! Casi lo olvidaba, la playlist de esta historia --->

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Gracias por venir a mi TedTalk.

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Una luna brillante en su esplendor, su luz entraba entre los espacios de las copas de los árboles, dejando ver la majestuosa naturaleza que se encontraba debajo, la brisa del viento movía las hojas y los arbustos con agresividad, las nubes se movían a la par de la dirección de ese viento, llevando consigo las sombras de las mismas, varios animales nocturnos salían ya fuera para buscar su comida o desplazarse, pero todo por el objetivo de sobrevivir, entre éstos animales, sólo uno se consideraba un ser vivo con uso de conciencia, lógica e inteligencia, lo único que lo hacía similar a aquellas criaturas nocturnas era la sutileza, la eficacia y la habilidad de cazar, esa criatura nocturna, subía a las montañas cada noche, buscando con vista, olfato y oído a su presa, le erizaba la piel cuando la tenía a su merced, sin escapatoria, entonces, era momento de finalizar su sufrimiento y sacrificarlo. Y ahí estaba, llegando a un área donde solía estar su próxima víctima, miró a sus alrededores buscando un buen escondite para poder acechar y vigilar, miró hacia el suelo distinguiendo la sombra de los árboles, al darse cuenta, volteó hacia aquél, por fin había encontrado el sitio perfecto. El animal salvaje, rondaba por los alrededores de dónde estaba el cazador, esperando la posición y momento perfecto, observaba al jabalí desde las alturas, vigilando cada movimiento, cada detalle de su físico, era el blanco perfecto, debía tenerlo, quería tenerlo, la criatura se quedó quieta, ya que había escuchado un extraño ruido, pero su imposible habilidad para enderezar su cabeza más allá, le impedía ver, de pronto, un dolor punzante en uno de sus costados, que había sido acompañado de una clase de explosión, después otro en el lomo, comenzó a chillar por el dolor, ahora sufría, quería correr, pero lo que lo impidió fue un último disparo en su cabeza. El cazador bajó de prisa del árbol, y se acercó al jabalí sacrificado, verificando que estuviera muerto, en cuanto vio la sangre escurrir fuera de las heridas hechas por las balas, soltó un suspiro y se puso de rodillas, poniendo la escopeta de forma vertical y se recargó en ella, inclinando su cabeza, en cuanto la enderezó, volvió a ponerse de pie y miró hacia la luz de la luna, iluminando sus ojos de zafiro, al igual que sus mechones naranjas, miró de nuevo al animal, pensando en varias cosas, lo puso en su espalda y se fue de aquel lugar que estaba lleno de muerte ahora. Caminando entre el bosque inmenso, disfrutaba de la belleza nocturna, teniendo en mente sólo a dos personas, que esperaban su llegada con una buena cena y el dulce sonido de una risa pequeña, su más preciado tesoro en toda su vida, no había otra cosa en su cabeza durante el día, que no fuera esa risa, o incluso el llanto de ella, sus labios formaron una sonrisa en cuanto la recordó a ella, pero entonces, algo lo sacó de sus pensamientos, eran unas risas, sin darse cuenta había caminado en dirección a un cerro, que él recordaba a la perfección, aquella cabaña dónde lo habían llevado después de que lo habían encontrado, ésta tenía luz dentro, lo cual le había parecido curioso a esas horas de la noche, ya que las luces se iban y todos dormían supuestamente, de vez en cuando veía algunas sombras, el peso del animal empezó a cansarle la espalda, entonces decidió detenerse junto a un árbol, dónde dejó caer el cuerpo, se sentó junto a él con toda la calma, y sacó un cigarrillo para poder inhibir que el frío lo invadiera, en cuanto daba caladas al mismo, veía la cabaña, recordando la noche que lo habían encontrado, él recuerda estar asustado, le hacían preguntas, que ni siquiera él sabía responder, tan sólo tenía muy presente a "el rojo", o así era como llamaba a quien lo había acogido en esa cabaña, una persona sutil, amigable, y solidaria, o eso era lo que fingía, de pronto las voces de la cabaña habían cesado, al igual que las risas, sólo había silencio, no escuchaba nada más que su respiración, algún búho a lo lejos y grillos entre los arbustos, pero entonces sus oídos pudieron detectar otro sonido, miró hacia ese lado de donde provenían, eran pasos apresurados, y unos destellos de lámpara, en cuánto vio a aquella persona arqueó una ceja.

A la Luz de las Velas [Chinchikurin]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora