01

36 15 1
                                    

Meses atrás

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Meses atrás...

Delante suyo se encontraba el hospital general J. N. el cual era conocido por tener como nombre las iniciales de un socio que hacía grandes donaciones al establecimiento de salud. Allí había trabajado los últimos cinco años desde que se mudó a esta ciudad, pero hoy como nunca antes le costaba tanto entrar a ese lugar. Luego de unos cuantos segundos tomó valor y resignado empujó las grandes puertas de cristal para de una vez ingresar y enfrentar lo inevitable.

Durante el trayecto hacia su oficina, se cruzó con algunos sus compañeros de trabajo y no tardó en recibir por parte de ellos los clásicos buenos días, aunque sus saludos también venían acompañados de murmullos a sus espaldas. No tenía que ser un adivino para saber que hablaban de él. Sin duda este día sería muy largo. Ahora solo le quedaba aparentar que estaba bien, debía esforzarse en mantener una sonrisa en su rostro y actuar amable, incluso ser ignorante de los rumores sobre su persona.

Por una vez en su vida agradecía mucho ser el jefe del departamento de pediatría, estaría tan ocupado con las consultas y la supervisión de los pacientes internados que mantendría su mente ocupada. Aunque los coqueteos para nada discretos de algunas madres provocaban que por un momento quisiera mandar al tacho su falso buen humor.

Felizmente el tiempo pasó volando y el sol desapareciendo en el horizonte dijo adiós, mostrando un pacífico cielo nocturno sin ninguna estrella a la vista, algunas veces vivir en la ciudad lo entristecía y venían a él recuerdos de su niñez en su pueblo natal junto a su pequeña, pero adorada familia.

Nada más rememorar esos días de antaño lo hacían sentir menos desesperanzado por su incierto futuro. No era alguien negativo, pero estas semanas habían sido complicadas, además aún se preguntaba qué había hecho mal para terminar en su actual situación.

Salió de su oficina buscando un respiro del día tan ajetreado que tuvo. A estas alturas la mayoría seguro había vuelto a su casa, mas él seguía ahí. Se estaba volviendo una rutina andar hasta tarde en el hospital para ocuparse del papeleo, pero no tenía algún inconveniente por eso, no es como si alguien estuviera esperándolo en casa, ya no, aquello ahora formaba parte del pasado.

Con la mirada fija en el suelo, caminó por los solitarios pasillo hasta encontrar una máquina expendedora que por suerte no terminó pasando por alto. Metió unas cuantas monedas y pronto la bolsita de papas que había escogido cayó. Teniendo su "cena" en sus manos, se apoyó en una pared cercana y empezó a comer sin mucha prisa.

Debido a que existía tanta calma en el ambiente, podía escuchar claramente cómo masticaba cada crujiente papa frita que llevaba directo a su boca. Sin embargo, después de unos segundos, ya se había acabado su merienda, dejándolo así a la deriva con sus profundos pensamientos.

El sabor salado quedó impregnado en su paladar y provocó de alguna manera que una idea pasará fugazmente por su mente. Botó el envoltorio al tacho de basura más cercano y se aventuró a dirigirse a donde las posibilidades de que haya alguien fueran bajas, el primer lugar que pensó fue la salida de emergencia del lado oeste del hospital. 

❝Sentimiento amargo❞ ➼BlenoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora