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Era viernes y en el hospital todos hablaban del nuevo rumor que empezó a circular hace dos días

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Era viernes y en el hospital todos hablaban del nuevo rumor que empezó a circular hace dos días. La verdad no se sorprendería si hasta los encargados de la limpieza también estuvieran al tanto del jugoso chisme del momento. A este punto, ya se había acostumbrado, así eran las cosas en este lugar, aunque durante estos cinco años había pasado cierto detalle por alto.

Sus compañeros de trabajo se tomaban muy en serio sobre lo de no hablar de Geno. Nada más mencionarlo en una conversación parecía ser una sentencia de muerte, como si estuviera prohibido o incluso maldito su nombre. No comprendía cómo no se había dado cuenta antes, reflexionó sobre ese tema en todo el trayecto hacia su departamento e incluso cuando preparaba la cena, no dejó de pensar a qué le temían tanto sus compañeros.

—Blard, ¿sigues ahí?

—Ah, sí, sigo aquí. —Escuchar la voz de Stave provocó que saliera de sus pensamientos. Agarró un cucharón y removió la sopa que estaba preparando, no quería sonar presumido, pero la verdad es que olía muy bien—. ¿Qué decías?

—Te decía que las clases de Stella ya van a empezar, por fin seré libre y tendré tiempo para mí -—comentó alegre, aunque luego hubo silencio— ¿Oh, Blard, qué haré si se muere?

—¿Qué? —Se sorprendió por ese cambio tan abrupto de tono—. ¿Por qué dices eso?

—No lo sé... ¿Qué pasa si en el camino al colegio, ella intenta cruzar una pista y un carro la atropella?

Al escuchar aquello, procuró con todas sus fuerzas no reírse. Su hermano podía ser tan creativo algunas veces.

—Pensé que Outer la iba a llevar en su carro. —No tardó en recordarle para luego apoyarse en la encimera de su cocina.

—Ah, sí... Es cierto.

—Entonces no tienes que preocuparte por eso —aseguró mientras sonreía—. Ella va a estar bien, ya no es una niña, o más bien ella ya no es una bebé.

—¿Seguro que no lo es? —Supuso entonces que a los padres les era complicado digerir la idea de que sus hijos iban a crecer en algún momento y nadie podría evitarlo—. ¿Cuántos años tienes? —Escuchó a Stave decir.

—Tengo doce, mamá. —La voz lejana de su sobrina se oyó en la llamada.

—Uhm... —Y su hermano seguía incrédulo.

Era sin duda una situación cómica, nunca en su vida pensó que hablaría de algo así con su hermano que decía que nunca iba a tener hijos o siquiera pareja, que iba a morir solo y abandonado.

—¡Dejando de lado eso...! —exclamó el menor reviviendo la conversación que había quedado pausada.

—¿Sí? —Apagó la hornilla y procedió a tapar la olla, luego cenaría—. ¿Stave? —Llamó a su hermano cuando notó que se quedó callado de repente.

❝Sentimiento amargo❞ ➼BlenoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora