Para su abuela, las palabras en inglés eran como un conjunto de reglas impuestas a las mujeres por la sociedad dominada por los hombres. Por eso, cada vez que le leía un poema, la miraba profundamente a los ojos, porque para ella la poesía estaba escrita en dos idiomas: felicidad o tristeza.
Su abuela tenía la costumbre de contar los hogares perdidos y no las estrellas. Solía recordar su hogar, su marido, que volvió en una caja de la guerra. Y se ponía delante de su pira, fingiendo que era una estrella gigante, caída en la tierra.
Ya no lanzan bombas, pero nuestros recuerdos y el Canal de la Mancha se tiñen de rojo con nuestras promesas.
Esto no es la guerra. Pero esto es más devastador. Esto es amor.
Porque, dijo su abuela, en la guerra pierdes tu casa una vez. En el amor, te quedas sin hogar para siempre.
A medida que avanzaba la noche, el chaparrón tomaba un cariz más violento, hilos serpenteantes de relámpagos dividían el cielo momentos antes de que resonaran lejanos truenos, seguidos de una ráfaga de viento, que hizo que Hermione temblara como una hoja. Una sensación desconcertante la golpeó, una frialdad que le atravesaba la piel -fría como el hielo-, como si la lluvia del exterior se hubiera filtrado de alguna manera. Algo se acercaba. Algo que arrastraba sus pies por la hierba, que se deslizaba por el barro al perturbar la humedad del suelo. Definitivamente había algo, goteando agua de su peludo pelaje mientras la buscaba en la oscuridad.
¡THUMP! ¡THUMP! ¡THUMP!
Casi se sobresalta cuando oye un golpe en la madera y, a pesar del miedo que palpita en su corazón, se apresura a abrir la puerta. Se quedó con la boca abierta por la sorpresa y su corazón podría haber dejado de latir por completo con esta repentina e inesperada llegada. Era Snape.
Estaba apoyado en el marco de la puerta, completamente empapado y con la respiración agitada por el cansancio de buscarla locamente. Sus ojos oscuros ardían cuando su mirada se encontraba con la de ella y su rostro transmitía las tempestuosas emociones que estaba sufriendo, al igual que la furiosa tormenta que había fuera. No pudo controlarse cuando sus labios se separaron al susurrar su nombre con un anhelo apasionado.
"Hermione..."
Se agarró a las solapas de él y lo atrajo hacia ella, juntando sus labios. Se estaba mojando por el agua que goteaba de él, pero no le importó: lo apretó contra sí misma y lo besó sin sentido, dejando que él enroscara sus manos alrededor de su cintura. Él estaba frío, pero su boca era caliente y exigente y tan dulce, y ella mantuvo los ojos cerrados con fuerza, dándole la bienvenida y saboreando cada sensación que él despertaba en ella, con todo su corazón.
Hermione volvió a abrir los ojos y se encontró tanteando sólo el aire; la sonrisa tonta se le borró de la cara al ver que no había nadie frente a ella. Seguía en casa de los Weasley, de pie frente a una ventana abierta y recordando aquel primer encuentro con Snape. Deseó no haber vuelto a abrir los ojos, pues en ese mundo aún podía sentirlo. Se tocó la cara, los labios que aún estaban húmedos pero no sabía si era por las lágrimas que derramaba o por la lluvia.
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𝔄𝔡𝔦𝔠𝔱𝔬 𝔞 𝔱𝔦 [𝔖𝔢𝔳𝔪𝔦𝔬𝔫𝔢]
أدب الهواةUna calada, y luego una segunda. No pudo evitar dar otra calada. Al igual que no podía dejar de desviar la mirada hacia su figura dormida, bañada por la luz de la luna. Una mirada más y ya está. Pero sabía que se estaba mintiendo a sí mismo; desde q...