Hace muchos años en la Plaza de Armas de Chivay, había un acceso hacia una pequeña cueva que se encontraba debajo del tuturutú la cual era usada por los limpiadores de todo el cercado del pueblo, en donde se guardaban sus escobas y recogedores. Todas las mañanas entraban, sacaban sus dos escobas y recogedores para comenzar con su labor. Los trabajadores eran conscientes de que si llegaban a perder algo tenían que pagarlo o seria descontado de su suelo, por ello cada uno marcaba bien sus herramientas de trabajo.
Al igual que todos los días, los trabajadores comenzaron a ingresar al lugar para sacar sus instrumentos de limpieza y se dirigían al lugar asignado para limpiar. El último en ingresar a la cueva fue Miguel, pero cuando ingreso no logro encontrar sus escobas, preocupado por lo sucedido, ya que ese día le tocaba limpiar la plaza, empezó a buscar por cada rincón del lugar. Ya muy cansado, se sentó apoyándose en la pared, escucho una voz que le dijo:
- Si quieres recuperar tus escobas tendrás que volver a media noche.
Sorprendido por lo sucedido y ante el temor de tener que reponer las escobas, no le quedo otra alternativa que regresa a la hora indicada. Llegado el momento, se encontró con el lugar completamente desolado y con un poco de miedo se sentó en una banca. Pero después de unos minutos se escucharon canciones y observo a pequeñas criaturas descender de un árbol. ¡Eran duendes que bajaban! y se entraban en la cueva, para sacar las escobas y muy alegremente se ponían a limpiar de una manera energética, desprendiendo alegría por la labor que realizaban. Uno de los pequeños duendes se acerco al perplejo Miguel diciéndole
- Ayer me olvide de guardar tus escobas y me las lleve, pero hoy te la guardo en su respectivo lugar
Después de lo señalado nuestro protagonista, aun asombrado por lo visto, termino retornando a su hogar. A la mañana siguiente, Miguel llego muy temprano a su centro laboral como de costumbre y grande fue su sorpresa al ver que sus escobas estaban en el mismo lugar, pero convertidas en ORO. No lo podía creer, es por ello que Miguel decidió averiguar cuál era el misterio detrás de este maravilloso suceso. Nuevamente se quedo esperando a que llegue la media noche y otra vez los duendes salieron. Uno de los duendes que no barría estaba sumergido en una profunda tristeza, ya que le faltaba una escoba. De manera rápida Miguel le proporciono una escoba vieja y rota, el duende molesto le dijo:
- ¡Eres un hombre avaro y egoísta! No te mereces las escobas que te regale.
Pero Miguel en vez de sentirse arrepentido por su actitud, en medio de gritos le exigió al duende que convirtiera esos objetos en oro, el duende movió la cabeza y sus manos, diciéndole.- ¡No!¡No!¡No! Tus eres una persona vil, no te gusta compartir las cosas que tienes y pagaras las consecuencias de tus acciones. Una sonrisa malévola se formo en el tierno duende, quien termino convirtiendo a Miguel en un duende.
Muchos borrachos que salen de las cantinas dicen que cuando pasan por la plaza cuando las agujas del reloj revelan que son las doce en punto siempre escucha un quejido que dice:
- Hay que barrer y barrer, es mi castigo, ven amigo mío toma mi escoba y conviértete en mi duende amigo ¡AYUDAME!
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Colquita te cuenta
RandomUn sin fin de relatos, historias y leyendas de la provincia de Caylloma (Perú), que te transportaran a tiempos y lugares bellos y tenebrosos. Acompañanos en esta nueva aventura