La espera era vibrante, tan grande, cuando anunciaron la llegada de los más hercúleos guerreros de toda la Comarca. Era tan altivo, majestuoso e imponente que se pudo haber observado en años; uno de ellos poseía un mazo aun más grande que su fémur, forrado con cuero de vaca en el mango. El segundo no muy armado, pero, con la valentía en la mirada, sobresalía de entre todos por sus atléticas formas. Todos aplaudían al saber que esos hombres representarían al territorio que ocupaban nuestros antepasados, claro que la envidia de otros, los no escogidos, flotaban en el aire, cuyas murmuraciones alcanzaban a escucharse a metro de distancia.
Ya faltaba poco para iniciar con la competencia más esperada por el constituyo, pues este día era una fiesta anual, donde los corredores o chasquis más veloces, lucharían por el honor de pertenecer a las huestes incas. La mayoría de viejos (sabios) apostaban a un hombre cuya fama había logrado traspasar las barreras del imperio del sol, era tal que el mismo soberano confiaba en él. Su nombre era Illa (Rayo en quechua), hombre de moderados modales, alto, vigoroso y sobre todo un poco orgullosos. Lo más curioso de él, eran sus sandalias, estaban tan gastadas como el más viejo del pueblo.
Los contrincantes que alcanzaban un número no mayor de treinta, se formaron en la línea de salida, cuando todos ellos estaban listos y dieron la señal para asegurar que estaban preparados, el pututu que se hizo sonar, la muchedumbre hasta ese momento enardecida guardo un silencio sepulcral. La cortina de polvo que se levanto no dejo ver a los duelistas salir, pero por la polvadera nadie dudo de la fuerza y energía con la que partieron. A lo lejos se divisaba una doble línea paralela que avanzaba bajo la vista de los Apus de la serranía del "Valle de las colcas" o mejor dicho El valle del Colca.
El Qápacñan cruzaba por los más variados terrenos, desde suelos rocoso, arcillosos, cascajoso, riachuelos, canales, puentes, hasta frescos campos de pastaje. Ese era el camino por recorrer de nuestros audaces chasquis, desde la parte baja de Tapay hasta pasar por las aguas termales de las faldas del Cotallahulli. Pero la dentera que es la madre de todos los males, se hizo presente en el campo de batalla. Los antagonistas al oír la fama de Illa habían planeado empujarlo en las quebradas que abundan por esos lugares. Solo esperaban un descuido de él, para lograr su cometido. Ya estando por las alturas de Canocota los representante de ese poblado, les entregaron la última huashcá la cual anunciaba su retorno, los hombres al encontrarse con la oportunidad de empujar a su rival, al momento de cruzar el rio le dieron un empellón y continuaron con su recorrido. Illa dando honor a su nombre de reflejos rápidos, reacciono a tiempo y pudo evitar su caída de un salto, volviendo con mucha más fuerza a la competencia. En aquel lugar quedaron plasmadas las huellas de sus sandalias, los habitantes del valle del Colca poco después de oír como Illa derroto a sus émulos, fueron a observar el lugar donde quedado sellado su audacia. Los niños, en esa roca tallada el esfuerzo por sobresalir en situaciones difíciles, trataron de imitar al guerrero que tenia la sandalias gastadas, y bautizaron, con el transcurrir del tiempo, ese lugar como Inca saltana (lugar donde salto el inca).
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Colquita te cuenta
De TodoUn sin fin de relatos, historias y leyendas de la provincia de Caylloma (Perú), que te transportaran a tiempos y lugares bellos y tenebrosos. Acompañanos en esta nueva aventura