Nuestro amor

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Apenas leí el telegrama enviado al teatro de Broadway salí de inmediato hacía la dirección que venía en el papel. Aparque el auto y camine dos cuadras según las instrucciones. Subí la escalera metálica y entre en la pieza. Estaba vacía.

El lugar era sumamente austero con lo indispensable para hacerse vivir. Mire alrededor, estaba limpio. Mi corazón latía desbocado apenas y pude contener los temblores de mi voz cuando me anuncié.

-Se me dijo que tenía información valiosa... y aquí estoy -dije con un timbre apenas desprovisto de emoción.

-Presto como siempre, Robert.

Terry se acercó y cuando estuvo frente a mí ambos nos fundimos en un apretado abrazo. El dique de toda la vorágine de amargos sentimientos, todo el miedo y la desesperanza se fue diluyendo con mis lágrimas. Comencé a gemir mientras mi pecho vibraba, no quería ocultar mi emoción, mi alivio, mi felicidad de saberlo conmigo y bien. Cuando hube sacado al menos un poco de aquella armadura que me revestía de sentimientos contradictorios, pude notar que Terry también lloraba. Toqué su rostro con ambas manos para convencerme de que realmente era él y no un fantasma.

-Susy ha muerto, Robert

Y las sorpresas no terminaban aun. Había hecho una promesa y antes de saber que había ocurrido en todas estas semanas tenía que cumplirla sin importar que.

-Terry... yo... Agradezco tanto al cielo que hayas vuelto a donde perteneces. Mi corazón estuvo muerto todo este tiempo sin saber nada de tu paradero. Terry, yo... te amo -Disparé a quemarropa. No podía callarlo ni un minuto más.

-Yo también te amo, Robert.

Sin importar nada más nos encerramos en la habitación olvidando a propósito que era medio día afuera. Apenas y podía creer lo afortunado que era, Terry estaba conmigo, estaba bien, estaba entre mis brazos y había dicho las palabras que me devolvieron la vida. "Te amo" dijo él, y eso era lo único que yo necesitaba para ser feliz sin importar lo demás alrededor nuestro.

Mientras nos entregábamos al amor y nuestros cuerpos se demostraban cuando se habían necesitado, recordé que Terry siempre buscaba la forma de encontrarme. Y eso me decía que desde entonces el albergaba sentimientos de amor hacía mí pero quizás él requería estar seguro de ellos. Requería de madurar, requería de probar, de andar lo que anduvo y sentirse libre al fin de decidir su camino y su camino me incluía a mí de forma romántica, de la misma forma que yo lo necesitaba en el mío, afortunadamente.

La habitación olía a simiente y a almendras dulces. Después de saciar un poco nuestro deseo, nos mantuvimos en la cama, abrazados, mirándonos en silencio. Como si el tiempo no hubiera transcurrido entre nosotros. Su cabello había adquirido nuevamente su largo, ya no estaba recortado como antes, el fino vello comenzaba a vestir su mentón. Su mirada seguía siendo exactamente la misma. Comprendí que no había equivocación, Terry me quiso, me amó desde el principio. Quizás nos enamoramos exactamente al mismo tiempo pero este sentimiento requería de maduración en ambos para poder salir bien librado.

-Estás más delgado –Me acusó.

-No hubo mucho tiempo para alimentos y la verdad tampoco había apetito –Respondí.

-Lo lamento tanto Robert... -Dijo con verdadero pesar en sus ojos color del mar. ¿Estaba arrepentido de lo que hizo? Lamentaba haberme hecho pasar por este suplicio de no saber de su paradero, o a que se refería exactamente. Además, aun no me contaba porque estuvo viviendo con la señorita Susana.

-Lo importante es que regresaste -Traté de conciliar. Yo también me sentía abrumado. Los sentimientos eran confusos, resultaba difícil digerir tanto y darle a cada uno su justo lugar, afortunadamente el amor fue el primero en salir avante.

-No puedes imaginar cómo estuve. Temí no volver más -Su tono de voz era bajo, como si estuviera confesándome un doloroso secreto.

-¿Que sucedió?

Pregunte con alarma. Note ciertas cicatrices en sus brazos y manos mientras hacíamos el amor, su piel era muy blanca y apenas se notaban pero para mí, que antes había recorrido esa espalda y ese torso con mis manos, con la mirada y con mis labios no podían pasarme desapercibidas.

-¿Estuviste con Susana, Terry? -Me adelanté. La duda me mataba. Había seguido sus pasos uno tras otro y no pude encontrarlo. No hubo lugar que no buscara incluso si parecía el peor de los escenarios. Pero obviamente algo se me escapó.

-¡Lo dices por las cicatrices! Estuve cuidando a Susana hasta su último suspiro, muchas veces se aferró tanto a mi por el dolor que llegó al punto de lastimarme sin siquiera notarlo, hubiera querido avisarte pero no podía darme el lujo de suspender funciones si faltábamos ambos.
¡Nadie tenía las agallas de administrarle más morfina, sólo yo! llegué al punto de quererla matar Robert, estaba harto de sus lamentos, de sus gritos, de sus uñas, de su olor... pero la ilusión de volver a verte me daba la fuerza para resistir y esperar su muerte.

–¿Que harás ahora Terry? ¡Que haremos ahora tú y yo! Mientras estuvo Susana teníamos algo que nos cubriera pero ahora nos volverán a poner en la mira...

–Tengo una coartada aún Robert o, eso creo.

–Terry... -Ahora comprendía todo. Un hondo hueco se abrió en mi pecho al imaginármelo tan desvalido, con la mente en blanco y el corazón asustado.
Relató el disque romance con Candice Ardlay en el mismo tono bajo de voz. Como si temiera que alguien más pudiera escucharlo.

–Esa chica, Candy.
Ella aún no lo sabe, verdad. Quien eres para mi -Dije suavemente. En mi corazón se expandió una cálida sensación. La ternura y el cariño que sentí por Candice Ardlay las pocas veces que la vi, su decisión de ser alguien en la vida sin aprovechar su apellido para abrirse puertas, me hizo tener por ella un profundo respeto y secretamente sentí orgullo. La chica hizo su propio camino a pesar de la desilusión por Terry. Comprendí que ella estaba haciendo lo mismo que hizo él. Fueron en busca de su identidad, forjando su verdadero camino a la felicidad y realización personal. Digna Ardlay. Ambos compartían un lazo muy especial e intrínsecamente yo también había entrado en él, en nombre de Terry; y me sentí dichoso por ello. La chica se había ganado mi respeto y mi corazón aunque en aquel momento no pudiera detenerme a disfrutarlo.

-No, Robert. Aun no se lo he dicho. Estoy esperando el momento propicio. Quizás cuando se cumpla un año. O después.

-¿Crees que acepte?

-Es una Ardlay, si estuviera comprometida con alguien ya sería noticia.

-¿Y si está con el patriarca? Recuerda que vivieron tres años solos.

Terry me miro con intensidad, también eso se refería a nuestra propia relación. No podríamos demostrar al mundo el amor que compartíamos pero eso no significaba que no existiera, que no creciera, que no lo sintiéramos y a pesar de que íbamos a vernos obligados a guardarlo y mantenerlo oculto, este amor no iba a desaparecer.

-Entonces le escribiré una carta ambigua. Quizás algún... ¡Nada ha cambiado!

-¡Es lo mejor!

–La convertiremos en nuestra chica.

Confirmó Terry con una suave sonrisa de la cual no pude escapar. Me acerque a él, bebí el maravilloso néctar de sus labios. Habíamos pasado toda la tarde juntos prácticamente en la cama hablando y haciendo el amor entre intervalos de besos y caricias. Afuera, en la silenciosa calle estaba oscureciendo. Era hora de separarnos no sin antes dejar claro que ahora éramos pareja. Compartíamos sentimientos, nos unía un amor mutuo que creció poco a poco en todos estos años y con cada uno de los acontecimientos que tuvimos que compartir.

Fin

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