Socio

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Aún estaba excitado por lo que sucedió ayer por la noche, apenas y pude dormir. Gran parte del tiempo me la pasé en contemplación del sueño tranquilo de Terry, hasta que el cansancio me venció muy entrada la madrugada. Había dormido apenas unas dos o tres horas a lo mucho pero no me sentía cansado, más bien estaba eufórico. Eran las seis y treinta de la mañana, el baño helado me había desmodorrado del todo.

Cuando regresé a la planta alta, al empujar la puerta entre abierta me encontré a un desfachatado castaño dándose una ducha en el balcón. Ahora mismo estaba aclarándose el jabón de todo su cuerpo espectacular. La espuma corría en estrepitosa caída libre, arriada por el cuenco de agua que él se echaba sobre la cabeza. Me quedé mirando su trasero afilado, mientras las burbujas iban develándolo ante mis ojos. Mi verga vibró ante tal espectáculo erótico. Cuando el jabón quedó hecho un charco en el suelo se volvió hacía mí, completamente consiente de que estuve mirándolo.

-¿Te duchas? -Preguntó con una ladina sonrisa.

-Ya lo hice.

-¿Y ésa agua extra? Para qué desperdiciarla. Te vendría bien algo tibio después de ese baño helado.

-Eres un exhibicionista. ¿Lo sabías?

-Tal vez –Respondió sin disimular su descaro- Es agradable. Deberías probarlo alguna vez, Robert.

-Tal vez.

Respondí, hipnotizado por la belleza de su cuerpo desnudo completamente empapado que ahora vaporizaba profusamente con el frescor de la mañana. Su piel emanaba doseles de vapor elevándose a su alrededor. Su imagen asemejaba a un dios, fuerte, poderoso, gallardo, varonil y exhibicionista, sabedor de su porte y de sus dotes.

-Pronto va a clarear -Dije apenas, mojándome los labios.

-Entonces... ven aquí. Aprovechemos la sombra.

Con aquella respuesta mi cuerpo entero vibró de anticipación. Las intenciones del castaño eran más que claras. Mientras mis dedos temblorosos iban desabotonando la camisa ante la mirada lasciva de Terry, él, comenzó a juguetear con su verga ya despierta. Cuando estaba deshaciéndome de los pantalones con una lentitud que apenas y podía soportar, Terry se dio la media vuelta y recargó sus manos en la baranda del balcón, llevando su peso hacía el frente.

En esa sugerente posición, estaba presentándome su delicioso trasero. Era mi momento, mi sueño vuelto realidad. Lo esperé durante tanto tiempo y él estaba más que dispuesto a... ser desvirgado.

Al salir al balcón pude sentir el viento fresco lacerando sutilmente mi piel desnuda. Tomé el cuenco y sin pensarlo me mojé entero mientras Terry me veía por encima de su hombro. Con el choque de temperaturas, mi miembro se elevó aún más, amén de la imagen y presencia del hombre que torturaba mis solitarias noches lúbricas.

Sin demasiada ceremonia, empapado, me pegué a su espalda piel contra piel, músculos firmes y tibios calentándonos la sangre al contacto. Mi carne en erección fue acogida suavemente entre sus nalgas. Mis manos volaron por sus brazos sintiendo cada tenso tendón, adentré mis manos por el tórax para acariciar su pecho tibio mientras me frotaba contra él. Mi verga ansiosa comenzó de inmediato a expeler la lubricación necesaria para la tarea que iba a emprender. Una tarea divina y hermosa. Iba a tomar a Terry, iba a estar dentro de él. Iba a provocarle un placer que no ha conocido antes. Yo, su enamorado más devoto, pasaría a formar parte de sus recuerdos privados, iba a volverme inmortal en su memoria pues viviría para siempre al ser quien le mostrara de lo que es capaz el placer anal.

Él, giró su cabeza hacía el lado en que yo recargaba mi barbilla en su hombro, buscaba mis labios y no se los negué. Nos besamos mientras seguí acariciando su cuerpo, mis manos volaron a su estaca caliente, ésa con la cual me había engolosado hacía apenas unas horas atrás.

Nace una estrella Donde viven las historias. Descúbrelo ahora