Algo retorcido crecía en mí, sin que yo pudiera evitarlo. De pronto me descubrí mirándolo fijamente a través de los espejos. Imaginaba su cuerpo perfecto bajo el traje mientras mi ardor aumentaba. Tenía sueños recurrentes en los que yo "el dueño absoluto de todo" le ordenaba a Hattaway inclinarse ante mí, desabrochar mi pantalón, liberar mi falo duro, metérselo en la boca y... mamar. Me bebía hasta que mis propios jadeos me despertaban mientras el miembro seguía vibrando porque se había vaciado con un sueño. Con el sueño de Robert tomándome con su boca porque si yo lo ordenaba se cumplía y nadie podía hacer algo al respecto, ni siquiera él. Ni siquiera yo.
En mi sueño me sentía tan bien que deseaba llevar ese poder al mundo consiente. Quería dirigir y que Robert cumpliera sin chistar. Y de pronto se me ocurrió que tal vez podría hacerlo. Yo, podría manipularlo. Yo, podía ordenarle cualquier cosa porque ya me lo había probado con hechos, tal y como lo prometió. La idea me seducía enormemente, crecía voraz dentro de mí.
Antes de caer en el sueño profundo, desnudo en mi cama, rememoraba su cuerpo a la luz de la chimenea, me la jalaba duro y rítmicamente tratando de hallar liberación pero las sensaciones no eran nada en comparación a sentir su rostro tibio entre mis muslos. Su tupido cabello oscuro contrastando mientras me comía de entero. . Consideré que Robert era un hombre muy críptico, que así como él mencionó mis necesidades, también debía tener las suyas. Pero ¿En qué lugar? ¿En qué momento? ¿Cómo las satisfacía? Se me ocurrió que tal vez yo, podría ser su liberación. Él, solo vendría a mí saciarse en mí. Él, solo vendría a mamarme a mí, su boca hallaría la satisfacción necesaria con mi verga. Los pensamientos revoloteaban en mi cabeza robándome el sueño, acelerándome la respiración. La fantasía resultaba tan tentadora que incluso dolía que no fuera una realidad.
La noticia de la guerra me había dejado en shock aquella mañana, cuando leí los periódicos me acordé de Candy y me preocupé bastante no sabía donde se encontraba.
Cuando hicimos nuestra presentación en Chicago, al finalizar esta me encontré a Elisa, e inmediatamente le pregunté por Candy ahí también estaba el elegante y el inventor junto con la tímida.
Me encontraba sumamente nervioso y tenso cuando subí al carruaje con Susana, había escuchado la voz de Candy llamándome, pero estúpido de mí no había volteado para encontrarla.
Mi relación con Susana era superficial pero al fin y al cabo era una relación y tenía que atenderme a ella, de modo que cuando vi a Candy corriendo persiguiendo el tren, no pude lanzarme y bueno, tampoco quería hacerlo, ella no había cambiado era la misma chica revoltosa y rebelde que conocí en el San Pablo y eso me alegro mucho.Ahora podré escribirle.
Sumido en una especie de depresión, me refugié en tratar de entender mi deber. No sé porque lo hice, quizás porque ya no quería pensar en Candy y mi partida abrupta, o porque buscar mujeres ya no me atraía en lo absoluto.
Las profesionales hacían lo que les pidieras siempre que pagaras el precio y las señoritas de buena cuna... esperaban y aceptaban lo que quisieras dar, mucho, poco o nada. Esos devaneos ya no eran satisfactorios. No después de probar las verdaderas mieles del sexo.Robert... estaba seguro que él siempre estaría dispuesto a...
En aquella época atravesaba mi primera resaca sentimental y lo único que se me ocurrió hacer, es lo que siempre hacía, lo que se me enseñó año tras año de restricciones, callar, reprimir y trabajar, seguir adelante. Ya no encontraba divertida la heroína recreativa, ni el sexo casual.
Bebía y el licor me sabía a hiel. Volví a sentirme como en el pasado. Atrapado. Solo. Amargado.
El darme cuenta del alcance del poderío de mi fama no me producía ningún sentimiento. Todo me resultaba tan ajeno como si no fuera mío, como si no me perteneciera, como si yo no lo mereciera. ¿Que había hecho yo para tener lo que tenía? Yo veía todo aquello como una prisión, como un lastre que no quería cómo sacármelo de encima.
Una noche en que me sentía perdido, fui a los muelles y contrate el servicio de una dama de la noche. En el oscuro callejón maloliente se inclinó frente a mí, sacó la verga flácida de los pantalones y comenzó su trabajo sin mucho éxito.
Cuando regresé a mi departamento de madrugada, tome una determinación. Yo solo había estado jugando la vida de un actor. Robert tenía razón. Yo estaba atrapado, realmente no había dejado la jaula nunca. El sexo, emborracharse, el ir y venir sin restricción, a eso no le podía llamar libertad. Recordé las palabras de Hattaway la noche en que puso mi verga en su boca.
¿Qué decisiones había tomado para ponerme exactamente en el camino que deseaba? Para ese entonces ya tenía una noción bastante clara de lo que poseía, mi fama en crecimiento, de los negocios de la familia y de las ramas que dependían de los Grandchester. Pero, ¿quién era yo? ¿Qué propósito tenía mi vida? Por vivir frenéticamente la vida de adulto que creí merecer olvide mis sueños de niñez. Mis deseos, mis aspiraciones.
Pero eso tenía que cambiar.

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Nace una estrella
Hayran KurguHay amores profundos, reales, pero secretos. ¿Por qué un hombre que lo tiene todo fácilmente, juventud, belleza, fama, sigue a pesar de tener una pareja que el mismo escogió para formar una familia propia, sin hijos? ¿Porque nunca tuvo tiempo para...