Mi Zorro Feroz XV

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Aclaración: Los personajes no me pertenecen, son propiedad de Masashi Kishimoto. La historia de caperucita, obviamente, no me pertenece, pero si las locas cosas que pasan por aquí.

Advertencia: Escenas violentas, lenguaje soez, posible sexo explícito (que sé que les gusta cochinillos XD) y si hay algo más, iré avisando.

Historia corta (creo), Algunos personajes OoC.

Mí Zorro Feroz

§

Después de estar unos cuantos minutos intentando mover la enorme roca, Hinata se rindió.

Ella se abrazó mientras se volvía para ver el interior de la cueva nuevamente. Sin la fogata ni Naruto, el lugar parecía tenebroso y frío. Ella se sintió mal por Naruto sabiendo que había estado solo por diez años ahí, sin poder hablar con nadie. Debió haber sido muy solitario, pensó ella con tristeza mientras movía con los pies la ceniza de la antigua fogata.

Aunque estaba oscuro, Hinata podía ver perfectamente y decidió explorar un poco más. No podía sentarse y esperar, sentía que podría morir si lo hacía.

Ella caminó a la recámara más cercana, alzando la piel lentamente. Era una recámara igual a como la que había estado antes, ella se acercó a la piel, notando que parte de ella tenía tierra, sólo una parte de la cama estaba limpia. Era como si un cuerpo se hubiera acurrucado en esa sección y Hinata sintió escozor en sus ojos al pensar en Naruto en su forma de zorro acurrucado en lo que podría haber sido la recámara de sus padres.

Ella suspiró, tragándose las lágrimas y moviéndose a la pared dónde había un cuadro. Hinata ladeó el rostro y se acercó mucho más. Un hombre muy parecido a Naruto había allí, Hinata creyó que podría ser el padre. Físicamente eran casi idénticos, sólo que el cabello era más largo y no tenía las marcas en las mejillas. El hombre estaba parado justo al lado de una mujer pelirroja que estaba sentada en lo que parecía un trono.

Hinata jadeó y dió un paso hacía atrás.

Era Kushina Uzumaki, la princesa remolino perdida.

Ella la recordaba de la pintura que salía en los libros del pueblo.

Kushina tenía un pequeño bebé en los brazos. Era Naruto... ¿Naruto era el primogénito de la princesa Kushina? ¿Eso lo convertía en príncipe?  Hinata levantó la mano y acarició el pequeño rostro sonriente de Naruto. Pero según la maldición, ellos estaban diez años como monstruo o como humanos, eso quería decir que los primero diez años de Naruto había sido humano. Eso explicaba que él supiera hablar, pero los últimos diez años como Zorro podrían haber hecho que él se olvidará algunas palabras. Más al no tener con quién practicar.

Hinata se mordió el labio y salió de la recámara, moviéndose a la otra. La habitación de Naruto. Ella lo notó tan limpio como él lo había dejado, y sonrió al recordar cuando se había despertado allí. ¿Eso sólo había sido el día anterior? Para ella habían pasado años.

Hinata se miró y se dió cuenta que aún llevaba su viejo camisón, todo sucio y manchado de hierba. Ella se llevó un dedo a la barbilla mientras pensaba qué se podía poner y dónde guardaba Naruto la ropa. Ya que obviamente tenía, ¿pero dónde?

Hinata se movió a la otra recámara encontrando cofres y sonrió.

— Eureka—, susurró mientras abría uno y veía ropa.

Sus manos entraron, agarrando una grande camisa y reconociendo la mejor calidad en la tela. Ahora entendía porque Naruto tenía esta clase de ropa. Su madre había sido la princesa Kushina y, si no había escuchado mal, su padre era Minato Namikaze, heredero de la tierra Konoha. La historia había dicho que la Familia había desaparecido después de un ataque de criaturas en el palacio. Hinata sonrió con tristeza. Si, hubo criaturas en el palacio, pero habían sido los mismos reyes.

Hinata se sintió cada vez más triste mientras agarraba una camisa y buscaba un pantalón para ponerse. Aún tenía tantas preguntas...  Y no sabía si podrían ser respondidas. Su abuela le había dicho que se mantuviera viva... Pero si Kaguya moría, cómo podría cuidar un bosque siendo tan mortal como lo era ella. No tenía ningún poder mágico.

Ella sonrió con sorna al pensar por todo lo que había pasado. Su garganta estaba algo adolorida, no podía hacer nada porque lo único que había hecho Hinata fue gritar. Ella se sentía tan débil, tan asustadiza como un conejo. A ella llegó un destello de luz mientras se agachaba para ponerse los pantalones. Se los ató a las caderas y los rajo a la altura de las rodillas. No le quedaba muy grande, pero si largo.

Hinata se agachó, buscando el lugar de dónde provenía la luz del sol. Ella se movió a lo que parecía al final de los interminables cofres, sus ojos se abrieron enormes al ver una ballesta con muchas flechas en distintas bolsas. Ella se mordió el labio, y la tomó sin pensar en lo que hacía. Se colgó en la espalda dos bolsas cruzadas y miró la ballesta, para intentar ver su mecanismo. Jamás había tenido una en su mano.

Agarró una de las flechas, pero se dió cuenta que primero tenía que poner la cuerda en su posición. Lo intentó con una mano, pero la cuerna no llegaba con la poca fuerza con la que estaba intentando. Tuvo que ponerla en el suelo, sostenerla con un pie y tirar la cuerda con ambas manos hasta que pudo encastrarla a donde iba. Hinata suspiró y se pasó la mano por debajo del flequillo, ni siquiera había salido y ya estaba sudando. Puso la flecha y acercó su ojo al carril saetero y apuntó a un cofre lejano.

La flecha hizo un ruido zumbante cuando salió disparada y se hundió con un ruido de madera rota. Hinata parpadeó, era bastante potente, casi le saca el equilibrio, pero era una buena arma para la distancia. Ella volvió a hacer todo el ritual para ponerle una flecha y se quejó. Su disparó tenía que ser certero y lejano, porque si tardaba tanto en poner una flecha Tsunade la destrozaría antes de poner la cuerda en su lugar.

Una vez con la ballesta cargada, se movió un poco más, encontrando de dónde provenía el sol. Una pequeña abertura. Era una puerta oculta y ella empujó con fuerza para poder abrirla. Sólo pudo hacerlo un poco, pero lo suficiente para que pasará. Hinata miró hacia afuera, el bosque estaba silencioso y el sol comenzaba a brillar con más intensidad.

Hinata salió y se volvió para empujar un poco la roca en su lugar. Cuando terminó, ella miró la puerta de roca y quiso golpearse. No había agarrado zapatos. Se maldijo a ella misma por unos segundos y decidió que un poco de dolor en sus pies no era nada si podía ayudar a su abuela y Naruto en la lucha.

Hinata se movió por el bosque justo cuando escuchaba un rugido y ruidos de batalla. Comenzó a correr, no estaban muy lejos de allí.

Continuará...

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