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El edificio en el que vivía consistía en cuatro plantas. Paredes desgastadas de tonalidad gris y opaco. Cuando estuve delante de aquel edificio, saqué de los bolsillos de mi pantalón las llaves, básicamente las dos llaves. Pase la acera de la solitaria calle y recargándome en la entrada vidriosa, sin ningún alma a la vista, introduje la llave en el cerrojo para luego abrir la puerta.

Ni siquiera había una recepción, solo un par de sillas plásticas de color blanco respaldadas en una de las paredes que conectaban con las escaleras que dirigían a las plantas superiores. Hice un gran esfuerzo por no tropezar ante la oscuridad, pues ni siquiera para las luces había. En fin, las subí y me detuve en la tercera planta, caminé por el pasillo de la derecha y llegué frente a la puerta de mi habitación.

Estaba tan cansada y después de casi morir ese día, supongo que lo más razonable era quitarme los zapatos y sin ni siquiera hacer el esfuerzo de cambiarme de ropa, tirarme a la cama. Mañana iría temprano a ver a mi abuelo. Luego de estar a las puertas de la muerte, y sentir que nunca más lo volvería a ver, era lo único que quería.

Abrí la puerta y procurando no caer ante mis pasos torpes y la oscuridad absoluta, me adentré y solo me concentré en llegar a la cama que realmente no podía ver, me tiré sobre el edredón, cayendo boca abajo y escapando un resopló en el proceso. Cerré los ojos y mientras me dejaba caer ante tal oscuridad y silencio comencé a divagar, al menos mientras me quedaba dormida.

Qué día...

Aunque pensándolo más a fondo, no pude evitar sentirme de lo más ingenua.

Con esa cantidad de dinero era lógico que el pago por perder era muy alto. No un simple "Oh, lo sentimos. Suerte para la próxima" con dos palmadas en la espalda. Claro que no. Y el pensar que aún así caí, me daba cólera.

Aunque no fui la única ingenua, otras 455 personas también lo fueron.

Por ahora, debía olvidar lo que había pasado y concentrarme en el presente, mañana continuaría vendiendo lo que tenía para tener con qué pagar el alquiler y poder servirme algo decente de alimento.

Olvidar lo que había pasado, sonaba tan sencillo...

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Creí que no volvería a sentir aquella sensación de despertar y encontrarme en un lugar desconocido para mí, pero así fue.

Y la cosa fue así, cuando el sol de la mañana logró ser lo suficientemente fuerte como para despertarme. Me di cuenta de un asunto que no había notado la noche anterior por causa de la más remota oscuridad en la que me hallaba consumida. Y no tener ni una simple linterna no me ayudó.

Nada, en la habitación donde vivía no había nada. Solo estaba el colchón donde caí dormida sin preocuparme en que alguien se había llevado mis pertenencias. Comencé a dar vueltas por todo el lugar intentando no perder la calma y entrar en pánico. Nada, ni las mesitas de noche, ni el armario con las cuatro mudas de ropa que tenía, ni las sillas de madera, ni los pocos libros que tenía en un estante que ya no estaba, ni las vajillas ni cubiertos, ni el juego de esferas que mi abuelo me regaló cuando era una niña.

𝐒𝐪𝐮𝐢𝐝 𝐆𝐚𝐦𝐞 | 𝐂𝐡𝐨 𝐒𝐚𝐧𝐠-𝐰𝐨𝐨Donde viven las historias. Descúbrelo ahora