CAPÍTULO 5.
PARTE SEGUNDA
MEMORIAS MORTUORUM.
No creo poder explicar que pasó por mi mente después de escuchar las palabras que salieron de la ensangrentada boca del asaltante moribundo que se encontraba tendido en el asfalto.
Una fría corriente de aire pasó por mi espina dorsal, esto seguido una extraña sensación que tomó mi cuerpo por sorpresa.
Ese hombre había enunciado mi apellido y me amenazó, pero la pregunta era… ¿Por qué?
— Hijo de puta. — ¿Qué carajos dices? — Le preguntó el inspector al asaltante.
Esas fueron las últimas palabras que aquel sujeto escuchó previo a su muerte, el inspector Ramírez se afanó por continuar hostigándolo, esto sin darse cuenta que el asaltante recién fallecía.
Yo guardaba silencio, meditaba en lo que ese hombre había dicho unos segundos antes de su muerte.
Después de unos minutos, el inspector entendió que el sujeto había muerto, y juntos nos alejamos del cadáver y nos aproximamos hasta las patrullas que recién habían llegado.
Un oficial de policía nos preguntó qué había pasado, y a través de un radio teléfono hizo un llamado a la unidad médica y otra al departamento forense.
Ramírez se alejó unos pasos y conversó con el oficial, mientras tanto yo me senté a un costado de la carretera y saqué una cajetilla de cigarrillos y empecé a fumar uno.
…
Pasados unos minutos, el inspector Ramírez se acercó a mí, tomó asiento a mi lado y observando mis manos, preguntó:
— ¿Tienes uno para mí? Damián.
Extendiendo la cajetilla de cigarros hacia él, repliqué:
— Seguro, inspector, tome los que quiera.
Ramírez tomó la cajetilla y seguido sacó un Fiamma y lo puso en su boca, mientras encendía el cigarro, exclamó con ojos aguados:
— Estamos en un gran problema, Damián. — Quería decirte que no ha sido culpa de nadie. Debimos tomar más precauciones…. Digo, de hecho por suerte estamos vivos. — Es un desastre lo que ha pasado, creo que tendremos que ponernos de acuerdo para cuando vengan las investigaciones, mientras tanto no diremos nada a los diarios. — ¿Entendido? amigo.
Para ese momento, yo aún seguía en «shock», y tras escuchar al inspector asentí con mi cabeza y contesté con la voz disminuida:
— Si, está bien. Ramírez.
— Si deseas, ve a casa, ve con tu familia. Cardozo. Yo esperaré a forense y te mantendré informado. — Replicó el inspector Ramírez tocando mi hombro.
Sin más que decir me despedí del inspector, recuerdo que solo deseaba salir de ese lugar… caminé un par de metros y crucé un par de calles, todo sin dejar de pensar en lo que había sucedido.
Mientras me alejaba de lugar, un gran grupo de personas se aproximaban a la escena… entretanto la muchedumbre intentaba irrumpir, los policías los apartaban y empezaban a marcar el lugar del tiroteo para la recolección de casquillos, pruebas de balística y forenses.
Después de avanzar unos metros, llegué al final de la calle y extendí mi mano para llamar un taxi.
Tras abordar el taxi, le pedí al conductor que me llevara a la dirección de mi oficina, y una vez que llegué, fui hasta el parqueadero y aborde mi automóvil para dirigirme hasta mi casa.
En los siguientes minutos al volante no pude dejar de pensar en esas imágenes funestas que no dejaba de circular al interior de mi mente.
Tras girar en una de las calles que daba a mi casa, noté que me esperaban dos hombres, uno sostenía una cámara y el otro tenía un pequeño micrófono en su mano.
Los sujetos me saludaron desde fuera… me saludaron insistentemente, su intención era que yo me detuviera.
Finalmente, aparqué mi vehículo al costado de la carretera y bajé el vidrio.
…
— ¿Qué quería esos hombres? fiscal Cardozo. — Preguntó el agente Guerra.
— Eran periodistas de un reconocido diario local, los sujetos pretendían que yo les diera información acerca de los hechos ocurridos en el asalto al camión de «WorldWallTrade». Sin dudarlo, subí el vidrio de mi vehículo y mientras lo subía les dije que no podía colaborar. — Contesté al agente.
— Entendemos, fiscal. — ¿Y luego que sucedió? — Cuestionó nuevamente el agente Guerra.
— Al llegar a casa todo parecía estar tranquilo, aunque realmente las cosas estaban por salirse de control. — Expliqué.
— ¿A que refiere con eso? Fiscal Cardozo. — Preguntó el agente Marín casi interrumpiendo a su compañero.
…
Cuando ingresé a mi hogar, me desvestí y me bañé… necesitaba despejar mi mente, al salir de la ducha, tomé mi ropa y la puse en una bolsa negra.
Recuerdo que me deshice de todo, para mí no era apropiado tener toda esa ropa cerca, ¿sabes?… ese olor de la tragedia me ahogaba, nunca más volví a ver aquella ropa.
De repente, mi esposa gritó mi nombre y al escucharla, bajé las escaleras… Raquel se veía intranquila y asustada, y sin previo aviso, me preguntó «¿Qué había pasado?».
Transcurrido unos segundos, Raquel me insistió en que debía ver algo en la televisión y juntos nos aproximamos hasta nuestra sala, la televisión estaba encendida.
…
— ¿Qué había en la televisión? Fiscal. — Cuestionó el agente Marín.
— Emitían las noticias, agente. — En ese momento transmitían un reportaje de último momento, informaban acerca de los hechos relacionados al asalto del camión de WorldWallTrade. — Una reportera informaba acerca de los “supuestos” motivos del ataque y daba detalles referentes a las bajas fatales, dicho noticiario fue el primero en desvelar que varios oficiales de policía y trabajadores de la empresa habían sido asesinados. — Respondí.
— Hay algo que no entiendo, fiscal Cardozo. — ¿Cómo se enteraron tan rápido los medios de comunicación? — Preguntó Marín con mucha desconfianza.
Al escuchar la inocente pregunta del agente Marín, sonreí. Aunque mis risas suscitaron extrañeza en los sujetos.
— La prensa en Nueva Paz es implacable y más cuando se trata de algo tan grande, de algo que representa dinero y audiencia. Los periodistas no respetan nada, ellos investigan lo que quieren y si desean exagerar o especular sobre algo… solo lo hacen. — Respondí sonriendo.
…
Todo lo que vi en la emisión del noticiario fue muy sorpresivo, yo estaba preocupado… había mucho en juego, no esperaba que los noticiarios sacaran la información a la luz pública... bueno, al menos no en tan poco tiempo.
Al final del reportaje, decidí apagar el televisor, fui por unas aspirinas y dormí unas cuantas horas.
Creo que dormí tres o cuatro horas, y desperté al escuchar el sonido de mi teléfono móvil.
Un número desconocido registraba en la pantalla de mi teléfono celular, en otro momento no hubiese respondido, pero pensé en que tal vez era Ramírez
Al contestar, escuché una voz femenil al otro lado de la línea, para mí fue extraño teniendo en cuenta de que eran casi las 9:00 pm.
— Buenas noches. — Dijeron al otro lado de la línea.
Yo sin perder el tiempo, respondí:
— Buenas noches. — ¿A quién necesita?
Tras escucharme, la mujer respondió:
— Necesito hablar con el señor Damián Cardozo. — ¿Es familiar de él? — Preguntó.
— Con gusto, aunque… ¿Quién es usted y para que lo necesita? — Contesté.
— Es urgente, señor. Dígale que lo llama Margarita Reyes, es sobre una información que el señor Cardozo solicitó. — Agregó la mujer.
…
En cuanto aquella mujer se identificó, la recordé enseguida, supe de inmediato que era la señora con la que había hablado al inicio del día.
Justamente ella era contacto del capitán Flórez en San Victoria.
̶ ¿Cómo esta señora Reyes? — pregunté. — Habla con el fiscal Cardozo, disculpe… estaba dormido y no esperaba su llamada a estas horas de la noche. — Dije.
— No te preocupes, Damián. Pensé en llamarte más temprano, pero solo hasta ahora pude. — Tengo lo que me pediste, — Replicó ella. — ¿Tienes unos minutos para darte la información del expediente judicial del fallecido Reales? — Preguntó Reyes.
— Claro que sí, se lo agradezco mucho. — Contesté.
En los siguientes minutos la señora Reyes me contó todo lo que averiguó acerca del sujeto que amaneció muerto en el parque de las mil primaveras un par de días antes, el joven identificado con el nombre de Kevin Reales.
…
En ese justo momento de mi narración, uno de los agentes me interrumpió, el agente Guerra pasó la página en su libreta, antes de hacerme una pregunta:
— ¿Qué le dijo Reyes? Fiscal. — Háblenos sobre eso. — Cuestionó Guerra.
…
La señora Reyes habló conmigo por quince o veinte minutos, y me dijo que Reales siempre tuvo antecedentes violentos, ella me contó que en el expediente constaba información en relación a que durante el año 2009, en dos ocasiones Reales estuvo acusado por delitos de lesiones personales.
La primera vez fue denunciado por hombre y la segunda vez por una joven que se desempeñaba como mesera en una de las franquicias de la cadena de restaurantes «Papacon Fever» en San Victoria.
Según entendí en aquel momento, el asunto fue que al parecer este chico Reales empezó a comer en ese establecimiento, y desarrolló algún tipo de afecto hacia la joven y terminó por insinuarle ciertas intenciones sexuales a la joven mesera, dicha mujer no aceptó los requerimientos de Reales y este no conforme con la respuesta empezó a seguirla, todo hasta el punto de acosarla, fue tanto el acoso que terminó por golpearla hasta fracturarle la nariz.
La mesera presentó cargos, pero hubo un arreglo conciliatorio y ella terminó por retirar la denuncia en contra de Reales.
Pero, eso solo fue solo el inicio.
En el 2010, Reales volvió a ser denunciado y acusado por los padres de una niña que fue su vecina por varios años.
Los padres de la menor alegaron que Reales abusó sexualmente de la niña, según lo dicho por Margarita Reyes al teléfono, en los informes médicos existió evidencia de que la niña presentó laceraciones en sus brazos y piernas, adicional, también hubo indicios de que la menor fue penetrada en sus partes íntimas.
Incluso, la niña lo identificó como su agresor sexual.
Durante las audiencias, la sección distrital de medicina legal demostró que las laceraciones en el cuerpo de la menor fueron producto del forcejeo físico previo al violento incidente sexual.
Los médicos de la sección de medicina legal informaron al juez del caso acerca de los hallazgos derivados de los estudios que se realizaron en la niña, los facultativos destacaron evidencia de un desgarro en el himen de la menor y consigo una serie de lesiones en las partes púbicas de la niña y rastros de semen con secuenciación que coincidía con el del acusado.
El abogado defensor de Reales alegó que hubo posibilidad de que esas lesiones fueran accidentales o por un coito previo de la menor con otro hombre, pero los médicos encargados de realizar los estudios respondieron con evidencia científica que demostró que las laceraciones y la ruptura en la vulva de la pequeña se hicieron con violencia física, y durante el juicio se probó que las lesiones eran de días previos y no superiores a un mes, lo anterior en concomitancia con la denuncia y acusación a Reales.
En el trámite de las mismas audiencias la niña se entrevistó con varios psicólogos, los profesionales hicieron una serie de estudios para corroborar la veracidad en el testimonio de la menor.
En unanimidad, los profesionales llegaron a la conclusión de que lo dicho por la menor era verosímil y además adujeron que no había indicios para creer que la niña de solo diez años de edad, alteraba o superponía eventos no existentes a su declaración inicial.
Todo estaba claro, dada las pruebas científicas y estudios realizados durante el juicio, conducían al convencimiento de que el ejecutor del delito sexual contra la menor fue Reales.
En mi experiencia profesional, ese tipo de casos son demasiado fáciles, no quisiera sonar arrogante, pero era muy simple, todo estaba en su lugar.
El fiscal encargado solo tenía que desarrollar una buena estrategia en la acusación y presentar las pruebas pertinentes, si hacia las cosas como debía, Reales hubiese sido condenado a diez años mínimo.
…
— ¿Y entonces que sucedió? Fiscal. Refiero a lo siguiente, según lo que usted enuncia… claramente Reales era culpable. — ¿Cómo un agresor sexual se libra de una acusación como esa? — Preguntó el agente Marín.
— Eso fue lo más triste de la situación, agente. — Respondí.
…
Reyes terminó por decir en la llamada telefónica que el fiscal asignado al caso de la menor abusada por Reales, no presentó las pruebas correspondientes y por esa razón, Reales fue absuelto.
Después de escuchar todo lo que la señora Reyes me dijo, empecé a pensar que tal vez el fiscal comprometió su criterio por algo.
De repente, el agente Guerra volvió a interrumpirme:
— ¿A qué se refiere? Señor Cardozo. — Preguntó Guerra.
Cruzando las manos y observando a su compañero, el agente Marín replicó:
— Cardozo refiere a que tal vez el fiscal asignado a ese caso fue comprado, recibió sumas económicas de parte de alguien allegado a reales y por eso no hizo la debida gestión, Guerra.
— Tal vez así fue, señores. — Agregué.
…
Todo fue muy extraño, según entendí, el juicio estuvo viciado, las pruebas que se presentaron, se presentaron incompletas, todo hasta el punto en que el juez encargado no tuvo otra alternativa más que dejar a Reales en libertad.
Por falta de pruebas se desestimaron los cargos y por ende todo el caso se vino abajo, finalmente Reales fue absuelto.
Al escuchar todo el relato de la situación de Kevin Reales, empecé a cuestionarme sobre muchas cosas.
…
— ¿Margarita Reyes dijo algo más? Señor Cardozo. — Cuestionó Marín.
— Si, dijo otras cosas más. Ella aclaró todas mis dudas acerca del sujeto muerto, con esa llamada entendí que Reales era un tipo enfermo. — Contesté.
…
También entendí que la mayor parte del tiempo las instituciones fallan y con esas fallas se destruyen vidas y familias… el mayor problema es cuando los fallos se repiten, digo lo anterior porque un tiempo después, Reales fue denunciado nuevamente
Con la llamada, no dejé de pensar en los motivos de la muerte de Reales, a mi entender el sujeto tenía varios enemigos.
Margarita Reyes siguió al teléfono y me dijo también que la historia no terminaba allí, la señora continuó diciendo que justo un año después, Reales volvió a ser denunciado por los padres de otra menor.
Lo que siguió fue aún más escalofriante…
En 2011, Kevin Reales fue nuevamente capturado y puesto a disposición de las autoridades de San Victoria, el sujeto fue denunciado nuevamente por el delito de acto sexual con menor de 14 años.
Según el testimonio de la niña, Reales había estado circulando por su vecindario y ofreciéndoles «regalos» y «dinero» a varias menores, lo anterior bajo el concepto de que quería ser “amigo” de las jovencitas.
Después de varias visitas al deprimido residencial ubicado en el sur del distrito, mismo en el cual habitaba la menor, una tarde Reales hostigó a la niña hasta hacerla abordar en su automóvil, tras de entrar en el vehículo, se dirigieron hasta unas calles en descenso y allí el sujeto la obligó a practicarle sexo oral.
Posterior al incidente sexual, Reales la golpeó hasta dejarla en estado de inconsciencia y luego la echó a un lado de la carretera cerca de un depósito sanitario.
La niña cual por ese entonces tenía doce años, sobrevivió de milagro tras ser encontrada por trabajadores de una empresa recolectora de basuras, la menor identificó a Reales dentro del trámite del proceso.
Nuevamente la sección distrital de medicina legal investigó el asunto y determinaron que efectivamente las pruebas conducían a considerar que Reales forzó a la joven a practicarle sexo oral.
«Aunque al final de nada sirvió esa investigación».
…
— Fiscal... fiscal Cardozo, espere. No me va a decir que no hubo pruebas en esa acusación. — ¿Qué sucedió con Reales? — Preguntó Marín.
— Si hubo pruebas pero el juez las desestimó y sobreseyó el caso, agente Marín. Una vez más Reales se salió con la suya y tampoco fue sentenciado por esos hechos. — Contesté alzando la voz.
Margarita Reyes me dijo que el abogado defensor de Reales adujo que el acto sexual fue consensuado y que la jovencita tenía la costumbre de “coquetear” con hombres mayores, adicional a eso, el letrado defensor de Reales hizo un alegato en el cual enunciaba que la jovencita tenia características físicas correspondientes a una mujer adulta.
Según el defensor «Reales incurrió en un error, esto debido a los atributos físicos, abultados senos y glúteos de la menor, entonces era válido pensar que tal vez ella hizo mención a una edad que no tenía e indujo al error a su cliente».
En pocas palabras, lo que dijo el abogado de Reales. Fue lo siguiente, dado que la jovencita tenía un cuerpo voluptuoso cabe la posibilidad que hubiese fingido más edad y de esa manera habría logrado convencer a Reales de que tenía 16 años o más.
Según su lógica del abogado, en teoría el acto sexual en cuestión fue convenido por ambos y la real intención de la joven era conseguir una retribución económica, además según este mismo hombre las agresiones físicas nunca existieron, según su alegato la jovencita inventó esa parte porque no recibió la cantidad de dinero que exigió para prestar sus “servicios”.
— Espere espere, Fiscal Cardozo. — ¿Según lo dicho por este hombre, a la niña le gustaba prostituirse?¬— Preguntó Marín. — ¿pero qué clase de estupidez es esa? Por favor.
— Uhmm... ¿Puede creer esa patraña? Eso mismo pensé en su momento, al final del dia todo se fue al diablo durante el juicio, Marín. — Al final de las audiencias, el juez encargado tomó el alegato del abogado como verosímil y dejó a Reales en libertad. Y no solo eso, también destacó que Reales había sido absuelto y por esa razón ordenó que sacaran su nombre de la base de datos de agresores sexuales. — Contesté con mucha vergüenza.
…
Aunque tendríamos que decir que ese no fue el final de la situación, pues en días siguientes muchos ciudadanos de San Victoria perdieron la cabeza, la gente quedó inconforme con la sentencia.
La histeria colectiva detonó y consigo un grupo de personas fueron a la búsqueda de Reales y quemaron su casa, todo el asunto se salió de control, incluso hasta el punto en el que Reales tuvo que dejar San Victoria y escapar, asumo que después de dejar San Victoria se estableció aquí, bueno… hasta que lo encontramos mutilado y muerto en el parque de las mil primaveras.
Lo que escuché en la llamada telefónica que mantuve con la señora Reyes, ordenó mis ideas y me dio una diferente perspectiva en relación a Reales, después de eso empecé a pensar en los sospechosos…
No se me ocurría otros que no fueran los padres de esas menores, parecían ser los únicos con un “motivo” para asesinarlo.
…
— Vaya patán ese Reales! Con tan pocos años y ya había hecho tanto daño. — Exclamó el agente Guerra entre dientes.
— algo increíble, pero cierto, señores. — El tipo era un enfermo, al enterarme de todo eso dejé de sentirme mal por su muerte. — Dije.
— ¿Esta mujer «Reyes» le dijo algo más? Fiscal — Preguntó Marín.
— No, solo dijo lo que les he dicho hasta ahora. — Contesté.
…
Reyes había hecho bien la diligencia, y para ese entonces todo tenía un poco más de sentido, aunque después de terminar la llamada, yo no estuve bien…
Recuerdo que no podía concentrarme en nada, había pasado por uno de los días más abrumadores de mi vida.
El 4 octubre de 2014 es un día de esos que nunca olvidas, fue uno de esos días donde realmente me cuestionaba acerca de mi trabajo…
Pensaba en el valor de mi vida y me preguntaba si todo lo que vivía día a día, compensaba los seis mil dólares que ganaba al mes.
Para ser sincero, nunca lo hice por dinero, lo cierto es que amaba mi trabajo, sin importar lo peligroso que pudiera ser, aunque cuando llegaba la noche, muchos interrogantes me abordaban.
Cuestionaba cosas como:
¿VALE LA PENA TODO ESTO? ¿Y SUCEDE DE NUEVO? ¿SOBREVIVIRÉ?
No dejaba de pensar en si valía la pena, refiero a toda la mierda que he recibido durante todos estos años, por ejemplo, el recibir una llamada en la noche para enterarme de las porquerías que había hecho un fulano encontrado muerto en días recientes.
Y no solo era el hecho de recibir la llamada, era el hecho de haber estado en una balacera tan solo unas horas antes justo en la tarde de ese mismo día.
O tal vez el hecho de que con un poco menos de suerte no hubiese podido dar el abrazo que le di a Harold y a Raquel esa misma noche justo antes de dormir.
Las balas en esencia solo son pólvora y metal, pero cuando salen de un revolver quitan vidas y destruyen familias completas, y yo mejor que nadie lo sé.
Me aterraba el hecho de haber visto tantos muertos en un mismo día, ni siquiera en un día, en solo unas pocas horas.
Todos esos hombres eran algo de alguien, novios, esposos, padres, hijos, hermanos.
Debo ser honesto y aceptarlo pero después del incidente de WorldWallTrade, empecé a tener miedo, me aterraba Nueva Paz
La vida es demasiado efímera y ese día entendí que hay una marca en los seres humanos al nacer, la inevitable marca de la muerte. Esa que nos persigue desde nuestra infancia y nos acompaña en todo el camino, allí avanzando a pasos lentos y sonriéndonos con sus puntiagudos dientes en cada instante, misma que hace trazos desmesurados y tienta al destino justo al momento en que abordas tu automóvil o cuando te subes a un ascensor, esa misma que te observa al cruzar la calle, esa que siempre va de la mano contigo.
Esa maldita marca es lo único seguro y el 4 de octubre de 2014 lo entendí.
…
— Fiscal Cardozo. — Si gusta el agente Guerra y yo podemos darle un espacio. ¿Necesita tiempo? No queremos que los recuerdos lo abrumen. — Exclamó muy respetuosamente el agente Guerra.
— No, no es necesario. Señores— Estoy bien, es solo que me dejé llevar. — Agregué intentando mantener la compostura.
Mientras conversaba con los agentes Gabriel Marín y Marco Antonio Guerra, empecé a sentirme mal.
Para ser exacto, sentía una extraña sensación de vértigo y por instantes no sentía mis piernas.
En ese momento de la conversación, la enfermera Torres volvió a la habitación con un vaso con agua y sosteniendo una pequeña píldora.
…
— Disculpen que los interrumpa, caballeros, pero el señor Cardozo debe tomar sus medicamentos. — Dijo la enfermera convidándome a tomar la píldora.
Sin cuestionarla, todo por la confianza que tenía en ella, tomé la pastilla junto con el agua, después de ingerirla, me recosté e intenté seguir conversando con los agentes.
Entretanto siguió la charla, la enfermera Torres se retiró de la habitación, pasados unos segundos sentí mis ojos muy caídos y experimenté un momento de somnolencia increíble, aunque, lo anterior solo fue por unos minutos, luego me sentí enérgico y un tanto eufórico, las horas se hacían largas, y de una u otra manera el tiempo no transcurría “normal”, o bueno, al menos yo lo percibía muy lento.
Mientras todo esto pasaba, el agente Marín me observó y terminó por preguntar:
— ¿Y bien? Fiscal Cardozo. — ¿Qué pudieron resolver sobre el caso de Reales? — ¿Alguna otra información relevante que pudiera haber recibido de parte de la Sra. Reyes? — Cuestionó el agente.
A lo que yo contesté con la mente un tanto displicente:
— No, ella solo dijo eso. Una vez que terminé mi llamada con la Sra. Reyes, no tuve impulsos para seguir despierto… solo esperaba poder fundirme en mi cama, y así lo hice. — Respondí.
Tras contestar la pregunta, hice un esfuerzo por seguir conversando con los agentes.
….
5 de octubre de 2014 (Meses previos al atentado)
Al día siguiente me levanté e inicié mi rutina como todas las mañanas, mientras encendía el televisor y me disponía a ver las noticias, terminé por encontrar que se hablaba acerca del incidente del asalto al camión de valores en el que habíamos estado involucrados en el día anterior, el inspector Ramírez y mi persona.
Incluso, los noticiarios y la prensa le habían puesto un desagradable «titulo» al fatídico hecho.
…
— ¿Qué título le pusieron? Fiscal. — Preguntó Guerra.
— Los noticiarios locales lo nombraron «La masacre de WorldWallTrade». — Contesté.
— ¿Habla en serio? Señor Cardozo. — Cuestionó el agente Guerra con mucho interés.
— Hablo muy en serio, señores. — Como les he dicho, en Nueva Paz los medios hacen lo que quieren, por esa razón no fue extraño ver que los canales locales hicieran reportajes y mostraran fotos de los oficiales y empleados abatidos, incluso en esa mañana empezaron las especulaciones acerca de las presuntas responsabilidades que supuestamente tuvimos en los hechos, el inspector Ismael Ramírez y mi persona. — Contesté una vez más.
…
Entre ese día y el siguiente, cinco y seis de octubre de 2014, recibí más de 60 llamadas, entre esas, llamadas al teléfono de mi oficina, llamadas al teléfono de mi secretaria, llamadas al teléfono de mi casa, incluso, llamadas a mi teléfono móvil personal.
Todas con un mismo propósito, «un periódico o noticiario que esperaba que yo diera una entrevista acerca de lo que sucedió en la tarde del 4 de octubre».
…
— ¿Y qué hizo usted? Cardozo. — Preguntó el agente Marín observando desde su asiento.
— Lo cierto es que no concedí ninguna entrevista, porque primero debía saber cómo estaban las cosas de lado de Ramírez. — Respondí.
…
En esos dos días mantuve un par conversaciones cortas por vía telefónica con el inspector Ramírez.
Recuerdo que las cosas estaban muy mal, por una parte, la división de investigaciones y control interno de la Policía requirió al inspector Ismael Ramírez, lo anterior con el fin de cuestionarlo acerca de los sucesos del asalto al camión de valores de la empresa «WorldWallTrade».
Ramírez me dijo que lo habían interrogado en relación a lo sucedido, incluso, iniciaron una investigación disciplinaria en su contra.
El día 6 de octubre de 2014, recibí una llamada de parte de un funcionario del mismo departamento de investigaciones, aquel sujeto demandaba un encuentro conmigo.
En la tarde de ese mismo día, el funcionario y mi persona nos encontramos a dos calles en descenso al lugar de mi oficina.
Al llegar al sitio acordado, un sujeto me increpó, un hombre de color de avanzada edad y con un semblante de mucha seriedad.
El hombre me cuestionó con preguntas acerca del incidente del 4 de octubre de 2014.
Yo sabía que la investigación no iba conmigo, estaba seguro de eso, estaba seguro porque al final del día, yo era un funcionario de otra entidad, tenía la total certeza que esos hombres investigaban asuntos relacionados con policías y miembros de las agencias adscritas al departamento policial.
Por otra parte, estaba claro que el funcionario quería saber el papel que Ramírez había desempeñado en el operativo fallido de «WorldWallTrade».
Para ser sincero, en un punto de la conversación, aquel sujeto desveló que «ellos» estudiaban la hipótesis de que el incidente fuera originalmente un trabajo interno.
Dicho hombre me preguntó muchas cosas, cuestionó cómo había llegado yo al lugar de los hechos y cuestionó también mi relación personal con Ramírez.
…
— ¿Qué respondió usted? Fiscal Cardozo. — Preguntó el agente Guerra haciendo anotaciones en su libreta.
— Cosas puntuales. Debía ser cuidadoso con mis respuestas… no quería que Ramírez fuera desvinculado de su cargo. Recuerdo que le dije al sujeto que Ramírez seguía mis órdenes, y que yo había armado todo el operativo según investigaciones previas y que el resultado había sido un accidente ajeno a nuestras funciones y responsabilidades, también enuncié que durante el operativo existieron una serie de «situaciones adversas» que no nos permitieron reaccionar de manera efectiva. — Contesté.
…
El funcionario estaba molesto con mis respuestas, incluso en un momento las cosas se salieron de control y aquel hombre dijo que no podía usar esa palabra en su informe.
“Situaciones adversas”, oh… recuerdo mucho su rostro de molestia.
El sujeto refería a esa palabra… aquel hombre mencionó que para ser más exacto en su informe, debía usar la palabra «Ineficiencia» o «Error”, el funcionario intentó hacerme entender que por culpa del inspector y mía, los oficiales y trabajadores de WorldWallTrade fueron asesinados.
Las palabras de ese hombre me enfurecieron, yo realmente sabía a donde iba toda esa mierda burocrática.
Antes de ser Fiscal, fui abogado de seguros y siempre supe que esas “investigaciones” en primera instancia son para “esclarecer” hechos, pero en medida de que analizas con profundidad su finalidad terminas por darte cuenta que es solo un mecanismo para cuantificar daños y saber cuánto deberán desembolsar para pagarle a cada familia por concepto de póliza de seguro de vida y tiempo de antigüedad de los fallecidos.
No soy un hombre crédulo, reconozco la realidad cuando la tengo enfrente y sé que a nadie le importa un oficial de policía muerto más que a su familia y a sus amigos.
Tal vez suene déspota, pero es la verdad, así funcionan las cosas.
Finalmente aquel hombre preguntó por los elementos robados, aunque era claro que él lo sabía, incluso los medios de comunicación lo sabían con detalles.
Mientras yo hablaba, el mismo tipo tomaba apuntes en unas hojas de papel, al terminar de responder sus preguntas, el tipo tomó un sello en tinta y me preguntó:
— ¿Le molestaría firmar este documento? Fiscal.
Yo sabía exactamente que era ese documento, pero quería escucharlo de palabras propias del sujeto, así que observándolo a los ojos, le dije:
— No tengo problema, Pero ¿Qué clase de documento es?
El hombre haciendo uso de un tono hostil, replicó:
— Este documento surte efectos como «declaración» personal, y no es más que las respuestas dadas por usted a los cuestionamientos que le he hecho en esta tarde. Como todos sabemos usted estuvo en el lugar de los hechos, y según me ha dicho era su “operativo”, sé que usted es un fiscal antimafia asignado a este distrito, y la misma manera sé que tiene ciertas facultades que la ley le otorga, entre esas, solicitar colaboración de los miembros de la fuerza policial.
— Sé que lo sabe y también sé que todos ustedes conocen mi trabajo y entenderé que esa «hipótesis» del trabajo interno solo ha sido un malentendido. — Dije yo.
— Confió en su buena fe de colaborar con nosotros, lo anterior asumiendo que no está encubriendo los que pudieran considerarse «Fallos» o «Errores» en la praxis de Ismael Ramírez. Entiendo que usted sabe las implicaciones que tendría el hecho de que nosotros descubriéramos que el inspector Ramírez expuso a esos hombres sin las precauciones correspondientes, dada esa situación usted perdería su trabajo y hasta podría ir a prisión. ¿Estamos de acuerdo? Si está de acuerdo, por favor… firme. — Agregó el funcionario con un desproporcionado tono irónico en su voz.
…
Tras escuchar las palabras del funcionario, lo observé con una mirada reñida y sonreí, sin dilatar el asunto, firmé el documento, no deseaba que desvincularan a Ramírez de su empleo, después de firmar el papel, estreché manos con el sujeto y caminé hasta mi automóvil, dentro del vehiculó llamé al inspector para comunicarle lo que había sucedido.
Por aquellos días, Ramírez y yo no manteníamos conversaciones tan largas, solo hablábamos tres minutos o menos y usábamos «claves» para decirnos ciertas cosas.
En teléfono no podíamos hablar sobre el incidente, tampoco era prudente hablar sobre temas personales o familiares, así que evitábamos ese tipo de conversaciones.
Mientras el teléfono repicaba, encendí un Fiamma y empecé a fumarlo, después de unos segundos la llamada fue atendida:
— Inspector. — Dije yo a un lado de la línea.
— ¿Cardozo? — ¿Eres tú? — Preguntó Ramírez.
— Si, inspector. Lo llamo a saludarlo, espero que este bien. — Respondí. — ¿Qué hay nuevo? — Pregunté.
— No mucho, Damián. — ¿Cómo está todo? — Me alegra saludarte, ¡Hey! he visto que juegan los Búfalos Blancos esta noche. — ¿Verás el juego de hoy? ¿irás a la arena de Nueva Paz? — Cuestionó con mucho interés el inspector.
— Todo está bien, no creo ir a la arena a ver el juego… los boletos están costosos, creo que lo veré en casa. — ¿Por qué la pregunta? — Cuestioné también.
— No es gran cosa, solo que he visto que sigues la liga nacional, y tengo un familiar que necesita boletos. — ¿Podrías ayudarme a conseguirle boletos? Tal vez conozcas a alguien, ¿No? — Exclamó el inspector al otro lado de la línea.
— Depende, hermano. Sabes que el juego de hoy es importante y los Búfalos están de locales. Es difícil conseguirlos a esta hora, ¿Cuántos necesita? — Pregunté.
— Mi primo necesita nueve boletos, si puedes ayúdame con eso, te lo agradecería, acudo a ti porque sé que eres miembro del club deportivo, ayúdame con los boletos, son de suma importancia, Cardozo. — Finiquitó el inspector
— Descuida, Ismael. Los tendré, te marcaré treinta minutos antes del inicio del juego para comentarte si he podido conseguirlos. Nos vemos, inspector. Me alegró saludarte. — Agregué en la línea.
…
Finalmente la llamada terminó.
De esa manera supe que el inspector y yo tendríamos una cita en esa noche a las 9:00 pm, pedir un número de boletos por teléfono era una de nuestras maneras de coordinar la hora para nuestros encuentros, nuestras reuniones, esas mismas que siempre se llevaban a cabo en el «Royal Peruvian».
Dicho negocio era muy discreto, era un gran lugar, bueno lo era hasta antes de que la oficina de impuestos lo clausurara.
Recuerdo que de día era un restaurante étnico, pero de noche funcionaba como un bar deportivo idóneo para cualquier evento relacionado a las ligas deportivas nacionales, principalmente la liga de baloncesto, todo porque el lugar estaba situado justo detrás de la casa de los Búfalos Blancos o también llamada «Arena de Nueva Paz».
Por suerte esa noche los Búfalos Blancos de Nueva Paz enfrentarían en un juego regular al club tres veces campeón de la liga, y eternos rivales en el clásico de esta región del país, los afamados «Saurios Marinos» de San Victoria.
Esa noche sería el momento perfecto para que el inspector Ramírez y yo nos reuniéramos para conversar acerca de la situación que estábamos por afrontar, lo más importante es que podríamos reunirnos allí sin despertar sospechas de ninguna índole.
Tras terminar la llamada, me dirigí a casa y pasados unos minutos en la vía, arribé a mi hogar, no estuve mucho tiempo en casa, recuerdo que solo duré el tiempo suficiente para cenar.
A las 8:30 pm, marqué al teléfono del inspector Ramírez, lo anterior sin permitir que el tono de marcado se extendiera.
Era obvio que Ramírez entendería la señal.
Al salir de mi casa, encendí un Fiamma y abordé el automóvil de Raquel, pisé el fierro del acelerador y giré por la carretera hacia la autopista.
Veinte minutos sobre el asfalto fueron suficientes para conducirme hasta el lugar del encuentro.
Di un par de vueltas antes de llegar al lugar, estaba un poco paranoico, porque cabía la posibilidad de que me siguieran y no quería correr riesgos, por esa misma razón fue que esa noche conduje el automóvil de mi esposa.
Con cautela estacioné el automóvil en la entrada del Royal, tomé un tiempo para mirar los alrededores del lugar y cerciorarme de que nadie me siguiera, finalmente bajé del vehículo y entré al lugar.
Había varios sujetos en el lugar, la mayoría usaba los «jerseys» blancos y rojos en señal apoyo a nuestra franquicia deportiva.
Yo por mi parte solo vestía con un par de zapatos color negro, un pantalón de jeans color azul y un suéter blanco acompañado de una chaqueta negra.
Ah! Casi lo olvido, en esa noche también usé una gorra negra con el eslogan de los Búfalos Blancos.
Mientras ingresaba al recinto, una camarera me sorprendió, aquella voluptuosa mujer me ofreció la carta de los licores y me preguntó que si quería acomodarme en la barra.
Justo antes de entablar una conversación con ella, sentí una voz al fondo….
— CARDOZO. — Escuché al fondo del Royal.
…
Rápidamente giré mi cabeza y arrugué mis ojos, no podía distinguir al hombre que había mencionado mi nombre.
— CARDOZO…. Ven, soy yo Ismael. — Escuché nuevamente.
La voz del fondo era la del inspector Ramírez, quien ya estaba en el «Royal» previo a mi llegada, el inspector se encontraba sentado al final de la pared del lugar.
Sin perder tiempo, seguí caminando a través del lugar justo hacia la mesa que ocupaba Ismael, y mientras lo hacía le dije a la jovencita que por favor me trajera una cerveza «WhiteCastle» y una bebida «Sour-sprint Energy».
— DAMIÁN. EH, AMIGO. — Dijo el inspector casi gritando.
El efusivo saludo de Ismael fue una señal innegable de que estaba un tanto ebrio, usualmente su comportamiento no era así, incluso ni en sus días más alegres.
Tras abrazarme y hablarme casi justo frente de la nariz, terminé por sentir su agrio aliento a cerveza.
— Eh, amigo. ¿Qué hay? Pensé que no vendrías, pero… me dije a mi mismo «Ese malnacido ama a los búf, a los bufs... a lo... A los Búfalos y no se perderá el partido». — Vociferó el ebrio inspector.
…
Era demasiado inusual verlo en ese estado, en más de un año de frecuentar el lugar y compartir tiempo por fuera del trabajo, jamás lo vi en un estado similar.
Tratando de calmar sus ánimos y con un gesto de incomodidad, respondí:
— ¿Cómo que ama a los Búfalos? — Pregunté. — ¿De qué cojones hablas? Sabes que he venido para que hablemos de nuestro «problema», no he venido por el jodido juego. Dime algo, ¿Hace cuánto llegaste? ¿Qué has estado tomando? — Agregué.
Con los ojos entre cerrados y el habla ralentizada, Ramírez contestó:
— Así que ahora tus mandas, maldito hijo de puta. — ¿Crees que puedes controlar lo que hago y como bebo? Jodido infeliz. — Replicó con hostilidad el intoxicado inspector.
— ¿A qué viene todo esto? Ismael. ¿Qué cojones estas diciendo? Estas borracho… Baja la voz, aun ni siquiera inicia el jodido juego y ya estas ebrio. — Contesté intentado apaciguar los ánimos del inspector.
Toda la situación empezaba a abrumarme y a desconcertarme, el tipo hablaba sandeces y no paraba de subir el tono de su voz, esto sumado al hecho que hasta se levantó de la mesa.
— A MI NADIE ME DICE LO QUE TENGO QUE HACER, CARDOZO. — TU… TU…SIEMPRE TRAES PROBLEMAS, MALNACIDO… YO HABLO COMO QUIERA, MALDITA SEA. — Vociferó el inspector con un gran gesto de hostilidad en su rostro.
— Pero ¿Qué carajos te pasa? Amigo. Cálmate ¿Qué diablos dices? Hermano. — Repliqué con gran afán de calmarlo.
…
Al momento en que le dije que se calmara, pareció que por arte de magia su voz subió de tono nuevamente y empezó a volverse más hostil, e incluso, hasta agresivo.
Sin pensarlo dos veces, lo sostuve de los brazos y puse su cabeza hacia abajo contra la mesa.
— ¿TE VAS A CALMAR?... CON UN DEMONIO, ¿TE CALMARAS? — Le pregunté sosteniendo su cara contra la mesa.
— SUELTAME, BASURA. ERES UN MARICA, DAMIÁN. — Contestó el inspector intentando provocarme.
Varios sujetos que estaban dentro del bar pusieron la vista sobre nosotros, todo parecía indicar que nuestra «reunión» sería una total pérdida de tiempo, pues pensé que Ramírez estaría sobrio.
Nueva Paz se estaba cayendo a pedazos, una investigación disciplinaria estaba en curso, control interno estaba sobre Ramírez y sobre mí, y al muy imbécil se le dio por embriagarse.
No podía creer que estuviera pasando todo eso, era increíble.
Tras escuchar nuestra discusión, a un lado de la barra se levantó un tipo de barba muy poblada y con notorio sobrepeso, y dijo:
— ¿QUE PASA ENTRE USTEDES? NO QUEREMOS PELEAS AQUÍ, SI ARMAN BRONCA, SE LARGAN.
En ese instante me di cuenta que no podía alargar la discusión o aun peor no podría iniciar una nueva con ese hombre, debía hacer algo antes de que Ramírez atrajera mucha más atención, así que rápidamente tomé al inspector por la camisa y lo puse de pie.
— Amigo, compórtate. ¿Podemos ir a fuera un momento? Por favor. — Le dije al inspector intentando calmar los ánimos.
…
Mientras caminábamos hacia la salida del Royal, lo anterior siendo observados por un gran grupo de personas que estaban en el recinto, la joven camarera se acercó a mí, la señorita sostenía una «WhiteCastle» y una bebida «Sour-sprint».
— Señor… se... señor, son treinta y dos con quince centavos. — Exclamó la joven.
Sonriendo distraídamente y sin entrar en mucha conversación, repliqué:
— Toma 40, quédate el cambio, preciosa. Gracias.
…
Después de pagarle a la mujer, crucé la salida sosteniendo del brazo a Ramírez y con las bebidas en mi otra mano, tras avanzar con pasos rápidos, logré poner al inspector frente al vehículo de Raquel.
En ese momento puse mi mano sobre la cabeza del mareado inspector Ramírez y le dije:
— Entra al vehículo, amigo.
Lo increíble de la situación es que el policía seguía de mal genio y balbuceaba «que no entraría».
Con una mirada de molestia, Ismael balbuceó:
— Entraré si traes a tu madre, marica.
Cuando escuché esa obscena y ofensiva frase pensé en tirarle los dientes, pero al ver sus dilatadas pupilas y sentir su agrio aliento no tuve más opción que aceptar su reprobable actitud. Era obvio, el sujeto estaba descompuesto por el licor.
— Entra en el maldito auto, Ramírez. Ya deja de parlotear… no me hagas líos, Por favor, hermano. — Repliqué con actitud pacífica.
Finalmente, el obstinado hombre entendió y terminó por abordar el automóvil.
— Toma esta bebida y respira profundo, Ismael. — Dije yo acercándole el Sour-sprint.
El embriagado inspector finalmente captó el mensaje y sin balbucear sostuvo la bebida energética en su mano y la empinó hacia su boca.
Yo lo observaba fijamente mientras encendía un Fiamma a un costado del automóvil.
— ¿Qué te ha pasado? Amigo. — Pregunté. — Toda esa hostilidad, esa actitud de llamarme “marica”, se supone que nos veríamos aquí para conversar acerca de lo que está sucediendo, pero por el contrario he llegado y te encuentro con el buche lleno de alcohol y actuando como un imbécil violento. ¿Qué sucede? Hermano. Sabes que la maldita división de control interno está tras de ti y haces caso omiso a eso y solo te embriagas como un imbécil. — Agregué con mucha seriedad en mi rostro.
Entretanto mis palabras llegaban a sus oídos, Ramírez terminaba de tomar la bebida en su totalidad.
— ¿Dónde puedo poner esta lata? Damián. — Cuestionó el inspector.
— Déjala donde quieras, amigo. No hay problema, déjala dentro del coche. ¿Ya te sientes mejor? — Contesté.
…
El inspector asintió con su cabeza, lo anterior seguido de un gesto tímido con sus ojos caídos por el efecto del alcohol.
Durante un momento ambos enmudecimos, y Ramírez extendió su mano para estrecharla con la mía, unos segundos después, sus ojos empezaron a cambiar de color y un tono rojo alcanzó lo profundo de sus globos oculares, esto continuado de unas lágrimas que descendieron abruptamente a través de su cara.
— Discúlpame, Cardozo. En serio lo siento. — Dijo el inspector con la voz entrecortada.
— No hay problema, hermano. Dime ¿Qué ha pasado? Necesito que seas franco y que confíes en mí. — Repliqué.
— No ha pasado nada, es solo esta… esta… Esta maldita presión dentro de mi pecho, siento que esto me va a matar. Me siento culpable, Cardozo. En estos dos días he recibido llamadas de todas partes, incluso recibí una comunicación en la cual me notificaron acerca de que me abrirán un proceso disciplinario, es el fin de mi carrera, hermano. A la mierda todo, me van a despedir, y si me despiden, ¿luego qué? ¿A qué podría dedicarme? Mírame, tengo 40 años, ¿A dónde iría?... estoy jodido, terminaré mis días como guardia de seguridad en un maldito supermercado. ¿Cómo voy mantener a Maggie y a mis hijas si me despiden? Tengo unas hijas pequeñas, amigo. Lo sabes.
…
No esperaba que el inspector reaccionara de esa manera, aunque por otra parte yo lo entendía, sabía que estaba deprimido por todo lo que nos sucedió.
Después de escucharlo, intenté animarle.
— Tranquilo, inspector. Saldremos de esta, como siempre. — Dije yo intentando animarlo.
— No lo entiendes, Damián. Los familiares de mis hombres me han llamado, ¿Qué se supone que debo decirles? Es solo que todo esto me agobia, no he dormido desde el cuatro… no puedo cerrar los ojos sin recordar a mis hombres, sigo viéndolos a todos. Es fácil decir que saldré de esta porque no eran tus muchachos, por eso tal vez no lo entiendes, pero… yo los vi desde que eran unos críos, estuve con ellos siempre, ellos eran parte de mi familia, pasé navidades con sus familias, y mira, ahora por mi culpa han muerto.
…
Esa fue la primera y única vez que vi llorar al inspector Ramírez, me impresionaba el dolor en su rostro, la forma como se lamentaba y como su garganta por momentos no aunaba el suficiente aire para gesticular las palabras que pretendía emplear o expresar.
Fue realmente conmovedor verlo así. Pero ahora bien… ¿Quién podría culparlo?, él era solo un hombre que perdió a gente muy importante tan solo dos días atrás.
— Se lo que debes estar sintiendo, Ismael. Créeme que sería hipócrita decirte que me siento igual porque no es así. Sé que eran tus hombres y también sé que compartieron muchos tiempos juntos, pero a mí también me conmueve y me duele todo lo que sucedió. ¿No crees que yo me siento más culpable que tú? — pregunté. — Todo se fue al carajo por mi culpa, pero recuerda lo que me dijiste ese día, eso de que «estas cosas pasan»… ahora debemos seguir, considéralo y recuerda que ambos queremos lo mismo, amigo. Tenemos que despojar a la ciudad de lo que más daño le hace, debemos sacar la droga y a los bandidos de las calles. No es momento para echarnos atrás, ahora más que nunca tenemos motivos para seguir dando la pelea. Y mírate, amigo. ¿Qué diablos te pasa? ¿Acaso eres uno de esos hombres que se rinden a la primera adversidad?... tienes que recomponerte, y demostrarle a todos que puedes seguir llevando tu cargo, no puedes echarte atrás y ahora menos que control interno está tras de ti, ¿sabes?... un fulano vino a verme y me hizo preguntas sobre el incidente, el tipo intentó sugestionarme. — Finiquité.
Al escuchar la frase final, Ramírez abrió sus llorosos ojos y su respiración aumento de golpe, esto sumado al hecho de que su ebriedad se esfumó casi por completo.
— Espera, Cardozo. — ¿Quién fue a verte? — ¿Qué le has dicho? — ¿Cómo que intentó sugestionarte? — Cuestionó el inspector abriendo ampliamente sus ojos.
— Un tipo que investiga asuntos relacionados con la policía, el sujeto me hizo varias preguntas. Ya sabes… Le dije que todo fue organizado por mí y que tú solo prestaste tu ayuda y la de tus hombres por un requerimiento que yo les hice. También mencioné que hubo un par de «situaciones adversas» durante el operativo. Digamos que el hombre intentó sugestionarme diciendo que si ellos se “enteraban” que mi declaración era carecía de verosimilitud, te despedirían e iríamos a prisión, pero solo fueron estupideces, eso no pasará, amigo. — Respondí.
Mientras el inspector escuchaba mi respuesta, su semblante cambió…
— Entiendo, Cardozo. — ¿Y si te creyó? — Cuestionó nuevamente Ramírez.
— Claro que sí, imbécil. Por eso quería verte y hablar contigo, solo puedo decirte que el tipo era de color, tenlo en cuenta por si te visita próximamente. En caso de que eso suceda, debes mantener lo que he dicho, «tu solo prestaste ayuda porque te lo solicité», sabes que a mí no podrían abrirme un expediente por toda esa mierda burocrática del estatuto nacional Antimafia y sus disposiciones. Por ese lado estaremos cubiertos. Otra cosa que no debes hacer es hablar sobre el asalto por teléfono, nada de conversaciones que involucren el tema de «WorldWallTrade» y nada a nadie sobre lo que dijo el moribundo. Creo que debemos investigar extraoficialmente la procedencia de ese hombre, y tranquilo, no te preocupes por tu trabajo... mientras hagamos las cosas bien, no podrán despedirte. Ahora vayamos dentro a ver el juego, ¿Te parece bien? Marica. — Contesté al inspector.
Al final de la conversación, Ramírez volvió en sí, para ese entonces al inspector se le veía más tranquilo, y este al escucharme decirle jocosamente “marica”, terminó por soltar una estruendosa carcajada.
— ¿Me regalarías un cigarrillo? Cardozo. Vamos adentro, creo que ya nos hemos perdido el primer cuarto del juego.
…
Esa noche los Saurios Marinos destrozaron a los Búfalos Blancos, fue una noche terrible… los Búfalos perdieron el juego por más de veinte puntos.
Después de tomar un par de cervezas dejamos el Royal, y tras llevar hasta su casa al inspector, yo regresé a la mía.
Recuerdo que esa noche estuve un par de minutos sentado en el sofá de mi sala, meditaba en la frase del asaltante que falleció, me preguntaba:
¿Qué tanto daño podría ocasionarme ese criminal que llamaban «Gonzaga»?
¿Acaso sería este solo un hombre o varios sujetos?
¿Debía solicitar protección y escoltas a la unidad de protección de la fiscalía nacional?
¿Acaso todo lo que había dicho el asaltante antes de morir era un mensaje?
…
Pensaba en todas estas cosas porque siempre escuché muchas historias en los pasillos de la fiscalía, esas historias acerca de fiscales y demás funcionarios de otros distritos que trabajaron de la mano con la mafia durante años y mes tras mes recibían diez, veinte… y algunos hasta treinta mil dólares.
¿Acaso el crimen organizado intentaba persuadirme de trabajar con ellos?
En mi mente retumbaba esa maldita frase «Gonzaga te verá pronto»… ¿Qué podría significar todo eso?
…
— ¿Cree usted que tal vez esos hombres pretendían chantajearlo? Fiscal Cardozo. — Cuestionó el agente Marín interrumpiendo abruptamente mi relato.
— No lo sé, señores. Tal vez esa siempre fue la primera intención. — Contesté.
…
Finalmente después de mucho meditar esa noche en el sofá, fui a la cama y dormí… realmente necesitaba un descanso.
...
— Caballeros, disculpen que los interrumpa, pero el señor Cardozo debe tomar esta infusión. Discúlpeme, olvidé dársela más temprano, esto lo ha recomendado el doctor Alvarado. — Acotó la enfermera Torres justo de pie en la entrada de la habitación.
Ana entró en la habitación y tras interrumpir mi charla con los agentes, extendió su mano y me entregó una taza blanca que contenía una infusión con un sabor muy dulce.
— Gracias, Ana. — Contesté a la enfermera mientras recibía la infusión.
Detestaba tomar píldoras, infusiones y pastillas, todas esas cosas me resecaban la boca y me dejaban somnoliento por un par de minutos. Al final de la somnolencia… por alguna extraña razón sentía el tiempo más lento y me sentía más tranquilo.
En esa tarde no hubo excepción, justo después de tomar la infusión que me dio la enfermera, me sentí adormitado por unos minutos.
Los agentes Guerra y Marín me observaban y entretanto yo tomaba la infusión, Guerra dijo:
— Sin prisa, fiscal Cardozo. Tómela con calma y cuando esté listo puede continuar.
Dos o tres minutos tardé en tomar la infusión, y en cuanto la terminé, me sentí muy tranquilo, de hecho, muchos recuerdos venían a mi mente.
— De acuerdo, señores. Podemos continuar. — Dije a los agentes.
7 de octubre de 2014. (Meses previos al atentado)
— Damián, mi amor. Despierta… Ven. No quiero que estés triste hoy — Susurró Raquel a mi oído a un lado de nuestra cama.
…
El día iniciaba y Raquel me hablaba de pie justo frente a nuestra cama, ella susurraba a mi oído mientras bamboleaba su cabeza de un lado a otro y bailaba de manera chistosa.
Su largo cabello negro, sus marcadas caderas y todo el resto su cuerpo se movía al ritmo de la vieja canción «What the doctor orderer», misma que sonaba en el estéreo de nuestra casa.
La pegajosa música sonaba y mientras yo despertaba, Raquel dijo casi a gritos:
— Levántate, mi amor. Desayunemos… ven, baila conmigo. — No quiero verte triste y deprimido, se lo que dirás sobre la música pero escucha es solo música, hoy quiero que te sientas bien, debes cambiar tu ánimo, mi amor. Nada de malas vibras en este día.
…
Sonriendo me levanté de la cama y desayunamos juntos, al terminar fui a la oficina e hice mis labores, investigué un poco más sobre el caso Reales.
Estuve viendo fotos del cadáver y pensaba en todo lo que le había sucedido al joven Reales, las heridas y las mutilaciones en el cuerpo del sujeto no dejaban de asombrarme.
Observaba las fotos y no paraba de pensar en quien podía haberlo asesinado, esto tomando en cuenta que el final de Kevin Reales fue demasiado violento.
La forma como le arrancaron el cuero cabelludo fue algo enfermizo y ni hablar del modo en como trozaron sus dedos, su cara fue destrozada y la forma como pusieron sus “manos” sobre su miembro viril… eso parecía un mensaje, algo así como una señal, pero ¿Qué pretendían transmitir con esa señal?
Después de conocer los detalles de los antecedentes judiciales de Reales tenía muchas más preguntas que rondaban mi mente.
Mientras almorzaba en esa tarde, decidí llamar al número de Margarita Reyes, hablé con ella por un par de minutos y le solicité los nombres de los padres de las menores implicadas en los incidentes relacionados a Reales en años anteriores, lo hice porque a mi entender, ellos eran los principales sospechosos en la muerte de Kevin Reales.
…
— ¿Y qué le dijo Reyes? Fiscal. — Preguntó Marín.
— No mucho, solo me dio los nombres de los familiares de las menores que denunciaron a Reales. — Contesté.
— ¿Quiénes eran? ¬— ¿Los recuerda? — Preguntó Marín nuevamente.
— Según recuerdo respondían a los nombre de Clara y Frank Muape, esos son los padres de Katherine Muape.
— ¿Quién es Katherine? Fiscal. — Cuestionó el agente Guerra aguardando para anotarlo en su libreta.
— Katherine fue primera víctima. — Contesté.
— Y en cuanto al nombre de los familiares de la otra víctima ¿Qué le dijo reyes sobre eso? Fiscal. — Volvió a cuestionar Guerra.
— Solo recuerdo el nombre de la madre de la menor, no sé o tal vez no recuerdo el nombre del padre. Según recuerdo esa mujer responde al nombre de Astrid Granda, es la madre de Sara, la niña del automóvil. ¿Recuerdan esa parte? — Agregué con mucha seriedad en mi rostro.
— Entendemos, Fiscal Cardozo. Y ahora bien, cuéntenos ¿Qué sucedió después? — Preguntó el agente Marín sin dejar hablar a su compañero.
…
En cuanto tuve los nombres de los padres de las menores, cotejé las bases de datos de la fiscalía distrital, pero para mí mala fortuna no había nada sobre ellos.
Una vez más llamé a Margarita Reyes y le pedí como favor que revisara en los registros distritales de San Victoria, y me facilitara las direcciones de las familias en ese distrito.
Sin perder tiempo, Reyes cooperó conmigo y me envió la información vía Email.
A las 6:00 pm terminé mis labores, abordé mi vehículo y me dirigí a casa, aunque antes de llegar a mi hogar tomé un desvió y fui hasta la residencia del inspector Ramírez.
Al llegar a su casa, solo estaba Margaret, la esposa de inspector.
Recuerdo haber esperado veinte o treinta minutos hasta el momento en que Ismael llegó a su casa, recuerdo que el inspector se sorprendió de mi presencia, me saludó y conversamos por unos minutos.
— Cardozo ¿Qué haces aquí? — Preguntó el inspector. — No me avisaste que vendrías. — Agregó.
— Me alegra verte, amigo. He venido porque creo que debemos hablar, no podía llamarte al teléfono, por eso decidí venir a verte. — Dije.
— Claro que sí, toma asiento, Cardozo. ¿Deseas café? Si gustas le digo a Maggie que lo haga. Y bien, cuéntame ¿De que deseas hablar? — Preguntó el inspector con mucha preocupación en su rostro.
Desajustando mi apretada corbata y rascando mi cabeza, intenté acomodarme en el sillón que ocupaba en la iluminada sala de la casa del inspector, esto antes de articular en mi mente las palabras que usaría para abordar el tema.
— Creo que debemos hablar sobre muchas cosas, Ismael. ¿Sabes? Todo está muy delicado en las calles, después de lo que ha pasado con lo de «WorldWallTrade» creo que debemos empezar a tomar muchas precauciones. Esta situación en relación a este tipo al que llaman «Gonzaga» se ha tornado muy peligrosa, creo también que debo confesarte que en principio pensé que había muchas especulaciones con los diarios, pero todo esto del asalto y los asesinatos me han hecho entender que es demasiado serio, tanto como algo que nunca hemos manejado antes, he venido para decirte que debemos tener cuidado y no podemos pisar en falso. Estos sujetos son realmente muy peligrosos, y eso que ha dicho el asaltante no ha sido solo para asustarme, no fueron palabras, fue una amenaza muy seria… ese sujeto Gonzaga tal vez esté pensando en matarme, quiero preguntarte algo ¿Qué crees que sepa sobre mí o sobre mi familia? ¿Qué sabes sobre el asaltante abatido? — Dije con mucha seriedad.
El inspector me observaba mientras le hablaba y abriendo sus manos, replicó:
— Creo que debes cuidarte, Damián. Ambos debemos hacerlo, el punto es que sabemos poco sobre Gonzaga y sus planes, y él sabe demasiado sobre ti. Seré sincero y te diré que lo único que sé sobre el asaltante es que respondía al nombre de Edward Steinz, solo eso puedo decirte. Ah! Eso y que estuvo en prisión dos veces, la primera vez por un homicidio y la segunda por hurto agravado.
Lo que dijo el inspector acerca de ese tipo me tomó por sorpresa.
— ¿En qué prisión estuvo? Ramírez. ¿Centro penitenciario de San Victoria? O acaso fue en Nueva Esperanza? — Cuestioné con mucho interés.
— Ninguna de esta zona, ambas condenas fueron purgadas en los complejos penitenciarios nacionales en el distrito capital, según lo que he investigado Steinz militó para el crimen organizado judío, tu sabes de quienes hablo, «la milicia de néguev». — Contestó el inspector.
— ¿La mafia judía? — Háblame acerca de la familia del sujeto, ¿Qué sabes sobre eso, alguna esposa o hijos? — Pregunté.
— Si, los clanes mafiosos judíos de norte del país. Y en cuanto a lo de la familia, debo decirte que no hallé registros familiares. Nada de hijos, tampoco figura una esposa y los padres del tipo fallecieron hace un par de años. Según lo que sé, este tipo «Steinz» hacia trabajos para los judíos y antes de ir a prisión por segunda vez estuvo trabajando para una banda de asaltantes que operan al oriente del país. Lo que sí puedo decirte es que estaba próximo a los cuarenta. — Respondió el inspector poniendo un Meyer Fire en su boca.
— Hay algo que no entiendo en todo esto, inspector. No logro entender como un ex integrante de una poderosa mafia judía termina robando diamantes para un criminal local. — Repliqué.
— ¿Sabes? Para ser honesto creo que debo decirte algo y espero que lo tomes con calma. He pensado mucho en todo lo que ha sucedido últimamente y creo que tal vez este tipo «Gonzaga» no es solo un criminal ordinario, pienso que Steinz fue reclutado, y no solo eso, no estoy seguro pero cabe la posibilidad de que muchos de los hombres que trabajan para Gonzaga sean ex integrantes de grupos criminales extintos, sabes cómo funciona esto, Damián. — Agregó el inspector.
— ¿Qué quieres decir con eso? — Cuestioné con mucha incertidumbre.
— A mi entender, este “Gonzaga” está armando ejércitos urbanos para tomar Nueva Paz y consigo toda la costa. Y escúchame, Damián. Tú y solo tú eres el único impedimento que tiene para lograr sus cometidos, por eso te pido como tu amigo que te cuides mucho. ¿Entendido? — Exclamó Ramírez mientras fumaba un cigarrillo.
El inspector dijo eso ultimo con mucha preocupación en su rostro, para ser sincero jamás lo vi tan serio en alguna conversación previa.
— Es cierto lo que dices, debo tener cuidado, inspector. Por esa razón esperaba que pudiera ayudarme con algo. — Dije al inspector.
Ramírez exhaló una gran bocanada de humo y preguntó:
— Cuéntame, Cardozo. ¿En que podría ayudarte?
— Sabes que he estado investigando el homicidio del joven Reales. ¿Recuerdas? — Repliqué.
— El cadáver del parque de las mil primaveras, ¿A eso te refieres? — Preguntó el inspector. — Claro, lo recuerdo. Cardozo. Pero, no entiendo en que podría ayudarte. — Agregó.
— Tengo información relacionada a los familiares de las menores que presuntamente fueron abusadas por Reales. Ahora bien, necesito que investigues todo lo que puedas sobre ellos y que si es posible me ayudes con algún contacto en el distrito de San Victoria, ya sabes, alguien que pueda corroborar sus direcciones allá. ¿Puedes ayudarme con eso? — Cuestioné.
El inspector me observaba fijamente mientras exhalaba otra gran y espesa bocanada de humo.
— Lo intentaré, amigo. Por ahora solo dame los nombres de los familiares. — Contestó Ramírez.
— Frank y Clara Muape, esos son los padres de la niña Katherine Muape, y Astrid Granda, esa es la madre de la segunda niña, llamada Sara Granda. Y bien ¿Cuento contigo? — Pregunté mirando al inspector.
— Te he dicho que lo intentaré, Cardozo. — Exclamó Ramírez. — Veré a quien tengo en San Victoria y te avisaré. Dame dos días. — Finiquitó el inspector con el rostro muy serio.
— Está bien, amigo. De acuerdo. — Repliqué confiando totalmente en su palabra.
Pasó más de una hora desde el momento en que llegué a la casa del inspector Ramírez, al terminar nuestra conversación me retiré y volví a casa.
...
— Señores, disculpen. El tiempo de visitas ha finalizado, de hecho, se han extendido en el horario de visitas del señor Cardozo. Ya debe descansar. Les daré diez minutos más, estamos por cerrar las instalaciones, espero que entiendan. — Exclamó la enfermera Torres interrumpiendo mi conversación con los agentes.
…
Tras escuchar las palabras de la enfermera, el agente Gabriel Marín frunció el ceño y le hizo un disimulado gesto con los ojos a su compañero, quien lentamente se acercó a la enfermera y luego a los guardias que estaban en la entrada de mi habitación, con mucha cautela Marín les dijo algo en voz baja.
Contados segundos después, los guardias y la enfermera se apartaron y Marco Antonio Guerra cerró la puerta.
Por otra parte, el agente Marín se puso de pie justo frente a mi cama y cruzó sus brazos.
— Fiscal Cardozo. Hemos terminado por el día de hoy, la OCVN agradece su cooperación. Ahora bien, en orden del trámite y con mucha tristeza debo tratar un asunto que no es cómodo para mi mencionarle pero que dadas las circunstancias tengo que tratar con usted. Recuerda el documento que ha firmado al inicio de nuestra visita, ¿lo recuerda? — Preguntó Marín.
¿Recordar?... ¿Cómo no la iba a recordar? Después de escuchar las palabras del agente, supe lo que sucedería, sin embargo, quería escucharlo de sus propias palabras.
— Si, lo recuerdo, agente. ¿Y bien? — Cuestioné.
— Lo siento, fiscal Cardozo. Pero, desde mañana no podrá recibir más visitas de sus familiares y tampoco podrá comunicarse con ellos por vía telefónica u otros medios magnéticos. Debo reiterar también que desde mañana la OCVN tendrá control total de todos aquellos que eventualmente tengan contacto con su familia, eso quiere decir que removeremos de sus familiares más cercanos cualquier tipo de protección u escoltas ajenos a los que la OCVN pueda suministrarles. De igual manera los dos hombres que custodian esta habitación también serán removidos, siguiendo este orden de ideas, debería decirle que es necesario que haga entrega de cualquier localizador, teléfono u otro artefacto electrónico que lo vincule con alguna persona en específico fuera de este lugar. No quiero presionarlo, Cardozo. Pero usted sabe que no puede mentir acerca eso, si tiene algún objeto o similar con las descripciones que le he dado antes, debe entregarlos hoy. — Dijo el agente Marín sin alzar mucho su voz.
Al escuchar todo lo que el agente Marín dijo, no sabía cómo responder, yo no olvidaba que conservaba el teléfono de mi madre.
Ella me lo había dejado cuando me visitó, y para ese entonces, la pregunta que me hacía a mí mismo era… ¿Debía ocultarlo?
Aunque, ¿De qué me serviría cuando la batería se descargara? ¿O cómo podría ocultarlo de la enfermera o de los agentes? Esos mismos que parecía que empezarían a controlar cada paso que diera dentro de ese maldito hospital.
— ¿Ha entendido? fiscal Cardozo. — Cuestionó el agente.
Apuntando con mi dedo índice en dirección a Marín y con un tanto de hostilidad en mi voz, respondí:
— Claro que entendí, no soy un maldito retrasado, Marín. Se lo que he firmado y efectivamente si tengo un aparato electrónico conmigo, refiero a un teléfono móvil. Y lo entregaré, pero no se lo entregaré a ustedes, será la enfermera Torres quien se lo devolverá a mi madre. Si no es así, pueden irse al carajo, y una cosa más, antes de entregarlo, lo usaré para despedirme de mi familia. Deben dejarme hacer una última llamada o pueden irse al carajo ustedes y la OCVN. Es así, lo toman o lo dejan.
El agente Marín sonrió con un claro gesto de molestia, y rascando su cabeza, agregó:
— Está bien, fiscal. La enfermera puede devolverlo, eso sí… bajo nuestra supervisión. Mi compañero y yo la llevaremos hasta la casa de su madre y allá se hará la entrega, en cuanto a su llamada, puede hacerla. Tiene quince minutos para hacerla, me retiraré de la habitación para que tenga mayor privacidad y volveré al término de ese tiempo. Nos vemos en un momento, Cardozo.
…
El agente Marín se retiró de la habitación, y realmente no voy a mentir… debo aceptar que estaba demasiado triste en ese momento y sentía un inmenso nudo en la garganta.
Aun no puedo explicar todas las emociones que sentí y experimente, solo recuerdo que mis ojos empezaron a aguarse…
Sin perder más tiempo tomé el teléfono móvil de mi madre y marqué al número del teléfono fijo de su casa.
La línea repicó varias veces y pasado unos segundos, escuché la voz de mi madre al otro lado del teléfono.
— Buenas noches. Diga... — Dijo mi madre con mucha incertidumbre en su voz.
— Hola madre. ¿Cómo estás? — Dije yo con mucha ansiedad.
— Damián. Hijo, que alegría escucharte. ¿Cómo estás tú? — Replicó mi madre.
̶ Bien, ma. ¿Y tú cómo estás? ¿Cómo esta Javier? — Pregunté con la voz quebrada.
— Estamos bien, hijo mío. Javier está muy bien, debe estar en sus clases, ya sabes que asiste a la universidad en la noche. Pero, ¿Qué tiene tu voz? Te oyes triste… ¿Cómo están las cosas allá? Javier y yo estamos pensando en visitarte mañana. — Exclamó mi madre con mucha alegría en su voz.
Al escuchar tanta emoción en sus palabras, simplemente no pude aguantar las ganas de llorar, y con la voz entrecortada, exclamé:
— Escúchame, mamá. Te llamo para decirte que te amo y que espero volver a casa pronto. Y en cuanto a mi visita, debo decir que estará un poco difícil, no pueden visitarme más, no puedo recibirlos. No podré verlos hasta que terminé la investigación, lo siento.
Tras escucharme, mi madre enmudeció unos segundos, y seguido, preguntó:
— Espera… espera, hijo. ¿Cómo que no podemos verte más? ¿De qué hablas?
— He firmado un par de documentos que me obligan a cooperar, madre. Es por nuestro bien. Por favor, deben suspender las visitas hasta que la investigación termine. Yo llamaré a Raquel y le explicaré todo. Necesito que estés pendiente del niño y de ella, visítalos y no dejes que Raquel pierda la cabeza. No puedo hablar más tiempo, cuídate mucho. Dale un abrazo a Javier de mi parte. — Contesté con un horrible nudo en mi garganta.
— Respóndeme algo ¿Por qué nos haces esto? Damián. ¿Qué investigación? Nunca entendiste que haciendo todas estas cosas me rompes el corazón. Desde hace cinco años jamás he podido dormir tranquila, solo quiero decirte que espero que te cuides mucho, te lo he dicho desde niño y nunca me has escuchado. «El buen jugador se retira temprano de la mesa y más cuando ha ganado». Eres tan egoísta, siempre pensando en ese maldito trabajo, ojalá cuando vuelvas no sea demasiado tarde. — Replicó mi madre con mucha ira en su voz.
— Te amo, madre. Todo saldrá bien, confía en mí. Nos vemos pronto. — Finiquité antes de cerrar la llamada.
…
«Cuatro largos minutos con treinta segundos», ese fue el tiempo que duró la llamada con mi madre… yo sabía cómo era ella, con ella jamás había dramas, desde niño aprendí a conocerla… ella se desprendía de cualquier cosa y si era necesario también lo hacía de la gente que tenía a su alrededor.
Era de esas personas que me levantaba para ir a colegio cuando era un niño, y en cuanto volvía a casa, ya ella había cambiado de lugar todos los muebles de la sala, ella siempre creyó en las rotaciones y en los cambios de enfoque, así siempre fue.
Yo sabía que ella me apoyaría en cualquier situación, incluso sino estaba de acuerdo o también sin importar que su propia vida estuviese en riesgo.
Lastimosamente, Raquel era distinta. Por aquel momento sentía la necesidad de pedirle perdón a Raquel, me sentía terrible por todo lo que estaba sucediendo.
Había estado junto a Raquel desde muy joven y aun a mis 36 años, no dejaba de arrastrarla a una vida que solo yo pretendía vivir, siempre pensé que parte de mi destino era cambiar un poco las cosas en mi distrito, pero la pregunta era: ¿A qué precio?
…
Sosteniendo el teléfono móvil en mi mano pude darme cuenta que estaba a punto de cruzar una línea que tal vez no tendría retorno.
A mi modo de ver yo tenía una esperanza para el Nueva Paz, y de la misma manera también una gran oportunidad para mi vida profesional.
Pensaba en que si todo salía bien, tal vez las cosas en el distrito mejorarían, eso teniendo en cuenta que yo a través de mí, la OCVN conseguiría mucha información relacionada a todos aquellos que le hacían daño a mi distrito y consigo a todas las personas a las que yo juré proteger al asumir mi cargo, por otro lado era innegable que dicha organización podría seguir la pista de los criminales que intentaron asesinarme, cosa que no podría hacer yo por mi cuenta, o tal vez si podría pero me tomaría mucho tiempo.
Estaba claro, ellos tenían muchos más recursos que yo.
Con la OCVN de mi lado las posibilidades de un cambio eran más probables y lo mejor es que confiaba en que al final de la investigación mi carrera se elevaría muchísimo.
¿Quién podía culparme por ambicionar un poco? Como lo vi en aquel momento «todos queremos escalar en nuestras vidas y yo no era la excepción».
¿Por qué solo ser un fiscal de distrito?, Si podía llegar más alto… tal vez mi destino era ser un fiscal nacional o ¿por qué solo detenerme allí?
Fantaseaba con muchas cosas, entre esas «Damián Cardozo, el nuevo director de la Unidad Nacional Antimafia».
Qué lindo sonaba eso, ¿No lo crees?
El pequeño Damián soñando una vida que nunca llegaría.
Estaba claro que no podría retractarme, porque incluso antes de firmar el documento para empezar a cooperar, ya estaba tan metido en esto que no tenía vuelta atrás.
Era obvio que mis acciones tendrían repercusiones graves en mi matrimonio, pero Estaba seguro de que Raquel me perdonaría cuando todo acabara.
Finalmente decidí marcar al teléfono Móvil de mi esposa, mientras escuchaba el tono del marcado, pensaba en que decir… unos segundos después, escuché la voz de Raquel al otro lado de la línea.
— Buenas Noches. Diga... ¿Señora Sofía es usted? — Dijo Raquel con mucha confusión en su voz.
— Hola, mi amor. — Dije yo casi susurrando.
— Damián. ¿Eres tú? — Preguntó Raquel.
— Sí, mi amor. ¿Cómo estás? — Repliqué.
— Bien, Dami. Me alegra mucho escucharte, mi amor. Quería decirte que lo siento… no estuvo bien lo que te dije la última vez que nos vimos. — Exclamó Raquel.
— No te preocupes, Mi amor. Llamo para saber cómo están ¿Cómo está el niño? — Pregunté con mucho interés.
— Harold está bien! ahora mismo está dormido. Tiene muchas ganas de verte… pregunta por ti a cada instante. Me ha dicho que le prometiste que irían por una historieta de Inder. Me pregunta a cada momento que cuando volverás, ¿Sabes? Hemos pensado en irte a ver mañana o tal vez pasado mañana. — Agregó Raquel con mucha emotividad.
Tras escucharla, no sabía cómo decirle que no podría verlos, de hecho, me sentía fatal… sentía que nada sería igual después de esa llamada, Raquel había soportado mucho, yo la conocía demasiado pero realmente no tenía idea de cómo reaccionaría después de lo que estaba a punto de decirle.
— Mi amor. Tengo que decirte algo, quiero que me perdones, Raquel. — Dije yo con la voz entrecortada.
— ¿Qué pasa? Damián. No tengo nada que perdonarte. ¿Qué tienes? Mi amor. — Replicó ella.
— No podremos vernos por un tiempo. Raquel, Perdóname. — Exclamé con mucha tristeza.
— Mi amor. — ¿Estas llorando? ¿Cómo así? — Preguntó Raquel. — Explícate, me asustas, Damián. — Agregó.
— He firmado unos documentos que me obligan a cooperar para investigar el atentado, y por esa razón no podré verlos hasta que todo termine. Lo siento mucho, Raque. Pero tienes que saber que todo va a salir bien, te lo prometo. — Expliqué con mucha insistencia.
— Damián, no… no tienes que darme explicaciones, tampoco tienes que prometerme nada. Tú nunca cumples nada de lo que me prometes. ¿Sabes? Por un momento, tan solo por un breve momento… pensé que no lo harías, pensé que considerarías lo que te dije y que volverías con nosotros. Pensé que me escucharías y que nos iríamos a otro lugar a iniciar desde cero, pensé que al menos querías al niño tan solo un poquito. Pensé… pensé… pensé... maldita sea…. pensé tantas cosas. Pensé que eras alguien distinto, pero finalmente me doy cuenta que solo piensas en ti. — Replicó Raquel con mucha molestia en su voz.
…
No puedo explicarlo, pero mientras la escuchaba hablar, rompí en llanto… las lágrimas caían profusamente desde el interior de mis ojos.
— Tienes que entenderme, Raquel. Lo hago para protegerlos, esto es algo que necesito. No puedo perder esto… esto es la historia de mi vida, es quien soy. Confía en mí, por favor. — Exclamé en un intento de calmarla.
— Ya dije lo que tenía que decir, Damián. Y tú también has dicho lo que piensas… Esa es la historia de tu vida y debes ir tras ello. Harold y yo somos solo cosas de segundo plano para el respetado fiscal Cardozo. No te preocupes por nosotros, yo solo te deseo suerte y espero que no me toque criar al niño sola. — Agregó Raquel con la voz temblorosa por la ira.
— No digas esas cosas, Mi amor. No va a pasar nada, te prometo que en pocos días estaré de vuelta. — Repliqué en un vano esfuerzo por calmarla.
— Ojalá que Dios te escuche, Damián. Asumo que es la última vez que hablaremos, ¿Cierto? — Preguntó ella.
— No es la última. Esto es solo temporal, mi amor. Yo volveré a volver a casa pronto. Ya debo despedirme, quería decirte que espero que puedas perdonarme, te amo demasiado. «We can dance if we want to, we can leave your friends behind 'Cause your friends don't dance and if they don't dance well they're no friends of mine» — Dije casi llorando al teléfono.
Raquel suspiró a través de la linea después de escucharme, y pasaron varios segundos antes de que ella respondiera.
— «I say, we can go where we want to a place where they'll never find and we can act like we come from out of this world leave the real one far behind, we can dance». — Replicó Raquel llorando.
— ¿Aún la recuerdas? Raquel. — Pregunté.
— ¿Crees que olvidaría nuestra canción? Damián. Yo también te amo y te despediré del niño. Cuídate, esperamos verte pronto, le pediré a Dios que vuelvas vivo. — Finiquitó Raquel con una notoria voz cargada de tristeza.
No necesité escucharla más de cinco minutos para saber que estaba enojada y decepcionada, pero estaba claro que ella aún me amaba, oír su voz en el teléfono me hizo extrañarla demasiado.
«Safety dance» ese era el titulo de aquella canción especial que denominamos como nuestra, y debo admitir que por un momento durante la llamada temí que ella no terminara la estrofa.
A mi modo de ver las cosas, el final de la llamada no fue un «adiós» sino solo un «hasta luego»…
Ocho minutos con veinte segundos fue el tiempo que tomó la llamada que mantuve con mi esposa, y para ese entonces sabía que era poco lo que faltaba para que los agentes volvieran a mi habitación.
Realmente no deseaba que esos hombres me vieran con los ojos llorosos, por eso desde dentro de la habitación grité el nombre de la enfermera, y pasados unos segundos, Ana ingresó a la habitación.
…
— Señor Cardozo. Mírese ¿Qué le ocurre? ¿Necesita algo? — Preguntó la enfermera.
— Necesito que me traigas un vaso con agua, Anita. Y por favor también trae algo que sirva para limpiarme la cara. — Contesté con la voz muy endeble.
— Claro que sí, señor. No se preocupe. — Dijo Ana.
La enfermera salió de la habitación y no tardó en volver sosteniendo un vaso con agua y un pequeño pañuelo en su mano, yo usé el pañuelo y sequé las lágrimas de mi rostro.
— Perdone mi atrevimiento, señor. Pero quiero preguntarle algo. ¿Qué le pasa? — Cuestionó la enfermera.
— Estoy un tanto emocional, Ana. Mañana conversaremos. Ahora necesito que hables con los agentes y les digas que ya pueden entrar y cuando ellos ingresen también quiero que tú lo hagas, por favor. — Respondí.
— Sí, señor. Enseguida. — Dijo la enfermera.
— Antes necesito que me ayudes con algo, Ana. Necesito que lleves este teléfono a casa de mi madre y se lo entregues personalmente, Marín y Guerra te acompañarán. Es de suma importancia que me ayudes, por favor. Ellos te escoltarán y luego podrás ir a casa. ¿Cuento contigo? — Agregué sosteniendo en mis manos el teléfono de mi madre.
— Sí, señor Cardozo... claro, pero no sé cuál es la dirección de su madre. — Exclamó la enfermera con mucha incertidumbre en su rostro.
— ¿Tienes un bolígrafo y algo donde anotar? Ana. — Cuestioné.
Ana salió nuevamente de la habitación y al volver trajo consigo un bolígrafo. Sin perder tiempo, le anoté la dirección de mi madre en un pequeño memo de papel.
Después de recibir la información correspondiente al domicilio de mi madre, la enfermera Torres salió de la habitación nuevamente y les avisó a los agentes que yo estaba listo para recibirlos, aquellos hombres ingresaron a mi encuentro seguidos de la enfermera.
…
— Ya ha pasado el tiempo de la llamada. He hablado con Ana acerca de la situación y ella me ha dicho que hará la entrega. — Dije con mucha seriedad en mi rostro.
Tras escucharme, el agente Marín tomó la palabra y acotó:
— No hay problema, fiscal. Imagino que ella sabe la dirección de la casa de su madre.
— Si, ella la sabe. Ahora necesito que me escuchen, les pido el favor que no se estacionen cerca de la casa, y también les pido que por favor dejen que la señorita Torres vaya sola y haga la entrega. No quiero crear pánico en mi madre o en mi hermano, tampoco quiero que levanten sospechas. Esa mi única condición. — Agregué.
— Está bien, fiscal Cardozo. No hay problema. Por ahora debemos irnos, nos vemos mañana. — Dijo el agente Marín, sonriendo.
Finalmente, los dos hombres salieron de la habitación, y en cuanto a la enfermera Torres… ella se quedó unos minutos más.
— Señor, dejaré su cena antes de irme. No quiero que se preocupe, yo estaré pendiente que todo se haga según sus órdenes. Yo llevaré el teléfono y se lo entregaré personalmente a su madre. Mañana vendré más temprano y conversaremos sobre como salió todo, usted descanse tranquilo. — Dijo la enfermera intentando calmarme.
— Si, está bien. El nombre de mi madre es Sofía, aunque creo que eso lo sabes. Cuídate, Ana, y muchas Gracias por todo. — Repliqué con una sonrisa casi marchita.
…
La enfermera dejó mi habitación una vez más, y pasados un par de minutos volvió con lo que fue mi cena esa noche.
Ana Torres guardó el teléfono móvil de mi madre en su bolso y cálidamente se despidió de mí.
Minutos después, mientras cenaba y tomaba un par sorbos directo desde el borde del vaso del jugo, sentí algo agrio dentro de mi boca, entretanto seguía tomando la bebida, lo agrio terminó por convertirse en amargo…
Recuerdo que fue muy desagradable, tan desagradable que opté por no terminar la bebida, aunque, ya era poco lo que quedaba dentro del vaso.
Seguido, empecé a sentí que mi cabeza daba vueltas, nuevamente esa maldita sensación de vértigo tomó mi cuerpo y una extraña somnolencia intentó derribarme.
Mis ojos se hacían pesados, y realmente no sabía porque razón me sentía de esa manera.
No podía dejar de pensar en mi familia, aunque muy curiosamente al cabo de unos minutos, empecé a estar tranquilo, para ese entonces ya no había preocupaciones y solo deseaba descansar.
Aquella noche mi mente solo albergaba un único pensamiento: «Esperaba que todo saliera bien por mi bien y el de mi familia».
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El Fiscal - Parte I
Mystery / ThrillerDisponible desde Octubre 31- 2021🎃. 🎖️#8 ranking de Misterio y suspenso 01-feb-2018. 🔝✍🏻 Sinopsis: Tras sufrir un atentado con explosivos seguido de una extraña carta enviada por una Organización Extra-oficial del Gobierno, Damián Cardozo se ver...