Capítulo 8

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                          CAPÍTULO 8
                  ADIÓS, CERDO SUCIO.

Los Agentes Guerra y Marín dejaron la habitación y tras acompañarlos hasta la salida del piso, Ana volvió a mi habitación.

- ¿Cómo está? Señor Cardozo.
¿Todo en orden?


- Si, Anita.
Todo está en orden, puedes sentarte si gustas.

La enfermera Torres tomó asiento justo al lado de mi cama y  mirando hacia el techo de la habitación, replicó:

- Lo único que no vuelve es el tiempo, ¿Lo sabe? Señor.


- Si, lo sé. Ana


- Quiero pedirle disculpas, Señor Cardozo.


- ¿Por qué? Ana.
Tú no me has hecho nada malo. ¿Por qué debería disculparte?
- Me he sentido mal por su situación, usted ha perdido mucho tiempo dentro de este hospital. Señor Cardozo
Es un tiempo que usted hubiese podido aprovechar con su familia.  En serio, lo siento mucho.


No entendía por qué razón la enfermera se disculpaba conmigo, era una situación muy confusa, a mi entender ella se sentía culpable. Pero ¿De qué podía sentirse culpable?

- Tranquila, Ana.
No has hecho nada malo, esto no ha sido tu culpa.
De hecho, te agradezco mucho todo lo que has hecho por mí, créeme que sino estuvieras aquí ya hubiese perdido la cordura.
Además, no ha pasado tanto tiempo. Venga... ánimo


- Quiero que sepa que lo aprecio mucho, Señor Cardozo.
Es usted un gran hombre, un gran ser humano.


- No pasa nada, Ana.
No es tan grave, por suerte no ha muerto nadie.
Ya es poco lo que falta para mi salida, una vez fuera podré ver a mi familia nuevamente y seguiremos siendo amigos.
Todo va a cambiar para bien, Anita.


- Me gusta su optimismo, Señor.
Ya es tarde, en poco debo irme.
¿Le traigo su cena?


- Si, por favor. Ana
Te espero
Ana salió de la habitación y pasados 5 minutos volvió con mi cena.
Por aquella noche, yo percibí algo extraño en la enfermera Torres, si me lo preguntan diría que no era la misma de siempre, ella lucia triste y por momentos evitaba el contacto visual.
No puedo decir que pensé en que se relacionaba conmigo, pues en lo que a mi concernía, era solo que ella tenía problemas en casa, o tal vez problemas con su pareja, aunque ella siempre negó que tenía una.  Pero, efectivamente. Algo no estaba bien.

- ¿Qué tienes? Ana.
¿Qué está pasando?


- No me siento bien, Señor Cardozo.
Es solo eso, mañana estaré mejor.
Quiero que usted este tranquilo.


- Yo estoy tranquilo, Anita.
Tú eres quien no lo está.
Si pasa algo, dímelo.


- En serio no pasa nada, Señor.
Ya debo irme.
Nos vemos mañana.

La enfermera Torres cruzó la puerta y luego cerró, nuevamente estaba solo, cada noche me invadían muchos pensamientos.
No dejaba de pensar en mi familia, pensaba cada hora de la noche en Raquel y en mi hijo, pensaba en mi madre y en mi hermano, e incluso,  algunas veces lloraba en las madrugadas al recordarlos.

No sabía si estaba perdiendo la cordura, pero, en todo ese tiempo libre que tenía cada noche, terminaba por cuestionarme sobre muchas cosas que presenciaba dentro de ese hospital.
....
¿Cómo era posible que en un hospital tan grande solo hubiese visto a 4 personas?
¿Acaso no había otros enfermos u otros doctores?
¿Por qué nunca escuchaba otras voces del personal médico que no fueran las de Torres y Alvarado?
¿Por qué Alvarado no me dejaba salir a tomar aire? ¿Qué ocultaban de mí?

El Fiscal -  Parte IDonde viven las historias. Descúbrelo ahora