Capítulo 6

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                   .    CAPÍTULO 6.
      TODOS TENEMOS UN PROTECTOR.

8:00 AM.
La noche transcurrió y yo sumaba un nuevo día en el hospital, a las 8:00 Am la enfermera Torres ingresó en mi habitación y me tomó por sorpresa.

— Buenos días, señor.  Sé que probablemente quiera seguir durmiendo, pero hoy tiene una cita con el doctor Alvarado y debe prepararse, porque en media hora llegará. — Dijo la enfermera con una gran sonrisa en su rostro.

— Buenos días, Ana. Estaba a punto de levantarme, debo cepillarme los dientes. ¿Podrías traerme un café o algo que me ayude a despertar del todo? — Pregunté devolviéndole otra sonrisa.

— ¿Solo café o también desea crema? Señor. — Replicó la enfermera.

—  Si, con crema estaría bien, y si es posible también deseo desayunar, Ana. — Contesté.

—  Está bien, señor  Cardozo. — Dijo la enfermera. — ¿Sabe?... ¿ Necesito que hablemos. — Preguntó haciendo contacto visual conmigo.
Yo sabía justamente hacia donde iría el tema de conversación en esa mañana, estaba claro que necesitaba hacerle un par de preguntas, aunque no quise presionarla en cuanto llegó porque a mi modo de ver era mejor que ella misma tocara el tema.
Al escucharla decir que «teníamos que hablar», respondí:

—  Claro que sí, Ana. Mientras desayuno podemos hablar.

La enfermera Torres sonrió y salió de la habitación…
Estoy seguro de que no pasaron más de cinco minutos antes de que ella estuviera de vuelta en la habitación.

— He traído su desayuno, señor.  También su café y le he puesto poca azúcar… espero no le moleste. — Exclamó la enfermera con las manos cargadas.

Muy pocas veces tomaba café, de hecho, nunca me he considerado un gran amigo de la cafeína, pero por otra parte no se me permitía fumar dentro del hospital, asumo que por esa razón en esa mañana decidí que lo más sensato sería “sustituir” los fiammas que tanto acostumbraba a fumar cada mañana por una taza de café.
Para ser exacto, cada día que pasaba dentro de ese lugar sin fumar, era un infierno, mas considerando el hecho que mi rutina diaria siempre comenzó con uno o dos fiamma al despertar y terminaba con uno o dos antes de dormir.

— No, Ana.  No me molesta, de hecho, creo que es buena idea tomarlo con poca azúcar. —Contesté a la enfermera.

Ana me observaba fijamente, la mujer me miraba sentada justo en el sofá que estaba al lado de mi cama.

— Señor, como le he dicho, debemos hablar. Imagino que sabe o intuye lo que pretendo conversar con usted. Ayer me encomendó una “misión”, por así decirlo. Debo decirle que los agentes Marín y Guerra me acompañaron hasta la casa de su madre,  lastimosamente no pude hablar mucho tiempo con ella, pues ellos condicionaron mi visita, para ser sincera ellos solo me dieron cinco minutos para que entrara a la casa de su madre y le hiciera entrega del móvil, aunque todo salió bien. — Dijo Ana haciendo contacto visual conmigo.

No podía creer lo que la enfermera me estaba diciendo, esos malnacidos hijos de perra… no podía ser posible, ¿solo 5 minutos?
Al escuchar lo que la enfermera me contó, me llené de mucha ira, de hecho, puse a un lado mi desayuno y dije:

— Espera espera, Ana. ¿Solo 5 minutos? Increíble, pero cuéntame. ¿Entraste a la casa? ¿Cómo viste a mi madre? ¿Qué hay de mi hermano? ¿Pudiste verlos? — Cuestioné.

—  Son muchas preguntas, señor. Pues… Sí, solo me dieron cinco minutos, es más, los agentes me esperaron a unas cuantas casas en un automóvil con vidrios oscuros, asumo que es el vehículo que conducen, ellos aparcaron el auto a una cuadra de la casa de su madre y cuando volví al auto me llevaron hasta una estación de autobús cercana a la Arena de Nueva Paz, luego me fui a casa. En cuanto a su madre y a su hermano, no puedo decirle mucho sobre eso.  Su madre recibió el teléfono y me dio las gracias, me preguntó por qué no podían visitarlo más, aunque yo no supe que decirle. Y no recuerdo haber visto a su hermano, tal vez no estaba en casa, no estoy segura. — Contestó la enfermera.

El Fiscal -  Parte IDonde viven las historias. Descúbrelo ahora