CAPÍTULO 5

802 46 5
                                    

El señor Black Hat estaba profundamente dormido, pero poco a poco fue despertando por un rico e inigualable aroma: café recién hecho.

Entre dormido y entre despierto imaginó que le vendría bien una taza de café acompañado de una rebanada de pastel de chocolate, quizá había en el refrigerador.

Imaginó también lo rico que sería tomar una ducha caliente o estar en la tina con agua caliente escuchando música clásica.

Se sentía relajado en la cama del doctor a pesar de aquella noche.

En la cama del doctor después de aquella noche.

Oh, no.

Abrió los ojos y se levantó de golpe, lo primero que vio fue a Flug sentado en su mini sala, un poco al fondo de su habitación, tomando café y leyendo noticias desde su tableta electrónica.

—¡Doctor! ¿Qué hace aquí? —gritó abrazando la bata con la que había dormido, después de reaccionar, la soltó.

El joven científico soltó una carcajada y dejó la tableta sobre la mesita.

—Esta es mi habitación y esa es mi cama —lo señaló.

—¿Cuánto tiempo lleva observándome, doctor? —preguntó el demonio sentándose en la orilla de la cama.

Flug volvió a reír.

—No se crea la gran cosa, señor, como en la cocina Demencia no me dejaba en paz, vine a mi habitación donde tiene prohibido entrar, pero me encuentro con usted echado en mi cama —suspiró—. Sólo quiero tomar café a gusto.

—¿Cuándo llegaste? ¿Cómo te fue con el señor Nergal? ¿Qué hicieron?

Black Hat se arrepintió de haber preguntado tanto, pues lo hacía ver desesperado. Sí lo estaba, pero no quería lucir así frente al doctor.

—Tranquilo, llegué hace una hora y, sinceramente, sólo conocí la habitación de nuestro socio —le dio un sorbo a su café—. Dudo que quiera saber lo que le hice —tapó su boca por encima de la bolsa y se carcajeó.

Black Hat no sabía qué sentir, pues el doctor estaba confirmando lo que toda la noche deseó que no pasara.

Se levantó y caminó hacia Flug con los brazos cruzados.

—Anoche Demencia me dijo que le prometiste jugar con ella al doctor y a la paciente.

El joven científico miró de arriba a abajo a su jefe y se puso de pie, acercando sus cuerpos a pocos centímetros.

—Le quedó bien el traje, señor —Flug acarició el hombro de Black Hat, pero éste se apartó de inmediato, pues no quería caer—. Parece que anoche te sentiste muy solo como para dormir en mi habitación abrazado a una de mis batas. 

—No se confunda, doctor, yo...

—Usted no me puede mentir, señor —retrocedió, se quitó la bolsa, le dio un gran trago a su café, terminándoselo, y regresó la vista a Black Hat, quien tenía los ojos bien abiertos.

—Oye, ¿qué haces?

El científico comenzó a quitarse la bata, dando unos pasos hacia su jefe.

—Aún tengo mucha energía para usted, señor.

El corazón del demonio estaba a punto de explotar. Sentía miedo, pero emoción. Adrenalina quizá, pues sabía lo que iba a pasar.

El joven científico abrazó las caderas de su jefe y lo pegó hacia él, acariciando sus nalgas.

—¡Doctor!

—Tranquilo, señor, nadie más a parte de usted ha visto mi rostro, así que míreme a los ojos —dijo sosteniendo su cara, obligando a verlo directamente a los ojos.

Te necesito, doctor [PaperHat]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora