CAPÍTULO 8

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Al día siguiente, cuando el doctor regresó, notó tranquilidad en la mansión.

Una muy intranquila calma.

Intuyó que el demonio se dió por vencido y al fin aceptó su lugar o 505 abrió el hocico...

Pronto sabría la respuesta.

Primero tomó un baño, después de vestirse con su habitual ropa, bajó a la cocina y se preparó un café.

Era lo único que bebía además de agua, pues su comida eran sólo suplementos alimenticios en polvo o píldoras de energía que él mismo fabricaba. 

Las únicas veces que ingería alimentos era en las reuniones de negocios, pues los restaurantes eran lujosos y buena certificación de higiene.

¿Su motivo? Asco de las manos de la gente, por eso utilizaba guantes todo el tiempo y tenía una obsesión con su figura delgada.

Cuando iba por la mitad de su taza de café, Black Hat junto a 505 aparecieron en la cocina dispuestos a preparar el desayuno.

Las tres miradas coincidieron.

—Buen día, doctor —habló el demonio, el osito sólo levantó la cabeza para saludarlo.

Flug sonrió.

—Hola.

Cada quien siguió con lo suyo. Mientras Flug estaba tranquilo leyendo las noticias desde su tableta electrónica, Black Hat preparaba el desayuno y 505 smoothie de frutas.

Cuando por fin terminaron, se sentaron en el comedor, un poco lejos de Flug.

Había tanto que el demonio quería preguntarle, tanto que deseaba un abrazo, una pizca de atención. Pero 505 le advirtió que, si seguía con él, iba a pasarla muy mal.

El demonio había sobrepensado mil y un maneras de iniciar una conversación sin sonar desesperado, pero cuando se atrevió a hablar, el teléfono del doctor sonó.

—Sí, soy yo. Ah, disculpa. Ok, no vuelvas a llamarme —colgó y le dió un sorbo a su café, como si nada hubiera pasado.

Black Hat se desanimó a hablarle, pues en su cabeza se imaginó muchas situaciones donde quien llamó era el o la amante más reciente.

No quiso recordar todo lo que vivió la noche anterior, pero esa herida estaba abierta, lejos de cicatrizar.

Comió a la fuerza porque 505 lo animó, pues perdió el apetito.

La idea de consumir un poquito de Lust Dust se hizo presente en su mente, pero fue retirada cuando el doctor se levantó y le pidió que lo acompañara a su laboratorio después de comer.

Como perro obediente, terminó de comer y se levantó de la mesa, pero 505 lo tomó del brazo, temeroso y con ojos de súplica.

El demonio le dijo que no había nada qué temer y se fue tras el doctor.

Camino al laboratorio pensó en qué estaba tramando, pues nunca lo llamaba para que lo acompañara.

Puede ser que siempre estaba pegado a él, por eso no había necesidad o simplemente no era requerida su presencia... de igual manera estaba encantado de pasar el día al lado de la única persona que le mostró cariño o que le hacía sentir algo positivo dentro de su pecho.

Abrió la puerta del laboratorio y la cerró tras entrar sólo para toparse con un científico sentado en una silla con ruedas, cruzado de brazos.

—Lo sabes, ¿Verdad?

Black Hat sintió su pecho hundido, con temor.

—¿Qué cosa, doc...?

—No te hagas idiota.

El demonio tragó saliva y recordó que él tenía autoridad en esa mansión, pues era el dueño, y que las simples palabras de un subordinado no debían tener peso sobre él.

—No hay necesidad de la agresión, doctor —dijo cruzándose de brazos y sonriendo, un paso al frente.

Flug sonrió, pues imaginó lo que el desesperado demonio trataba de demostrar, así que sacó una bolsita con Lust Dust de su bata.

—No se precipite, señor Hat —estrechó su mano bien abierta con la bolsita en la palma—. Usted sabe que hablando se entiende la gente.

Black Hat estaba en problemas.

Debía controlar sus impulsos por consumir esa sustancia.

Pero la necesitaba, quería sentir al doctor. Toda la noche se la pasó mal por no tenerlo a un lado suyo...

—¿Qué espera, señor? Me estoy cansando.

El demonio apretó los puños y luego sus dientes mientas se dirigía al científico, quien sonreía para sí mismo.

Cuando llegó a él, lo rodeó con su brazo y con el otro le entregó la droga.

—Buen chico.

Con Lust Dust en sus manos, recordó lo que le mencionó y advirtió 505, pero fue demasiado tarde. Ya había abierto la bolsa e inhalado un poco.

—Gracias.

—Por nada señor, este es el precio que estoy dispuesto a pagar por dejarme hacer lo que me plazca en esta mansión.

—¿Qué?

—¿Qué? —replicó divertido— Digo, yo te pago con drogas y tú me pagas con tu asqueroso cuerpo, pero eso tú ya lo sabías, ¿no es así?

—Mi cuerpo no vale lo mismo que esta porquería —le respondió arrojándola al suelo y dirigiéndose a la puerta.

Flug se quitó la bolsa de la cabeza y dio un suspiro largo.

—¿Quieres decir que tu cuerpo ya vale más? —el demonio trató de abrir la puerta, pero estaba atascada, así que dio media vuelta sólo para toparse con los enormes ojos del doctor—, pero si tu cuerpo ya está usado, yo lo tomé —sonrió.

—Aléjate de mí, idiot...

No terminó la frase porque el doctor le apuntó con un arma que sabrá Dios qué hacía.

—Quiero esta corporación legalmente, pues los dos sabemos que yo la he estado manejando todo este tiempo.

Black Hat, quien comenzaba a sentir los efectos de la pequeña dosis que había inhalado, sonrió.

—Disculpe, doctor, pero el sombrero le queda grande.

El doctor Flug nunca jamás se imaginó esa respuesta, le molestó, pero curiosamente le intrigó y quiso hacer hablar más al demonio.

Se guardó su arma y le sonrió de oreja a oreja, pues el señor Black Hat era muy divertido cuando estaba drogado.

—Ya lo veremos, señor Hat —dijo mientras se quitaba los guantes lentamente, acercándose a su presa.

El corazón del demonio había comenzado a trabajar desesperadamente, pues aún no estaba recuperado del día anterior y Flug sabía de ello.

Ya se sabía la verdad, Flug no tenía que esconder su verdadera identidad como el temible doctor Slug.

Su naturaleza perversa iba a florecer en todo su esplendor y Black Hat sería el primero en conocerla...

Saludos desde México.

Te necesito, doctor [PaperHat]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora