El sol de la tarde, dejaba entrar su cálida y tibia luz por esos enormes ventanales de su cuarto. Calzándose sus cómodos zapatos y ajustando bien las agujetas, él apoyó su mentón por unos momentos, sobre su rodilla flexionada, para observar ese atardecer que ese día los rodeaba. Hipnotizado, entrecerró sus rojizos y brillantes, ojos por un momento deleitándose con ese horizonte cubierto de edificios y urbanización.
Ahora entendía porque a Shizuo, le atraían tanto esas ridículas cosas. Era un atardecer hermoso. Lamentaba tanto no haber compartido con él...Con su Shizuo...
Soltando un suspiró por lo bajo, se paró firmemente para dar unos pasos por la habitación, hacía esa cómoda que se encontraba a un lado de la cama. Abriéndola con un fluido movimiento, apretó sus dientes.
Mirando fijamente el cajón frente a él, arrugó su rostro con fuerza, ante la fea cuchilla que parecía devolverle la mirada desde ese estuche color rojizo. Alzando la enorme cuchilla plegable en alto, entrecerró sus ojos por un momento. ¿Por qué?¿Por qué esa cuchilla siempre le había dado esa sensación extraña, hasta el punto en siempre hacerlo vacilar para tocarla? La cuchilla en su mano, no era Saika, ni siquiera se podía comparar con aquella antigua y anticuada empuñadura demoniaca. Pero entonces...¿Por qué le daba esa sensación tan desagradable?
La usaste una vez. Para intentar destruirlo. Para intentar amarlo. Por eso no te gusta. Pero ahora... Amaló de nuevo, amaló, amaló.
Le habló esa repulsiva voz dentro de él, que no se había callado desde hace días. ¿O fueron semanas? No le interesaba cuanto había pasado, no cuando ya podía darle un final a toda esa situación de mierda.
Guardándola en su abrigo, sin dudarlo más. Dibujo una sonrisa divertida y cínica en su rostro, mientras salía de su habitación hacía ese pasillo. Deteniéndose por unos momentos, ante la pequeña figura que salió de uno de los cuartos y lo observó con unos ojos tan parecidos a los suyos, que lo obligaron a borrar por unos momentos su sonrisa, para arrugar su ceño con rudeza.
—A tu cuarto. No lo volveré a repetir.— ordenó con voz firme, notando la manera en la cual esa pequeña nariz respingada, se arrugaba con un expresión molesta.
Dispuesto a protestar, Izaya vio con profundo asombró la manera en la cual esa seriedad, parecía cambiar tanto a ese niño— ¡No!¡Sabes que no fue su culpa!¡Fue tuya!— Izaya por unos momentos, le dedicó una mirada sería y firme, pero fiel a su propia sangre y a su crianza, ese mocoso no iba a retroceder tan fácilmente. Era un insolente. —¡Tú lo incentivaste a hacerlo!¡Lo hiciste enojar!¡Nos diste ese juguete a Delic y a mí, para que peleáramos! –Lo escuchó gruñir, mientras apretaba esos pequeños puños por debajo de ese abrigado y pintoresco abrigo blanco con pelusa rosa, que siempre traía. Le daba incluso ternura y cierto orgullo, si eso era posible.
Ese mocoso insolente, era su hijo. El hijo de ambos. Tanto suyo, cómo de Shizuo.
Paternidad. Que interesante palabra, que utilizaban los humanos, para describir algo tan extraño.
Nunca se le había cruzado por la cabeza, el hecho que amaría tanto a algo que en un principio, no había visto más que un simple experimento. Una simple experiencia que los humanos llamaban "paternidad", y qué el por mero capricho, había querido disfrutar o experimentar por experiencia propia.
Una vez, una chica que intentó hacer que se suicidará lo había llamado un "psicópata enfermo". Bueno, ahí estaba la cuestión, Izaya no era estúpido, sabía que su estado mental no era el mejor. Era un ser retorcido, un monstruo. De una forma mucho peor que su Shizuo o ese Shizuo que había venido a esta realidad. Por qué él era un monstruo, que le importaba una mierda herir a los demás.
ESTÁS LEYENDO
Realidad [Shizaya]
FanfictionTras un severo golpe en la cabeza, Shizuo despierta en una camilla de hospital. Una visión completamente normal, sino fuera por encontrar a Izaya sentado al lado de su cama con una expresión cansada y sonriéndole con un cariño que le asqueaba. Ese...