3. Palabras que lastiman

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Llego a la delegación y voy a la recepción donde un oficial con pocos ánimos de vivir se levanta con la mayor alegría de su vida a atender mi necesidad. Puto sistema de policías, hasta un perro era más feliz que ellos en sus trabajos.

—Caeli Everett de Rusher. —el policía ni siquiera logra enfocar su atención.

—¿Puede repetirme el nombre?

—Caeli Everett de Rusher, la trajeron aquí hace no más de una hora.

—Si, aquí aparece su nombre, detenida por colaborar en carreras ilegales por el puente Oberbaum. Debe pasar veinticuatro horas en la celda antes de ser liberada, mañana a esta hora puede volver por ella.

Este policía de mierda ¿Me estaba jodiendo? Puede que merezca el castigo, pero no estaba tan jodido y tenía los suficientes sentimientos para no dejarla aquí ni una hora más.

—¿Cuánto? —el policía parece no entenderme— precio de la fianza.

—Cinco mil euros. Pero tendrá que pasar al menos una hora más, es parte del protocolo. Su auto también fue puesto bajo custodia.

—Diez mil y sale ahora. El auto, mandaré por el después.

Saco mi cartera y le pongo los billetes en el mesón, él los recoge y llama a otro oficial para decirle algo.

Espero unos cinco minutos más y la miro venir acompañada del policía de antes, este se aleja cuando ella ya está a unos pasos de mí. Ahora mismo solo puedo decir que parece como un cachorro regañado, me quito la sudadera y se la paso por encima de la cabeza y ella termina de acomodársela.

Salimos de la estación de policías y le abro la puerta del auto, lo rodeo y nos dirigimos a casa en un extremo silencio, hablaríamos cuando llegáramos a casa.

Cuando llegamos los de seguridad nos abren el portón y pasamos para estacionar el auto frente a la casa. Caeli no espera que le abra la puerta y baja sin más, yo la sigo de cerca hasta estar dentro de la casa.

Los dos dejamos nuestras llaves y demás cosas en la mesa del vestíbulo. Ella ya estaba lista para ir escaleras arriba a la habitación, pero la detengo.

—No olvidas algo.

—Gracias por ir por mí. -Levanto una ceja ante su respuesta tan vaga- Y perdón por acaparar tu tiempo.

—Te espere para comer juntos.

—Lo siento.

Estaba enojado, por su poca empatía y por hacerme esperarla, yo le daba mi tiempo así no tuviera mucho y sé que soy egoísta al querer que me dé lo mismo. Pero ahora mismo estaba perdiendo la calma porque encima se pone en peligro estúpidamente, todo por sus amiguitos que, si le dicen que se tiren de un puente juntos, ella de seguro lo hará.

Qué demonios pensabas al participar de carreras ilegales. —Le grito molesto por su falta de sentido y coherencia.

—No tienes por qué alzar la voz ¿Okey? Te escucho perfectamente.

—Crees que es lindo que me llamen solo para decirme que te han detenido. Me hubiera esperado algo así de todos menos de ti.

—Oh claro que sí, porque Caeli Everett siempre tiene que ser una maldita perfecta. Lo siento si te defraude. Pero es la primera vez, yo también tengo derecho a vivir como quiera.

—Tienes derecho, pero tienes veinticuatro años no eres una nena pequeña. Que hubiera pasado si la prensa se enteraba de esto ¿Eh? O peor aún, tus papás. Tengo poder y puedo callarle la boca a las revistas, pero no a tus padres.

Maldito OrgulloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora