4. Cuando tu estas

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El silencio en el auto es acogedor, pero no ideal para una mañana tan hermosa, Caeli va con la vista al frente y yo voy mordiéndome la lengua con las ganas de preguntarle escalándome por la garganta.

—¿Te gusta vivir en Berlín, Bastian? —La volteo a ver por un segundo, aunque sus ojos siguen al frente.

—Toda mi vida he vivido aquí, creo que me gusta por costumbre, ¿Y tú?

—Desde que nací hasta mi adolescencia viví aquí, pero después fui a Estados Unidos y viaje por otros países. Me gusta Berlín, me gusta Alemania en concreto, pero ahora que volví hace meses, lo vi muy diferente a como lo recordaba.

—¿Y eso es bueno? Oh malo.

—Es curioso, piensas conocer un lugar, pero después es totalmente diferente, los cambios son positivos, me gusta.

—Me alegro. —lo pienso y me decido— ¿Irás con tus amigos a la noche?

Ella suspira en su asiento y se encoge dentro de él, acomoda su cinturón y por fin me mira, aunque solo lo siento por el rabillo del ojo.

—Creo que lo dejaré para mañana, no sería correcto dado lo de ayer. ¿Tienes trabajo hoy? Bueno siempre tienes, me refiero a si estarás en casa o en tu oficina —se apresura a decir ella.

A veces sus ideas salían de su boca de forma desordenada y ella intentaba ponerlas en orden con tanta velocidad que sus manos se movían con tanta prisa. Y por último siempre se disculpaba por no expresarse bien, aunque yo le entendería aún si no hablara con palabras.

—Si, tengo algunas juntas con socios y papeles que firmar.

—Entonces estarás en tu oficina.

—Si.

—Es una lástima, te iba a pedir que pasáramos el día en casa, te lo debía después de todo. —ahora mismo podía escuchar mi corazón latirme por los oídos.

—¿Todo eso solo porque me lo debías? —Se la respuesta que quiero escuchar, pero también sé que no la tendré.

—Bueno, pasar tiempo contigo no está mal. Tu compañía es agradable.

Asiento y sigo conduciendo, ella vuelve con la vista al frente y ahora el silencio parece hacerme doler el cuerpo. Nos paramos en un semáforo en rojo, algunos niños que van a la escuela cruzan la calle con ayuda del guardia de cruce. Cuando el semáforo se pone en verde volvemos a movernos.

—Mis juntas son a diferentes horas y la mayoría del tiempo solo debo de revisar papeles. Podrías acompañarme a la empresa, claro. Si crees que será aburrido puedo dejarte en casa.

—¡No, si quiero! Será divertido ver tu trabajo, prometo no distraerte ni molestarte.

Ella me mira emocionada y eso me hace sentir igual o más emocionado a mí, de que ella tenga interés en algo mío, así sea lo más aburrido. Cambio de camino para ir a la empresa, cuando estamos cerca su cara se ilumina al ver el enorme edificio de casi veinte pisos y enormes ventanales.

Entro al estacionamiento y estacionó el auto en mi apartado. Caeli toma su bolso en mano y yo mi maletín, salimos del auto, ella parecía una niña pequeña en una excursión de la escuela. El aire frío nos pega a los dos.

—Oh Dios, como es que hace tanto frío en otoño, en el auto la temperatura estaba mejor —se queja ella y la entiendo, aunque no siento tanto frío sí que es percibido.

Mete sus manos entre los bolsillos de su abrigo y se encoge de hombros. Le hubiera dado el saco de mi traje, la tela no era tan cálida, hubiera dado lo mismo.

Maldito OrgulloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora