Solo mi desconsolado suspiro hizo eco por toda la casa, caminé en cada habitación de la planta baja hasta llegar al borde de las escaleras y empecé a subirlas sin ánimo de terminar nunca. Antes de llegar a la habitación paso por la biblioteca y sin sentirlo mi mano se enrosca en el pomo de esta.
Lo dudo unos milisegundos y la giro para que se abra ante mí. La ventana le daba la suficiente luz e intimidad para crear el ambiente perfecto de un lector, o al menos eso en palabras de Caeli. Me acerco al cómodo sillón que decora el centro de la absurda habitación gigantesca.
Aunque a mi querida esposa aun le parecía un espacio reducido, pero que puedo esperar de mi pequeña come libros. En la mesa todavía estaba uno de los libros que empezó a leer, un marcapáginas sobresale de él.
Decido no tocarlo porque si le llego a perder la página es un hecho que se divorciaría de mí. Salgo de ahí ya más calmado y voy a la habitación.
Después de una ducha de no más de quince minutos salgo con una toalla alrededor de la cintura y otra secándome el cabello. Me siento al borde de la cama y me recuesto viendo al techo blanco del cual cuelga una linda lampara a la que nunca le había prestado ni un gramo de atención.
—Vamos Bastian, tienes que correr o nunca me vas alcanzar.
—Hey pequeña come libros, nada de llorar cuando te alcance. —corrí más rápido atrás de ella.
La brisa de la playa sacudía su cabello y sus pequeños pies quedaban plasmados en la arena. Estiro el brazo hasta que consigo tomarla contra mi pecho. Y ella emite un gentil grito de sorpresa.
—No que no te alcanzaría.
La subo contra mi hombro y le doy vueltas, sus manos se aferran a mi espalda y en todo el océano solo se escucha su sonora risa, la sujeto firmemente por las piernas.
—Para tortuga, me estoy mareando. —La pongo de nuevo en pie.
—No cambiaría por nada del mundo este momento contigo.
—Ya somos dos.
Me despierto algo fuera de lugar, me paso las manos por la cara y a través de las ventanas ya se puede notar que ha caído la tarde, alcanzo mi teléfono y efectivamente ya han pasado varias horas desde que llegue a casa. Me sentía más relajado y con la mente más clara.
Aunque algo nostálgico de que solo haya sido un sueño y no una realidad. Pero tenía en claro que cuando saliéramos de esta situación la haría realidad.
Voy al vestidor para cambiarme y poder regresar al hospital, por ahora no tenía ningún mensaje o llamada de Gunther y eso me dejaba tranquilo, pero siempre me gustaba saber lo que estaba pasando a cada instante.
Las puertas del hospital se abren nomas detectar mi entrada, camino enérgico a la sala de espera. Lo primero que miro es al doctor que viene por el pasillo y después a los papás de Caeli que lo esperan ansiosos. Camino más rápido para llegar a ellos y saber las noticias.
—Como salió la operación ¿Ella está bien? —me anticipo antes de que el doctor pueda hablar.
—La operación fue todo un éxito. Tanto ella como el donante se están recuperando favorablemente.
—¿Cuándo podremos verla? —ahora se acerca Gunther que se apoya en mi hombro.
—En este momento están siendo trasladados a sus habitaciones, en un par de hora podrán pasar a verlos. Siempre intentando no agitarlos mucho.
—Bastian —me llama su madre— nosotros nos encargaremos de los papeles, se tu el primero en verla, eso seguro la pondrá feliz.
Asentí un poco dudoso, pero Gunther me presiona el hombro en señal que eso está perfecto, los padres de ella siguen al doctor a su oficina. Ahora le tocaba a Gunther ir a descansar un poco, yo me quedo solo en la sala de espera.
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Maldito Orgullo
RomanceBastian Rusher es un empresario alemán que en sus 27 años de edad solo se ha dedicado a sus negocios. Caeli Everett es un alto mando en la milicia estadounidense hasta que decide darse de baja queriendo tener una vida diferente. Su familia hace un c...