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Kalfa pov
Selena Hatun cayó de rodillas, sus manos temblorosas agarrando la tela de mi vestido. Sus lágrimas caían como ríos silenciosos, pero su rostro seguía reflejando la necedad de alguien que no quería aceptar la verdad.
—¡Él me amaba! —gritó una vez más, como si repetirlo pudiera hacerlo real.
La miré desde arriba, mi corazón dividido entre la furia y la compasión. Sí, ella había cometido un error, pero en el fondo sabía que su juventud y su ingenuidad habían sido utilizadas por un hombre que, aunque poderoso, también era imperfecto.
—Selena Hatun —mi voz sonó más firme, resonando en las paredes desgastadas de aquella habitación olvidada—. El sultán amó muchas cosas en su vida: el poder, la gloria, su pueblo... y quizá, por un breve momento, te vio como una estrella fugaz en su cielo. Pero nunca confundas la fascinación con el amor verdadero.
Ella sollozó, apretando más fuerte el dobladillo de mi vestido. Me aparté, dando un paso atrás. No podía permitir que su desesperación me alcanzara.
—¿Y ahora qué será de mí, Sultana? —preguntó, su voz apenas un susurro.
Me acerqué a la ventana, observando el cielo nocturno. La luna llena iluminaba el palacio, como un recordatorio de los sueños y las traiciones que habitaban en sus muros. Inspiré profundamente antes de hablar.
—Tu destino ya no está en mis manos, Selena. Pero te daré la oportunidad que no mereces. Dejarás este palacio y comenzarás una nueva vida lejos de estas intrigas. Es más de lo que muchas otras recibirían en tu lugar.
Sus ojos se abrieron con sorpresa. Por un momento, parecía que no podía creer mis palabras. Pero yo sabía que era lo correcto. La misericordia no era una debilidad, sino una herramienta que solo los fuertes podían manejar.
—Gracias, Sultana... gracias por no condenarme. —Selena bajó la cabeza, su voz rota por la gratitud.
—No lo hago por ti, Hatun. Lo hago por el recuerdo de mi esposo. Él creía en el perdón más que en el castigo. Pero recuerda esto: si alguna vez regresas a este palacio o intentas algo contra mi familia, no dudaré en terminar lo que hoy he decidido evitar.
Selena asintió, todavía de rodillas, mientras los eunucos entraban para escoltarla fuera de la habitación. Cuando la puerta se cerró, el peso de todo lo que había sucedido cayó sobre mis hombros. Me dejé caer en una silla cercana, sintiendo las lágrimas amenazar con escapar.
Había perdido tanto, pero también había ganado la fortaleza de quien sobrevive a las tormentas. Miré el anillo de la Sultana Hürrem en mi dedo, recordando que mi camino no sería fácil, pero seguiría adelante.
—Hürrem... —susurré al aire—. ¿Cómo soportaste tanto y seguiste siendo invencible?
El silencio fue mi única respuesta, pero dentro de mí, encontré una chispa de determinación. Mi historia aún no había terminado, y mi destino como Haseki Kalfa Sultan apenas comenzaba.