Capítulo 1: La Cúpula de Seúl.

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El vago sonido del cantar de los pájaros llegando a sus oídos de manera progresiva le hizo percibirse entre el mundo de los sueños y el despertar, frunció un poco el ceño luego de situarse en la realidad y entreabrió sus ojos para pronto removerse con cansancio sobre su cómoda cama. Llevó su mano derecha hacia uno de los extremos con el fin de rozar su palma sobre la pequeña pantalla que indicaba que era hora de levantarse y apagó así la alarma junto con el canto de aquellas aves. Nunca había visto u oído una real, pero le gustaba soñar e imaginárselas como en los documentales.

Buen día, joven Lee. El día de hoy está programado para ser un hermoso día de primavera en la Cúpula de Seúl.

Mientras se colocaba sus pantuflas, sentado en el borde de la cama y bostezando, su asistente autómata le decía esas palabras como de costumbre. Tenía un poco de sueño, porque se había quedado hasta altas horas de la noche con la tarea para ese día, pero, de todas formas, estaba entusiasmado de ver sus resultados en la clase.

Rápidamente se puso de pie y se dirigió hacia el baño de su habitación para asearse, disponía de treinta minutos antes de que se le acabara su ración de agua de la mañana, pues a cada ciudadano le correspondía una estricta cantidad de litros de agua para gastar durante ciertos periodos de tiempo a lo largo del día, fraccionada según los horarios; así que se dio una ducha, cepilló sus dientes y se peinó en una rara imitación de su rutina de siempre; se vistió con su uniforme del instituto y se dispuso a salir de su habitación para bajar de inmediato por el piso elevador.

—Buen día, hijo. No te olvides de llevarle la tarjeta a Youngbin. Ayer se hicieron las diez y ya no pudiste ir a su casa.

—Buen día, mamá —respondió, pero de inmediato preguntó curioso: —¿No funciona el i-dong?

—No, Yongbok —suspiró con desgano—. Si se lo hubiera teletransportado, no te estaría diciendo esto.

El joven de cabello azabache y lindos ojos rasgados hizo un gesto de fastidio y tomó asiento al lado de su hermana. En la semi transparente mesa del vestíbulo suspendida magnéticamente se podía apreciar una abundante comida para el desayuno: tostadas, jugo de naranja, café, té, leche, mermeladas, frutas y más. Yongbok comenzó a comer gustoso mientras que su madre le guardaba la tarjeta de identificación de su mejor amigo, Park Youngbin, en su mochila. El día anterior, ambos habían estado distraídos en su plática mientras se alistaban en los vestidores del instituto luego de la práctica de básquet, por lo que seguramente tomó la tarjeta por accidente. Debía llevársela justo en ese momento, ya que no podría ingresar al instituto sin ella.

—Desayuna rápido y pasa por la casa de los vecinos antes de que Youngbin se vaya, porque tú no eres nada puntual a comparación de él. Sabes bien que pueden sancionarlo si se enteran de que extravió su tarjeta.

—¡Mamá, yo siempre llego en hora al instituto! —exclamó.

—Sí, cuando la fila está a punto de terminarse. Tienes suerte de que te dejen entrar, todo gracias a tu padre —lo regañó—. Deberías tomar el ejemplo de tu mejor amigo, que llega entre diez y quince minutos antes a la formación.

Su hermana menor lanzó una carcajada y Yongbok suspiró a la vez que le lanzaba una pequeña patada y comía su tostada con mermelada mientras mantenía una expresión de indignación. Se apresuró a tomar su té de frutos rojos, ya que no le agradaba el café por las mañanas, lo prefería para los momentos de cansancio, y se dirigió hacia el sillón donde reposaba su bolso escolar, se lo colocó y saludó a su familia.

—Que te vaya bien hoy, mi niño.

—Gracias, mamá —le respondió, esbozando una linda sonrisa—. ¿Y papá? No lo he visto en el piso de arriba.

La Cúpula de Seúl [서울 돔] • ChangLixDonde viven las historias. Descúbrelo ahora