Otro golpe llegó a su rostro, lo cual provocó que su cabeza se inclinara por la fuerza ejercida para luego volver a su lugar. De su boca brotaba la sangre hasta caer al suelo de alabastro. Estaba incómodo, sus manos se encontraban atadas en su espalda y sus piernas a las extremidades de la silla de metal en la que estaba sentado. Dos hombres vestidos de blanco se imponían de pie a ambos lados, una insignia de una luna roja decoraba el lado izquierdo en la zona del pecho de sus uniformes.
Y él lo veía, detrás del enorme espejo de esa habitación blanca y cuadrada. Lo veía sufrir mientras sostenía un habano entre sus labios resecos. No podía ocultar su sonrisa cada vez que el puño de uno de sus hombres chocaba con la mejilla ajena para dejar otra horrible marca allí. Junto a él se hallaban dos agentes más.
—General Yoon —habló uno de ellos—. El chico está a punto de perder la conciencia.
Aquel hombre chasqueó su lengua e hizo un gesto al agente para que encendiera el micrófono que reposaba en el pequeño anaquel frente a él, al mismo tiempo en que dejaba su habano al lado de este.
—Park Youngbin —inició—. Te lo preguntaré una vez más... ¿A dónde se fue Lee Félix Yongbok?
El joven de cabello castaño tosió y escupió sangre. Con dificultad, alzó su cabeza para ver hacia el frente, donde para él solo se veía su reflejo, pero igual sabía muy bien que detrás se encontraba la persona a cargo. Sus labios estaban destrozados, pero, de todas formas, esbozó una sonrisa. Su mirada denotaba determinación, no era fácil de someter.
—¿Quién sabe? —respondió con osadía.
Un golpe seco fue directo hacia su abdomen, lo cual le hizo retorcerse en su lugar.
—Admiro tu valentía, niño... —dijo Yoon—. Pero lamento informarte que no eres el único al que podemos interrogar. —Lo vio levantar su rostro con desconcierto—. Exacto. Imagino que no querrás que su madre y su hermana de tan solo quince años pasen por esta tortura, ¿o no?
Los ojos de Youngbin se llenaron de lágrimas al darse cuenta de que no, no era el único que estaba pasando por eso. ¡Pero claro que no lo era! ¡¿En qué momento pudo armarse de tanta confianza al creer que solo él tendría tal destino?! Desde que Yongbok desapareció su vida acabó por convertirse en un absurdo sin sentido.
—¡No! —exclamó—. ¡Déjalas! ¡¿Dónde están Seon y Doyoung?!
El hombre soltó una risita, amaba ver cómo la naturaleza humana más mediocre salía a relucirse cuando se tocaban las fibras más sensibles. Era un monstruo, lo sabía; pero adoraba serlo.
—Su familia y tus amigos están bien, de hecho, dudo que recuerden a ese tal Félix y su padre —Sonrió con malicia—. Pero su bienestar depende de que tú nos digas en dónde demonios se encuentran.
—¡No lo sé! ¡Ese día se fue a ver a su padre herido y nunca más supe de él! ¡Lo juro!
—Mhh... —rodó sus ojos—. ¿A dónde se fueron? Supongo que él debió darte alguna pista, era tu mejor amigo, ¿no?
—¡No tengo idea, él-...! —Un golpe lo interrumpió—. ¡En serio, se lo ruego!
—Sabes que es un insurgente y su padre fue declarado habitante indeseable, ¿verdad? Porque es eso lo que estás defendiendo ahora, unos delincuentes.
Youngbin se quedó en silencio durante unos segundos mientras se mantenía cabizbajo observando el suelo manchado de su sangre y lágrimas. Su vista comenzó a nublarse por el inevitable llanto que pronto brotó de sus ojos con furia. Estaba destrozado, no concebía un mundo sin Yongbok, sin su alma gemela, su otra mitad... No lo soportaba, anhelaba estar junto con él, desaparecer de ese lugar, escapar. No quería volver a despertar en esa realidad tan cruel. No tenía más opción que llorar y seguir recibiendo golpes de aquellos que lo acusaban de ocultar una información que ni siquiera tenía.
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La Cúpula de Seúl [서울 돔] • ChangLix
Fanfiction¿Heterocromía? ¿Una ciudad que esconde muchos secretos? ¿Una solución que podría detener el caos mundial? ¿Un chico presuntamente inocente? La Cúpula de Seúl parecía un lugar maravilloso para vivir, resultado de la famosa paz global que nació luego...