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23 de noviembre de 1941


Caminaba de un lado a otro desesperado sin saber lo que había hecho.

¿Quizá lo que hiso fue un error?

No, ya no podía soportar lo que hacían ellos. No había justificación alguna, nada podría ser una razón suficiente como para hacer aquello, era demasiado cruel, ni se les podía llamar monstruos, eran incluso peores que eso.

Lo peor de todo es que él fue parte de ello.

No pudo más y luego ese niño apareció frente a él, en la habitación donde se suponía debía estar el proyecto J.I.M.I.N, un proyecto en el cual se esforzó tanto, nunca pensó que realmente este terminara como se lo imaginaba que fuera. 

Después de la exhibición del primer robot humanoide, surgieron muchas ideas, tanto ambiciosas como maliciosas, entre ellos las del gobierno. La segunda guerra mundial parecía no tener fin y entonces una sola idea nacida por el primer robot humanoide, hizo que muchas personas se pusieran en marcha para crear tan maravillosa arma, un arma indestructible, incluso que seria deseada por muchos países, ni Rusia podría con ellos. 

Pero parecía imposible, por más que se esforzaran no podían crearlo, hasta que apareció el doctor Park, el proyecto J.I.M.I.N volvió a ponerse en marcha con sus ideas que parecían de otro mundo, hasta casi llegar a terminarlo. 

Eso fue hasta que el doctor Park no pudo más, no al saber lo que habían estado creando a sus espaldas a base de sus ideas. Era una creación inimaginable, única e increíblemente hermosa. Aun así, el planeaba irse dejando su más grande éxito atrás con tal de escapar de ese infierno. Sin embargo, lo que le impidió escapar como lo tenía planeado fue que ese proyecto, ese niño tuviera un gran parecido con su hijo fallecido hace 10 años.

Y ahora se escurría sudor por su frente y le sudaban las manos, estaba nervioso. Lo estaban buscando y lo sabía, le hacía mal a su salud mental y lo sabía, había hecho mal y lo sabía, pero ya era tarde.

—¿Papá? —Dio un sobresalto al escuchar la voz de su hijo y dirigió su vista a la puerta entreabierta donde se encontraba una pequeña cabeza con cabellera grisácea y unos hermosos ojos azules observándolo fijamente—. ¿Estas bien?

El señor camino hacia su escritorio a sacar una pañoleta para limpiarse la frente y las manos disimuladamente y luego dio un largo suspiro.

—Jimin... te dije que tocaras antes de entrar.

—Perdón, padre—El joven aún desde el portón escondiéndose tras la puerta, ladeo la cabeza viendo fijamente la expresión de su padre—. ¿Pasó algo?

—No ocurre nada, Jimin —Le respondió colocándose sus lentes.

El mayor se dirigió donde una mesa de gran tamaño de la habitación el cual había artos artefactos extraños de laboratorio. En eso este volvió a mirar a la puerta y al ver que su hijo seguía ahí, hiso un movimiento de mano para que se acercara.

—Ven, acércate.

Jimin poco a poco abrió la puerta por completo y se encamino hacia él de puntillas lentamente. Aun se le dificultaba caminar en su cuerpo. Al llegar donde su padre, observo los artefactos raros sobre la mesa. Su padre al notar su curiosidad le preguntó.

—Jimin ¿Sabes para qué es esto?

Jimin asintió con la cabeza mirando fijamente los artefactos.

—Para crear pastillas para mí—respondió sin una emoción en la voz—. Gracias a ellos... puedo seguir parado frente a ti.

CREADO | YoonminDonde viven las historias. Descúbrelo ahora