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Yoongi llevaba la cuenta de cuántos mordedores había matado. Cuatro mujeres, tres hombres y un niño. No le encontraba explicación a como esos bichos vivían por tanto tiempo, la piel se les caía a pedazos y los huesos cada vez se le notaban más.

Había dejado la camioneta a unas cuadras de ese centro comercial. Conocía el sitio y más que todo porque en ese lugar estaba la tienda que vendía los mejores instrumentos de todo Corea. Entró con entusiasmo, encontrándose con una mujer que llevaba un vestido, se le notaba toda la parte de la detandura, los dientes los tenía intactos al ser la parte del cuerpo que solo desaparecía si te cremaban.

-¿Sabes? Deberías mirarte en un espejo, estás un poco fea.- dijo, agarrando el cuchillo que tenía en la cintura y clavándoselo en el cráneo-. O mejor no, ya te hice un favor.

Como si nada continuó con su camino subiendo las escaleras mecánicas. Una vez llegó al segundo piso vio a dos mordedores hombres, ni siquiera podía distinguir que tipo de ropa llevaban, estaban sucias y se pegaban a su piel putrefacta.

-Gastar balas en ustedes es como si les estuviera dando pase a que sus hermanos me mataran.- se acercó a ellos a paso lento-. Y eso claramente no va a suceder.- en un movimiento rápido a uno le cortó la cabeza y a otro le clavó el cuchillo en la nuca.

La tienda estaba a solo unos pasos y sus ojos se iluminaron apenas vieron el logo. El lugar estaba intacto, los vidrios no estaban rotos, parecía como si el tiempo se hubiera detenido en ese lugar. Con la parte inferior del cuchillo rompió una parte del vidrio para poder meter la mano y abrir la puerta.

El olor a nuevo lo invadió, los instrumentos podían verse colgados en las paredes gracias a la luz que entraba en la pequeña ventana de la tienda. Sin embargo, sus ojos fueron a parar al hermoso piano de cola de color negro. Ese que estaba allí era de exhibición, ya que la marca steinway solo había sacado cien modelos en todo el mundo y uno de esos cien estaba en esa tienda. Las veces que la visitó sus dedos picaban por tocarlo, pero había un letrero de "No tocar" que siempre se lo impedía, ese mismo letrero aún estaba, con la única diferencia de que ya no había nadie que se lo impidiera realmente.

Se quitó la mochila donde había metido botellas de agua y comida dejandola en el piso a un lado del piano. Sonrió cuando pudo sentarse sobre el pequeño mueble que traía el piano y juró que tuvo un jodido orgasmo cuando sus dedos tocaron las teclas.

Cuando su madre murió se había aprendido Clair de Lune, compuesta por Debussy. Las canciones de piano no contenían letras o voces, solo sonidos y esa canción logró transmitirle todo lo que sentía en ese momento. Por esa razón cada que la tocaba sentía que una por una de las cosas que lo atormentaban salían de su cuerpo.

Sus dedos empezaron a moverse y cerró los ojos completamente concentrado en la melodía que las teclas emitían.

Conocer a Jimin había sido una de las mejores cosas que le pudo pasar en medio de toda esa mierda. Lo amaba. Había aprendido a amarlo a pesar de que el mundo se les estuviera acabando. Y sabía que Jimin también lo hacía, no solo porque se preocupaba por él, sino porque aún sabiendo que en cualquier momento alguno de los dos podía morir, seguía a su lado, aunque en ese momento no lo estuviera.

Se había estado planteando la idea de no volver, pero sabía que era una pieza clave para la creación de la cura. Sabía que si no volvía iba a hundir más a su pequeño, y él no quería eso.

La melodía se escuchaba por todo el centro comercial. Algunos mordedores hacían el ademán de subir las escaleras, pero esto era completamente imposible pues sus huesos se partían ante el mínimo esfuerzo. Sin embargo, los que estaban en el piso donde Yoongi se encontraba se movían a paso lento dejándose llevar por la música.

SURVIVANTS | 2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora