Érase una vez en un bosque encantado donde habitaban míticas criaturas, entre las cuales vivía un gigante que renunció a su corazón. Noble y bondadoso corazón, tan puro, tan ingenuo y por esa causa fue herido y aprovechado por seres ingratos. Cansado de eso Jimmy decidió esconderlo en un lugar muy remoto para que nadie nunca más pudiera lastimarlo.
Era la vergüenza entre su raza, desde su nacimiento hasta el sol de hoy. Blando, demasiado amable, considerado con otras criaturas, sereno, inofensivo. A diferencia de sus semejantes, Jimmy no aplastaría jamás a nadie que se cruzara en su camino, incluso si obstaculizaba su paso, él esperaría pacientemente o daría pasos más grandes, no era violento porque para él cada vida era valiosa. Está de más aclarar que tampoco comía carne humana.
Su gran tamaño no era una cualidad que él aprovechase para lastimar a otros o esparcir temor entre sus cohabitantes, por el contrario, él sería protector de los indefensos y en medida de lo posible brindaría su ayuda. Él soportaba sin reproche el desprecio que esto implicaba por parte de los suyos sin problema.
Sin embargo, era parte del montón de bestias despiadadas que aterrorizaban a la gente de los pueblos aledaños al bosque, asesinando y destruyendo todo a su paso. Y la factura a pagar por tales atrocidades estaba próxima a llegar.
En una fría madrugada de invierno, las tropas de un reino del norte se levantaron en armas y los atacaron, pues cuando uno de ellos devoró a su princesa, desató la ira del rey y de muchos, así que prendieron fuego al conjunto de enormes chozas, hogares de los gigantes.
Bien era sabido que estos no eran tan fuertes ni poderosos cuando eran derribados, pues cuando su cabeza estaba a nivel del suelo, les era difícil orientarse, movilizar el resto de su cuerpo y por lo tanto proteger su punto débil; el cuello. Así que sumado a esto lo asfixiante del humo, era más sencillo cortarles la yugular.
Durante esa masacre, en la que lograron vencer a algunos de estos enormes seres, Jimmy resultó gravemente herido.
Suplicó piedad entre lágrimas, con sus ojos tallados en cristales rotos, por el temor y la impotencia ante la injusticia que se estaba cometiendo con él. Y entonces también se odió a sí mismo, porque aún con cada doloso surco que formaban las afiladas espadas sobre su piel tiñendo de sangre todo, no era capaz de lastimarlos a ellos.
Logró escapar gracias a que las llamas calcinaron las cuerdas con las que fue atado por aquellos hombres, pero esa amarga experiencia le causó un sufrimiento emocional más intenso que el dolor físico, por lo que decidió esconder su corazón, para no tener que lidiar más con sentimientos. Así nadie lo lastimaría de nuevo.
Lo guardó en un pequeño cofre detrás de una cascada, al final del arcoíris y guardó la llave en el hueco donde se alojaba el órgano palpitante.
Vacío de emociones, prefirió aislarse, pues a pesar de que ahora ya no sentía nada, seguía sin encajar con los demás gigantes. Ya no había un espacio para la bondad que ellos le recriminaban, sí, y en consecuencia para la maldad tampoco.
Pronto se acostumbró a esa neutralidad y así transcurrió el tiempo. Sin amor ni odio, sin piedad ni crueldad, sin alivio ni sufrimiento. Sólo existiendo en el mundo.
Permaneció así hasta que los meses se convirtieron en años. Fue entonces que su vida comenzó a cambiar sin motivo ni razón, cuando una mañana se despertó con el aleteo de las mariposas en sus entrañas y el trino de los canarios en el alfeizar de su ventana.
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Historias al azar (Mii2)
FanficSi te animas a leer esto debes saber que no encontrarás nada fuera de lo ordinario, ni buena ortografía, ni redacción. Sólo cualquier cosa que se me ocurra escribir de esta tierna pareja ¿Jalas o te freseas? :v