Capítulo 2

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 Mi propio ego me dice que no debería de decir esto pero sé que debo de ser honesto. Fue un poco agobiante para mi durante los siguientes días el tenerte en mi cabeza. Bailabas en mi mente justo como en aquella azotea, moviéndote elegantemente y sonriendo tan brillantemente como el sol.

No lo admitiría en voz alta pero cada vez que salía de mi departamento, mis ojos buscaban por los pasillos tu presencia, curioso y ansioso de poder volver a encontrarme contigo.

Aunque creo que no era demasiado consciente de aquello en ese momento. No tenía idea de la gran marca que habías dejado en mí y evidentemente no estaba cerca de adivinar qué tan importante es que ibas a ser.

La noche había comenzado a caer, las primeras luces comenzaban a encenderse mientras que la luz anaranjada adornaba las calles junto con los edificios a su alrededor. Jeno se encontraba esta vez sentado en el cordón de la vereda, justo en la entrada de su edificio. Y no es que fuera su lugar favorito como para estar pero tras entregar tres trabajos en un mismo día y tener que lidiar horas con Yangyang, sentía la necesidad de fumar un poco.

Y podría haberlo hecho en la azotea si no fuera porque uno de los encargados le había encontrado hace dos días allí y se suponía que estaba prohibido a pesar de que no había ninguna señal de ello. Eso sin contar que era un sitio al aire libre.

En el fondo, creía que era realmente porque debieron descubrir que fue quien ensucio todas las alfombras al mojarlas y estaban cobrando su venganza de esa forma.

Además, su madre estaba en casa y, aunque estuviera enterada de su pequeño vicio, no aprobaba que fumara por lo cual le era imposible hacerlo allí. Así que ahora estaba afuera, en medio de la calle viendo a las pocas personas que circulaban por la zona.

Agradecía que al menos no era un sitio demasiado concurrido por lo cual podía estar tranquilo.

O al menos eso fue lo que pensó.

Escuchó como es que la puerta del edificio se abría y realmente no le importó demasiado cuál de los residentes estuviera saliendo hasta que esta persona se sentó al lado suyo. Volteó a verle, encontrándose con el chico de hace unos días quien estaba allí, sonriéndole como si fueran dos grandes amigos.

—  El otro día fui bastante descortés y nunca me presenté. Na Jae Min. —  Pronunció mientras extendía una de sus manos hacia él. —

Jeno le miró unos segundos, pensando en que aquel chico tenía algo en particular que le resultaba atrayente y extraño pero no estaba pudiendo saber qué era exactamente.

—  Lee Je No. — Fue lo único que dijo mientras estrechaba su mano con la que tenía libre. —

Sostuvo quizás un poco más de lo adecuado la mano ajena, soltándola poco a poco mientras volvía a ver hacia la calle, dándole una nueva calada a su cigarrillo y dejando salir el humo poco a poco, viendo como el mismo se disipaba en el aire rápidamente.

Quería decir algo, hablar o interrumpir el silencio que había entre ambos pero su mente se encontraba totalmente en blanco. No tenía idea de por donde podía empezar y es que no había estado preparado para reencontrárselo aquel día en el cual estaba agotado física y mentalmente.

—  Oye Jeno... —  Su nombre siendo pronunciado aquella voz resultó casi aterciopelado haciendo que un pequeño escalofrío recorriera su columna. Sin tener palabras, hizo un pequeño ruido para decirle que estaba escuchándole. — Nos hemos mudado hace poco y mi madre me ha mandado a comprar unas cuantas cosas pero no tengo idea donde está la tienda más cercana ¿Podrías acompañarme?

Carta a una tormenta || NominDonde viven las historias. Descúbrelo ahora