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La conciencia apareció en el límite de mi mente abotargada por el sueño, y yo intenté apartarla a la fuerza. No quería despertarme. Estaba caliente, cómoda y satisfecha.

Vagas imágenes de mi sueño pasaron por delante de mis ojos cerrados mientras me acurrucaba en la manta más calentita y que mejor olía en la que había dormido.

Y la manta se acurrucó a mi alrededor.

Algo cálido se apretó contra mí y abrí poco a poco los ojos para encontrarme con una cabeza de conocido pelo alborotado a unos centímetros de mi cara. Un centenar de imágenes me recorrieron la mente en ese preciso segundo cuando la realidad de la noche anterior cayó como un jarro de agua fría en mi cerebro.

«Dios».

Había sido real.

Se me aceleró el corazón cuando levanté la cabeza un poco y me encontré a mi atractiva mujer enroscada alrededor de mi cuerpo. Tenía la cabeza apoyada en mi pecho, la boca perfecta un poco abierta soltando bocanadas de aire caliente sobre mis pechos desnudos. Su largo cuerpo caliente contra el mío, las piernas entrelazadas y sus brazos apretados alrededor de mi torso.

«Se había quedado».

La intimidad de nuestra postura me golpeó con una fuerza tal que me dejó sin aliento. No es que se hubiera quedado, es que se había aferrado a mí.

Me esforcé por recuperar el aire y no entrar en pánico. Era mucho más que consciente de cada centímetro de nuestra piel en contacto. Sentí el poderoso latido de su corazón contra mi pecho. Tenía su miembro apretado contra mi muslo, semierecto durante el sueño. Me ardían los dedos por tocarle. Estaba deseando apretar mis labios contra su pelo. Era demasiado. Ella era demasiado.

Algo había cambiado la noche anterior y no estaba segura de estar lista para ello. No sabía lo que entrañaría ese cambio, pero ahí estaba. En cada movimiento, cada contacto, cada palabra y cada beso habíamos estado juntas. Nadie me había hecho sentir así, como si mi cuerpo estuviera hecho para encajar con el suyo.

Había estado con otras mujeres, pero con ella me sentía como si me arrastrara una marea oculta, completamente incapaz de cambiar el rumbo. Cerré los ojos, intentando sofocar la sensación de pánico que estaba creciendo en mi interior. No me arrepentía de lo que había pasado. Había sido intenso — como siempre— y seguramente el mejor sexo que había tenido en mi vida. Solo necesitaba unos minutos a solas antes de poder enfrentarme a ella.

Le coloqué una mano en la cabeza y la otra en la espalda y conseguí apartarla de mi cuerpo. Ella empezó a revolverse y yo me quedé helada, abrazándola fuerte y deseando en silencio que volviera a dormir. Ella murmuró mi nombre antes de que su respiración se volviera de nuevo regular y yo me escapé de debajo de su cuerpo.

La observé dormir durante un momento y el pánico se redujo no supe cómo. Una vez más fui consciente de lo guapa que era. En calma por el sueño, sus facciones aparecían tranquilas y en paz, con una expresión muy diferente de la que solía tener cuando estaba cerca de mí. Un pelo negro le caía por la frente y sentí la urgente necesidad de apartárselo de la cara. Ahí estaban las pestañas largas y sus pómulos perfectos.

«Dios mío, es que es tan guapa...».

Empecé a caminar hacia el baño, pero vi mi reflejo en el espejo del tocador del dormitorio.

«Vaya. Recién follada». Sin duda esa era la imagen que ofrecía.

Me acerqué y examiné los leves arañazos rojos que tenía por el cuello, los hombros, los pechos y el estómago. Tenía una marca pequeña de un mordisco en la parte de debajo de mi pecho izquierdo y un chupetón en el hombro. Miré hacia abajo y pasé los dedos por las marcas rojas que tenía en el interior del muslo. Se me endurecieron los pezones al recordar la sensación de su cara frotándose con mi piel.

No soporto a mi jefa - Chaelisa G!PDonde viven las historias. Descúbrelo ahora