Sacrificio

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Las hadas estaban inquietas ese día. Los árboles se balanceaban más de lo normal y el viento estaba enfurecido. Todos sabían lo que pasaba. El famoso día había llegado. Ellos habían llegado. No había escapatoria. La Tierra estaba enfadada. Le habían arrebatado lo más preciado. Estaban matando a sus hijos. La Tierra no perdonaría a los hombres

Por eso la mandó a ella, algo impredecible, poderoso y terrorífico. Algo como yo.
Habia nacido literalmente para aquello. Me habían concebido para morir después. Con mi muerte, el mundo estaría en paz. Los seres mágicos volverían a vivir en paz.

Cuando el monarca de los humanos apareció en el campo de batalla, después de habernos declarado la guerra. Entonces, lo vi a él.
El único que no me había tratado como a un sacrificio.
Pero nunca podríamos. Pero nunca podríamos estar juntos. Él era un humano, y yo una hija concebida por la Tierra. Aún así, él me miraba con ojos tristes. Haciéndome una pregunta silenciosa.

¿Vas a hacerlo?

No quería hacerlo.
No quería matarlo. Pero no había otra opción, si quería salvar a los míos tenía q matarlos a todos, incluida a mi.

Comencé a andar. Puse mis dedos en contacto y suspiré.

Puedes hacerlo.
Me dije a mi misma.

Una luz tenue comenzó a salir de mí, que poco a poc fue aumentando.
Los humanos se sorprendieron, y su líder soltó un grito de guerra, todos ellos comenzaron a correr hacia mí.

Corrían con miedo en sus ojos. Estaban horrorizados con el poder de la Tierra, pero no podían detenerse, no  debían.

El suelo debaji de ellos comenzó a temblar. Se abrió en dos y cientos de soldados cayeron por él. El cielo se oscureció, y las nubes empezaron a gruñir. Rayos y truenos se cernía cobre ellos, los abrazaba vivos. Él me miraba con lástima, sabía lo que iba a hacer. Lo que pasaría.

El viento se volvió más salvaje. Se llevó a algunos por los aires. Yo me elevé y me moví sin nadie notarlo hasta el rey, apretandole la garganta con mis dos manos mientras el forcejeaba. Sus soldados intentaban salvarlo, pero salían disparados cada vez que se acercaban.

El rey se quedó sin aliento, se volvió azul y no se rendía. De repente, paró. Sus manos cayeron y su pulso se detuvo. Al igual que la lluvia y el viento. Todos sus hombres empezaron a morir también. Incluido él. Lo miré y le sonreí calidamente por última vez. Después, mi pulso también se detuvo.

La Tierra requería equilibrio. Para matar a todo un ejército, necesitaba un sacrificio igual de mayor. Yo era una hija de la Tierra misma, suficiente equilibrio.

Después de mi muerte me honraron por salvar al reino.

Yo estaba en paz, a pesar de haberlo dejado a él atrás. Después de todo, tan solo me utilizó. Pero sé que me seguia queriendo, lo sé. Él siempre me querrá.

Cuéntame Un CuentoWhere stories live. Discover now