El color rojo

7 0 0
                                    

Era de noche, fuera estaba oscuro, estaba sentada en el banquillo del gimnasio de mi escuela. Fuerte música sonaba de fondo, y todos los alumnos, tanto chicos como chicas, bailaban felices al ritmo de la música.
Todo era tan ruidoso que tuve que taparme los oídos. En realidad, no quería estar allí. Pero una amiga me había convencido, más bien, obligado.
Lo único que hice fue levantarme a por un vaso de agua. Miraba la puerta con deseo, quería irme de allí, pero tenía que terminar lo que había empezado. Las cosas no se dejan a medias.

Odiaba a todos los que estaban en la fiesta, incluso a la amiga que me había invitado. Todos eran horribles personas, nadie los echaría de menos. Le hacían un favor al mundo desapareciendo, pero ellos no querían hacerlo, así que tuve que hacerlos desaparecer yo mismo.

Fui a por la bolsa de mi taquilla. Y cuando volví, vi que todos eran tan felices, ¿por qué yo tenía que destrozar aquello? Eran adolescentes, tenían la vida por delante.
Pero si yo no podía ser feliz, gracias a ellos, tampoco lo merecían. ¿O si?

Todos se asustaron al escuchar el primer disparo. Incluido yo, mi cuerpo temblaba, y mis manos sudaban. Pero aún así, segui disparando sin un punto fijo. Los fósforos del gimnasio se petaron, la música seguía soñando de fondo mientras todos corrían hasta la puerta que yo había cerrado antes de irme.
Pisaban a sus compañeros heridos por su propia supervivencia. Sus caras de horror y agonía me compilacian, me reconfortaban, tenían que pagar por lo que habían hecho. Ojo por ojo.

Nunca me gustó el color rojo.

Es un color de mentiras y maldad, el color del diablo, dicen.
Pero, cuando vi el suelo del gimnasio cubierto de un rojo intenso, con los cuerpos de mis compañeros allí tirados, el rojo se convirtió en mi color preferido.

La sirena de la policía comenzó a escucharse minutos después, pero yo había sido más rápido. Y, mientras las manos de un hombre vestido de azul llevaban las mías a mi espalda, y los médicos iban corriendo a los cuerpos agonizantes de mis compañeros, yo sonreía, la mayor sonrisa que había estado en mi cara nunca, os lo aseguro.

Cuéntame Un CuentoWhere stories live. Discover now