CAPÍTULO 5

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Comienzo del suplicio.

Mayo 2020 (Quebec-Canadá)

Mila.

Siempre había creído que no existía algo más peligroso que los demonios internos, esos que solo están para atormentar nuestro día a día llenándonos de sentimientos indescifrables, miedos enigmáticos y pensamientos oscuros que rozan con lo peligroso. Hasta que entendí, hasta que experimente, hasta que lo vi con mis propios, hasta que lo sentí.

Solo los demonios de carne y hueso te pueden hacer sentir el verdadero terror, solo ellos son capaces de transmitir miedo, angustia, pánico y hasta pavor con solo una mirada.

Algunos pueden hacer que te desvanezcas con su tacto o un simple roce, pues lo que realmente los hace peligrosos es el hecho de que no solo te hacen sentir sentimientos sombríos, si no también algunos llenos de perversidad y deseos prohibidos, perfectos para hacerte caer en el pecado. En su juego.

Esa lujuria mezclada con miedo es lo que nos hace a los humanos algo ininteligible y/o inexplicable.

Cuando todo lo malo y perverso está justo en un mismo lugar, hace que en nivel de riesgo aumente, todo se complica y al ser nosotros los portadores de dicha mezcla es lo que nos hace una bomba en cuenta regresiva hasta el punto de explotar.

Siento mi cuerpo tensarse y una oleada de miedo recorriendo por todo mi cuerpo desde mi cabeza hasta la punta de mis pies.

Un montón de emociones y recuerdos desdeñosos vienen a mí como dagas directo al corazón, recibir el mensaje no es lo que me desconcierta, lo realmente amargo es del lugar del que proviene.

Una amenaza que llevo esperando mucho tiempo. Hasta pensé que no llegaría.

Me pongo en pie, lo más rápido que puedo, agarro una bata para cubrir mi desnudes después del horrible intento de tener sexo. Salgo de mi cuarto obligando a mis pies correr lo más rápido que pueden para llegar en segundos a la habitación de Madeleine.

—¡Abre la maldita puerta! —digo casi gritando y dando fuertes golpes— ¡Joder abre ya!

La angustia aumenta con el pasar de los segundos. Parece que el destino y el karma decidieron unirse para conspirar en nuestra contra haciendo que una oleada de problemas  llegarán para hacer de esta vida más miserable de lo que ya es.

Y mientras estoy de pie insistiendo, me debato entre si es buena idea decirle a la escocesa lo que pasó unos minutos atrás o no. Sé que para Madeleine esto no fue, es, ni será fácil; los temas relacionados con su familia le han causado una que otra pesadilla.

—¡Abre carajo! —me exaspero.

Lo correcto es que sepa todo desde un inicio para estar preparados. Es difícil saber qué tanto le afectará esto pues ella no es expresiva cuando de su familia se trata.

Abren la puerta después de tanta insistencia por mi parte.

—¿Que mier...?

La pregunta de mi hermano Colin queda en el aire cuando me abro camino pasando como Pedro por su casa haciendo que él choque contra la pared. Camino hasta la cama donde está la pelirroja a medio vestir.

—Levanta tu bello culo de esa cama que por cierto no es matrimonial y ven conmigo —demando.

Su cara es todo un poema lleno de frustración y como si tratará de entender qué carajos estoy haciendo en su habitación a tal hora y de tal manera. Es entendible, yo estaría igual.

—Carajo Mila ¿Qué haces aquí? Respeta —habla mi hermano— no te das cuenta que estamos en el grandioso proceso de procrear.

—¡Colin! —lo reprende su novia poniéndose de pie para darle un puño cerca del hombro— no tienes que andar diciéndole nuestras cosas a tu hermana, es obvio lo que estábamos haciendo, no sé lo tienes que confirmar.

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