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Al encontrarse en un espacio prudente nota como todos los soldados están entrenando a su manera, el no conoce la forma correcta de ser un soldado, si recuerda correctamente la única arma que ha sostenido en toda su vida es una espada de madera.

Pese a ello el verlos entrenar es gratificante, como su cuerpo se extiende y contraen en la acción de girar la espada, como cada musculo se contrae para efectuar una acción, es simplemente artístico a sus ojos.

La comandante no es la excepción en el grupo, su cuerpo entrenado en combate, su mirada ruda que exuda firmeza y dominio. La forma en que balanza su espada hasta dar golpes precisos mientras algunos mechones se pegan a su frente junto a las gotas de sudor es como ver el significado de fuerza y control escritos en un baile de espadas.

Bellier no puede dejar de mirar.

Una parte de si se pregunta con cierta intriga, si en algún momento también hubiese podido ser tan bueno como ella.

Para su yo de ahora es imposible, no es por quejarse sin embargo es el mas bajo que ha visto entre los soldados, su cuerpo delgaducho y su insignificante fuerza lo vuelve inútil en todo lo que implique guerra o siquiera levantar un arma.

Bella se reconforta al verlo como espectador, aun siente culpa por causar su leve fiebre. Sin embargo el también es culpable desde su perspectiva, no podía simplemente irse, de esa forma no habría culpa ni malestar a futuro, se traga toda esa amargura que no puede expulsar.

-Pollito viniste a verme -se acerca Gaston rápidamente haciendo que Bellier de un paso atrás con miedo.

-Soy Bellier -no le gusta ese apodo, puede que sea bajo o un cobarde que tiembla en las ocasiones de peligro, solo que no es excusa para llamarlo de esa forma.

-Pollito que tal si vemos como entrenan mientras comemos estos deliciosos chocolates -revela una bolsa de tela que en su interior muestra chocolates, para el pobre Bellier esa tentación lo hace babear.

Este reino es conocido por su gran imprenta, sus cultivos de vino y como el mejor comercializado de armas, pero no por dulces haciendo que en algunos casos sean un lujo poseer una pieza de chocolate.

-Gaston - escucha junto con los pasos, este voltea y con una sonrisa de oreja a oreja.

-Mi novia ya se recupero -espeta corriéndose antes de que el golpe sea lo suficientemente preciso para impactar su estomago -la comandante esta feliz de verme -comenta con una sonrisa.

-Tan feliz como para hacerte correr diez vueltas mas -sonríe pero su mirada es fría al punto de que Bellier tiembla con tal miedo de ser el siguiente enfrentado la ira de la comandante.

Gaston aprovecha la oportunidad para caminar hasta posicionarse detrás de Bellier, quien sin esperarlo se convirtió en un escudo de masa temblorosa.

-Bella mala, mira tu pollito esta temblando -señala Gaston y saco un chocolate el cual deja directamente en los labios de Bellier, quien al sentir el empalagoso sabor derritiéndose en su boca se olvida de la situación.

-MIKAHIL.

El grito recorre todo el espacio hasta que se acerca uno de los soldados

-Presente -su mano se posa en su frente como señal de respeto.

-¿Esos no son tus chocolates? -señala la bolsa en manos de Gaston.

Entre los soldados Mikahil es quien ama los dulces, en cada guerra contra (Linoir) el aprovecha para comprar gran cantidad de golosinas que esconderá con el mayor esmero posible, siempre robado por Gaston a quien no le importa que tan escondido esta el tesoro si no poder degustar del dulce sabor.

Bella y BellierDonde viven las historias. Descúbrelo ahora