Epilogo

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—Señor, señor —escucha sin poder creerlo, no era la voz de la comandante lo último que escuchara en la vida.

Sus ojos se abren, es incrédulo, parpadea centenares de veces. Sigue sin poder creerlo, se levanta sin sentir ningún dolor o malestar, no tiene vendas muy por el contrario no sabe que pasa solo que es mas alto de lo que recuerda, sus brazos no son delgados y su piel no tiene ese color pálido al que se resigno.

—Señorito ¿puedo pasar? —escucha de nuevo esa voz.

Se siente en la cama —Entra —dice con una voz mas profunda que la suya.

Una muchacha en traje de mucama entre con un contenedor que lleva agua y algunas toallas, como si su cuerpo supiera que hacer va a lavarse la cara y se limpia, hace una seña y ella se retira.

—¿Que carajos pasa? —por que siente que es el, solo que a la vez no, ¿donde esta? ¿por que no esta muerto?

—Bellier —escucha desde la puerta una voz que juraba solo puede escuchar en sus sueños.

—Madre —ella entra haciendo que el la vea, en ese instante corre a abrazarla, todos estos años sin ella, todos estos momentos en los que solo pudo soñarla, aunque no sabe si lo que vive es real, solo que todo este tiempo tan lejos de sus seres queridos, todos ese dolor guardado por tener que ser fuerte aunque apenas podía vivir el día a día.

—Bellier —repite con cariño —es hora de comer, recuerda que prometimos estar todos juntos— el no lo cree y la suelta, ella sale —recuerda no te demores.

El solo deja a su cuerpo actuar y noto como tiene ropa acomodada, no solo una pieza sino varias. Al salir ve como hay mas personas arreglando los alrededores, el comedor es grande y antes no lo noto pese a ello sus padres visten joyas finas y ropa que antes solo desdeñaba al ser de uso de los que poseen dinero.

Su hermano no esta o eso cree hasta que nota al chico alto de aspecto guapo con la mujer de sonrisa profunda y ojos hermosos, los dos están tomados de la mano.

—Bellier te enamoraste de tu hermano —su voz suena mas a deja de verla.

—Ayer tuve un sueño muy extraño, en el nuestros padres mueren por la peste, tu eras un apostador sin suerte y vivíamos en un lugar pequeño, no teníamos donde comer, yo trabajaba en una imprenta.

Este lo mira con mucho asombro —no digas rarezas, solo comamos.

En la mesa gran cantidad de platillos son mostrados.

—Se que no soy tan confiable pero Bell te aseguro que velaría por tu bienestar si algo les pasara a nuestros padres.

—Cariño eres confiable de lo contrario no me habría casado contigo —ella lo mira con dulzura. —A parte es imposible que la familia Declain muera tan rápido siendo la vendedora de tinta mas importante del continente y de Linza.

—¿Linza? —como es que al despertar hasta cambio de reino, como puede vivir en Linza si ha vivido toda su vida en Lazul, ese es su reino.

La risa estridente de su padre lo despierta —Nuestro hijo actuá tan extraño que tanto le habrá afectado ese sueño — mira a Bellier con calma —no te preocupes padre no ha muerto, ni tampoco mi querida esposa, Gabriel en verdad nunca gana una apuesta pero el a hecho su propio camino, su esposa esta a nuestro lado y desde hace años vivimos en Linza ya que aquí recibimos el titulo de comerciantes por nuestra tinta, también recibimos un apellido —aclara con nostalgia.

Bellier por su parte esta con toda información intentado procesarla, cual fue el cambio, ¿esta en realidad es su vida?

—Papa no tenias que contarle nuestra vida sin rememorar que comenos aquí por que Bellier aun no se ha casado —sonríe con burla.

Bella y BellierDonde viven las historias. Descúbrelo ahora