Little boy

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Ice cream (parte 2)

Se besaron con suavidad en medio de la pequeña habitación del rubio. 

Era domingo por la tarde y Adrien sugirió que fuesen a su casa a ver una película. Aunque, por supuesto, terminar el filme jamás estuvo entre sus planes. Tan sólo había sido un mero pretexto para llevar al mayor a su recámara y tener un momento íntimo. 

Desde que comenzaron a salir, se sentía como en un sueño. Ya no tenía que imaginarse lo que sería hablar con él o incluso besarlo, porque podía hacer aquello todas las veces que quisiera. Veía muy lejano el tiempo en que solía ir a verle a la heladería todos los días, a la distancia, con el anhelo de confesar sus sentimientos y ser correspondido. 

Cada día despertaba, feliz, de saber que lo vería y que podría pasar todo el tiempo a su lado como su pareja, no sólo como un simple cliente ocasional. 

Suspiró en medio del beso sin poder evitarlo, abriendo mínimamente los ojos para encontrarse de lleno con los parpados cerrados del azabache. El pelo teñido le caía sobre la frente en una alborotada rebeldía que, a su parecer, le hacía lucir más atractivo. 

Las mariposas se agitaron en su estómago y sintió el vello corporal erizarse sin apenas preverlo. El deseo se albergó en su corazón y pronto se halló queriendo algo más que esas caricias superficiales. 

Se inclinó sobre el más alto, quien abrió los ojos por el movimiento repentino, mas no logró detenerle, terminando en una posición comprometedora. 

Cortó el beso de inmediato, mandándole una mirada confundida al rubio. 

—¿Qué haces? —Cuestionó en un tono serio que no sonaba enfadado en lo absoluto sino más bien sincero. 

Adrien parpadeó, desconcertado, para sonrojarse poco después y desviar la vista del otro. 

—Yo... pensé que, quizá... nosotros podíamos... —paró ante la vergüenza que le abordó de repente. Se llevó ambas manos a la cara, ocultando su rostro por la pena que le provocó tal circunstancia—. Lo siento —canturreó—. Debí preguntártelo antes, es sólo que... ahh —soltó un gritito que sorprendió a Luka. 

Couffaine soltó una risilla que cubrió con una mano antes de apoyarse en los codos sobre la mullida cama. 

—¿Acaso querías tener sexo conmigo? ¿Ese fue tu malvado plan al traerme aquí? Vaya, no eres tan inocente como tu bonita cara hace creer. 

El rostro del más bajo se coloreó por completo de carmín ante la acusación que no era para nada disparatada. Si bien lo pensó, no podía afirmar que todo fue parte de un plan más elaborado, tan sólo fue una idea que le cruzó por la cabeza en su momento. 

Se descubrió la cara, deslizando la mirada de a poco hacia Luka, que todavía portaba una sonrisa burlona en su rostro. 

—¿Estaría mal si... fuese así? —Preguntó con las mejillas encendidas y alternando entre el muchacho frente a él y la sábana que, de pronto, le pareció lo más interesante del mundo. 

Luka no contestó de inmediato, le observó, minucioso, antes de estirar una mano hacia los mechones rubios y sonreír de una forma más socarrona. 

En un rápido cambio de papeles, que tomó desprevenido al menor, se posicionó sobre él al tiempo que enredaba las piernas de Adrien alrededor de su cintura. 

El acto avergonzó al rubio aun más. Su corazón no tardó en acelerarse y taladrar en sus oídos, la sangre le subió a la cabeza, mareándole en el proceso y divirtiendo al azabache con las expresiones tan graciosas que el Agreste formulaba. 

One-shots LukadrienDonde viven las historias. Descúbrelo ahora