Indescifrable

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Adrien

Me hallo observando la ventana, la familiar vista del segundo piso que apenas me impresiona, pero que sirve para distraer mis pensamientos del dolor de cabeza habitual. 

Recuerdo esto. Sé lo que sucederá después. 

El profesor llama mi atención ante mi evidente devaneo de la clase. Respingo al oír su voz y observo a mis compañeros que me miran con extrañeza, todos a excepción de uno. 

El señor Hapréle insiste en que lea el párrafo siguiente y yo no sé de qué está hablando. Tomo mi libro para ponerme de pie. Lo primero que se me ocurre es ahondar en la mente de todos esos chicos para encontrar la respuesta. Sin embargo, sus pensamientos son ruidosos y me desconcentran. 

Ninguno piensa en lo que busco. 

Me quedo de pie, nervioso por ser reprendido cuando lo oigo fuerte y claro. No en voz alta, sino en mi cabeza. 

"Quinta línea del segundo párrafo: «Éramos felices...»".

Busco por aquella frase y no tardo en hallarla. Me aclaro la garganta antes de comenzar la lectura.

«Éramos felices, tan felices que a veces me daba miedo. Parecía que la tranquilidad nunca se rompería en aquella casa de azúcar...».

Continúo con la lectura hasta que el profesor me pide que pare y preste más atención a la próxima. Yo asiento y vuelvo a mi sitio. 

Mi mirada ahora se centra en la espalda del chico frente a mí. 

No solemos hablar. No me gusta hablar con nadie porque tarde o temprano termino por oír sus pensamientos aunque no lo desee. Un vínculo cercano siempre tiene ese efecto. 

No obstante, ese chico es la excepción que suele haber a toda regla. Jamás he podido leerlo, como si su mente se encontrara en blanco, como si fuera imposible para mí. 

Así que, ¿cómo he podido escucharlo ahora? 

La imagen de ese recuerdo se nubla, pero sé lo que sucedió después. Lo observé hasta que la clase terminó, sin ser capaz de hablarle... de nuevo. 

Era nuestro segundo año escolar y pensé que encontraría el modo de hablar con él algún día, que iluso. Que ingenuo. 

El año siguiente tampoco pude conversar con él, ni siquiera cuando oí su segundo y último pensamiento. Ese que soltó al pasar a un lado de mí en la graduación. 

"Adrien Agreste". 

Paré en seco, muy sorprendido, y cuando me volví, sólo pude ver su espalda alejarse. 

No fui capaz de hablarle. No fui capaz de leerle. 

Luka Couffaine siempre fue un misterio para mí. Un recuerdo doloroso de un primer amor no correspondido. 

Me mantengo recordando ese sueño, virando hacia el exterior lleno de gente que no puedo leer. Tal vez sea la distancia, tal vez la división de cristal que nos separa, o tal vez que me hallo hundido en mis propios pensamientos como para poner atención a los de terceros. 

One-shots LukadrienDonde viven las historias. Descúbrelo ahora