01

1K 88 2
                                    

— ¿Cómo se encuentra? —esa había sido la pregunta que había hecho el emperador al ver salir a la hechicera de la habitación de su hija.

Park Jihyo era la hechicera en la que todo el imperio tenía más confianza, aquella mujer era la encargada de mantener de buena salud a los enfermos, siempre dispuesta a dar una buena atención a todos, con una agradable sonrisa, todos sabían que ella poseía grandes enseñanzas de magia blanca, la consideraban la luz del imperio.

—Está bien, le di una medicina que calmará por completo su calor —el emperador pudo respirar aliviado.

Desde que su esposa murió, cuidar de la pequeña Tzuyu ha sido todo un desastre, o eso es lo que él consideraba, casi no podía convivir con su hija debido a las labores diarias que tenía, pero siempre trataba de hacerlo, no quería desperdiciar el tiempo, en verdad quería pasar el tiempo suficiente con su hija para que no se sintiera sola.

—Debo felicitarlo, emperador Chou —el emperador miró a la hechicera—, su hija se ha presentado como omega.

El emperador sonrió, su querida esposa había tenido toda la razón desde un principio, bueno al parecer la futura emperatriz sería una omega, eso era muy bueno, dio una reverencia hacia la hechicera, que fue correspondida por otra de parte de ella.

—Te debo mucho, Jihyo, estoy en gratitud.

—Lo mismo digo, emperador —la hechicera dejó de sonreír para mirar al emperador—, debo decirle algo, su hija llamó a su alfa.

El emperador Chou se vio sorprendido, ¿había llamado a su alfa? Pero, eso sólo quería decir una cosa, que seguramente estaba cerca, y eso era demasiado.

—Sé que es a muy corta edad, pero al parecer está cerca.

— ¿Sabes de quién se trata? —preguntó el emperador.

La hechicera dio un asentimiento con la cabeza.

—Es Minatozaki Sana...

Minatozaki Sana se había presentado como alfa hace algunos meses, era la hija de uno de sus más fieles sirvientes, le agradaba aquella niña, siempre se la pasaba de un lado a otro y no había día en que no dudara en mostrar respeto, Sana apenas había cumplido los doce años, su hija tenía diez años y se había presentado, suponía que por la presencia de la alfa que estaba casi todo el tiempo en el palacio.

El emperador se veía feliz de saber que aquella nueva alfa sería la predestinada de su querida hija, pues tenía un buen presentimiento de eso.

—Es una buena noticia.

La hechicera sólo dio una pequeña sonrisa en respuesta, por supuesto que era una buena noticia, pues todos sabían que las parejas predestinadas eran un lazo tan puro y sincero que jamás podía ser roto por nadie.

— ¿Puedo pasar a verla? —preguntó el emperador.

— Adelante, me tengo que retirar, disculpe.

—Gracias por venir, Jihyo.

La hechicera asintió, y comenzó a caminar, antes de dirigirse hacia la entrada principal, se detuvo y miró detrás de ella, tenía un mal presentimiento, estaba algo preocupada, pero también pensaba que sería por las hierbas que tuvo que mezclar, sabía que eran adormecedoras, y que a veces le causaban un ligero mareo, tal vez sólo lo estaba confundiendo, siguió su camino hasta salir del palacio.

—Tzuyu, hija mía.

— ¡Papá! —la niña se veía muy feliz de poder ver a su padre en su habitación, por unos momentos pensaba que se quedaría sola.

—Qué bueno que estás bien, pequeña —su padre revolvió sus cabellos y Tzuyu soltó una pequeña risa ante aquel tacto—, mi pequeña es una omega, ¿Quién lo diría?

— ¿Soy omega? ¡Soy omega! —ciertamente a Tzuyu le gustaba como eran los omegas, estaba encantada con eso, y más porque sabía que conocería a su pareja predestinada, un alfa que seguramente mantendría un cortejo tan romántico para ella, que no dudaría en estar con él, ¡ya quería conocer a ese alfa!

—La hechicera me ha dicho quién será tu predestinada.

Los ojos de su hija brillaron en un anhelo que pudo describir como algo que estaba esperando saber, sabía que la reconocería, pero no podía esperar más, ¡ella quería saber quién era su alfa! Debía saberlo, ahora mismo.

— ¿Quién? ¿Quién es? —su padre soltó una risa al escuchar el entusiasmo de su pequeña hija.

—Tranquila, te lo diré —Tuzyu sentía su corazón latir de la emoción que estaba sintiendo en ese momento—, es Minatozaki Sana...

Y se vio como la emoción se fue de ella en un instante, su padre pudo ver como a su hija prácticamente se le borraba la sonrisa de inmediato, Tzuyu pensaba que sería alguien más, no esa patética de Sana, sabía que era alfa, pero no le agradaba para nada, además ¿Cómo podía esa ser su alfa? ¡Imposible!

—No, ¡no lo es!

—Tzuyu...

— ¡No es mi alfa! No, no, ¡no!

Tal vez desde allí todo iba a comenzar a tornarse más oscuro.

La Omega que no quería a su predestinada [Adaptación Satzu]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora