1. Lunes en la mañana

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Amanda

Los lunes en la mañana deberían ser prohibidos por ley. En especial, cuando está nevando.

Es decir, ¿quién diablos quiere levantarse un lunes de febrero cuando está tan frío que se te puede congelar cada dedo del pie?

Pero como nací hermosa pero no rica, debo levantarme cuando la alarma se enciende en el celular. La canción que suena es Shake it Off de Taylor Swift, por todo el mantra de que debo levantarme de buen humor y eso. Pero ya he maldecido seis veces en la cama antes de que la canción termine, así que al diablo con el buen humor.

Debo pedirle al Dios del cielo que me perdone y luego que me ayude a soportar un lunes en la mañana.

Entonces, como si la vida fuera un chiste de mal gusto, mamá abre la puerta de par en par como si estar levantado y listo para ser feliz a las seis de la mañana de un lunes fuera algo perfectamente normal y aceptable. Me pregunto porqué a los veintiséis sigo viviendo con mis padres aún.

— Amanda, levántate o vas a llegar tarde de nuevo.

Gruño sobre la almohada y empiezo a dar patadas a la cama.

— No vas a cambiar el hecho de que te tienes que levantar.

Se acerca a la cama y recoge dos cojines del suelo y los lanza de nuevo a mi cama. La observo con un ojo abierto y otro cerrado.

— ¿Cómo le haces para estar despierta y lista tan temprano?

Mi mamá se ríe y me acaricia el cabello. Luego me hala de un brazo y me sienta en la cama.

Reprimo un juramento. Porque, ¡vamos! Ya Dios está molesto conmigo, no puedo extenderle mi molestia a mi mamá.

Sus zapatillas resuenan en el piso cuando sale de la habitación. Me paso una mano por la cara y voy a prepararme.

La razón por la que llego pasadas las ocho a la oficina no tiene nada que ver con que me quedé dormida en el baño un rato y tal vez todo con que me distraje con un chico en el café de la esquina.

Mi jefa, Renata Moreta, me da una mirada cuando me estoy quitando el abrigo en la sala y lo dejo en el perchero. Su mirada es sospechosa, así que le doy una sonrisa tensa.

— ¿Me trajiste café? —pregunta entrecerrando los ojos.

Resoplo.

Me siento generosa para regalarle uno de los tres café que compré para mi en el día de hoy.

— Esto tiene leche de almendras. –Hace un gesto de desagrado y me lo devuelve.

Toma el café de mi mano, el que tiene leche normal, y su cara cambia a felicidad. Ruedo los ojos.

— No entiendo cómo insistes en comprar un café con cada leche que tienen.

— Necesito extender mis opciones y me gusta la idea de abrirme a nuevas posibilidades.

Le doy un sorbo al café de leche de almendras y disimulo mi gesto de asco. Renata se ríe.

— Tal vez deberías de pensarlo mejor.

— Tal vez —entrecierro mis ojos y dejo mis pertenencias en mi escritorio. Renata aún da vueltas en mi oficina y la observo con sospecha. Desecho disimuladamente el café en la papelera debajo de mi escritorio.

— Suelta la sopa ya. Ya pasaron las festividades, así que no debes actuar con falsa amabilidad.

Renata deja escapar una carcajada.

— Hablo en serio. —La acuso con mis ojos.

Mi jefa me sonríe y luego se sienta en una de las sillas frente a mi escritorio. Sus piernas cruzadas. El vaso con el café de leche normal da vueltas entre sus dedos.

Tomo el café con crema y le doy un sorbo, al menos sabe mejor.

— Sabes que me agradas Amanda, la actitud desagradable contigo es porque me exasperas cuando intentas hacerme la vida imposible.

— Hacerte la vida imposible es mi trabajo cuando crees que todo se puede lograr dentro de la marca, así que ve al grano.

Renata asiente.

— Bueno, sabes que lanzaremos la colección de primavera en abril, entonces esta vez hemos decidido no contratar un modelo.

El café tiene matices de dulce de leche que me hacen sentir feliz.

Asiento.

— En este último año, la Fórmula 1 ha tenido un gran auge entre los jóvenes, y como los pilotos son muy guapos, hemos decidido hacer una colaboración y contratar a uno como embajador de la marca.

No soplo el café antes de dar un sorbo y me quemo la lengua.

— Hace un mes te dije que es imposible que pueda contratar a Alexander King, odia todo eso. Y además, anda jugando las casitas con mi prima en Mónaco. No lo va a hacer.

Pienso en el novio de mi prima, uno de los pilotos más jóvenes y prolíficos de la Fórmula 1, y en su cara de seriedad todo el tiempo y me pregunto por qué diablos piensan que es guapo. Puack!

Renata sonríe.

— Eso está claro, pero no es a Alexander que queremos precisamente.

Mis manos están congeladas. Me pregunto si la calefacción está encendida.

— Bueno, no conozco a nadie más, pero le puedo pedir a Luna que le pregunte a Alex, aunque no creo que quiera.

Renata niega con la cabeza.

— Amanda, ya tenemos a la persona seleccionada. Y deberás empezar a trabajar cuanto antes con él para que la campaña quede lista en abril.

— Ah, eso es genial. Entonces, ¿quién es?

Renata me da una sonrisa tensa.

— Henry Duncan.

El café se me cae de las manos y ensucia toda la superficie del escritorio. Renata se sobresalta y se aleja.

Definitivamente, los lunes en la mañana deben ser prohibidos.

En especial, cuando te enteras que deberás trabajar con tu enemigo más íntimo.

El desastre perfectoWhere stories live. Discover now