Capítulo Noveno

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SeungHyun corre desesperado por los nevados campos de Rusia. Ya no es un niño, pero se siente solo y aterrado como una vez lo estuvo, perdido en el laberinto de calles congeladas y rostros sin nombre. Corre deshecho en lágrimas y con el corazón estrangulado, al límite de sus fuerzas y de sus nervios.

Vladimir lo persigue. No el Vladimir de su infancia, tierno y comprensivo, no el amante ardiente que ordenaba en su lecho, tampoco el dulce entrenador de mejillas tersas y sonrisa compasiva. Éste es un Vladimir transformado por la muerte, de ojos sanguinolentos y piel marmolada, de mirada vacía y manos trémulas.

–¡No me perdonaste! –le reprocha con desprecio, mientras estira sus brazos para atraparlo–. ¡No me dejaste morir en paz, te supliqué y no me perdonaste...!

SeungHyun apresura sus pasos, atormentado. Los árboles se cierran a su alrededor, las ramas le lastiman el rostro y las manos, la nieve bajo sus pies es cada vez más suave. Pero de pronto pisa firme y los árboles lo liberan. Se encuentra sobre un lago congelado y ahora lleva puestos sus patines. Oh, sí, sus patines. Sobre el hielo ya no tendrá problemas. Sobre el hielo todo irá mejor.

De inmediato toma ventaja, Vladimir ha quedado atrás. Suspira aliviado, pero no por mucho tiempo. Una figura se presenta ante él tan repentinamente que por esquivarla cae al hielo y resbala sin control. Otro muerto. Otra venganza.

–Te lo dije, Choi –dice Kwon con la mitad de su cabeza destrozada, la sangre cayendo espesa y viscosa por su rostro–. Dije que cavaría tu tumba. Ahora la policía te encerrará de por vida y yo estaré allí para torturarte. Cada día hasta que mueras, ¡y tú no podrás escapar! –se burla en medio de groseras carcajadas.

–¡Maldito! –exclama SeungHyun, la ira sobrepasando su miedo–. ¡Vuelve al infierno, demonio! –grita, y saca uno de sus patines con la facilidad de un guante, y comienza a golpear con él la repentinamente sólida figura de su enemigo. Hiende su arma con loco frenesí mientras la sangre salpica más de lo que es lógico, volviendo todo un infernal mar escarlata.

–¿Por qué, Seung? ¿Por qué me haces esto? ¿Por qué ya no me amas?

La voz de mujer congela su gesto en el aire. No entiende en qué momento Kwon se convirtió en su madre y él en matricida.

–¡No! ¡No! –exclama enloquecido, arrojando el patín a un lado, viendo a su madre agonizante vomitar sangre sobre el hielo.

Retrocede horrorizado y su espalda golpea contra algo sólido. Gira, ya en pánico, y unos ojos cafés le devuelven la mirada.

–¡JiYong! –exclama desvanecido de alivio cuando su amado lo besa en los labios, atrapándolo entre sus brazos con pasión–. JiYong... –repite extasiado mientras esa boca deliciosa lo colma de placer.

– Злой (Zloi) –le susurra su amor al oído y él parpadea sin comprender. ¿Sabrá JiYong que acaba de insultarlo? "Maldito", "perverso"... no, obviamente JiYong no sabe lo que dice. Aleja el rostro y lo observa. Su niño sonríe de forma extraña.

–SeungHyun–murmura con ternura al tiempo que le clava un cuchillo en el vientre, derribándolo al piso–. Mi amor –insiste, arrodillado junto a él, acariciándole el cabello mientras retuerce el puñal en sus entrañas–. Seung... despierta...



Sus ojos se abrieron al tiempo que exhalaba en un espasmo de dolor. Con un fuerte empujón intentó apartar a JiYong, inclinado sobre él, pero éste lo retuvo firmemente por los brazos para impedirle escapar.

–¡Suéltame! –gimió casi en un llanto, mientras intentaba liberar su cuerpo–. ¡Suéltame!

–¡Basta Seung, basta! ¡Fue un sueño, sólo fue un sueño!

Jadeante, aún combativo, el pelinegro echó una mirada desorientada a su alrededor. No había muertos ni árboles allí, no había sangre ni nieve bajo ellos... sólo las sábanas arrugadas de un lecho tibio y acogedor.

Los brazos de JiYong lo liberaron, y SeungHyun suspiró profundamente mientras se incorporaba, todavía agitado. Un sueño, nada más que un sueño, pero su pulso seguía acelerado y le costaba recuperar el tranquilo ritmo de su respiración, cubierto por un sudor frío que lo hacía estremecer.

–Ten, toma –JiYong le ofrecía agua. Con una mano temblorosa tomó el vaso y humedeció sus labios. Dios, cómo odiaba aquellas pesadillas...

Sangre Sobre El Hielo (кровь на льду) | GtopDonde viven las historias. Descúbrelo ahora