Capítulo 1: Dolor.

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Todo se había terminado aquel lunes pasado por la tarde, después de que habíamos acabado la práctica.

-Yo... estoy saliendo con Rin.

Aquellas palabras que hicieron eco en el interior de los vestidores me hicieron paralizarme.

-¿Ah? -Fue lo único que pude decir ante tal confesión. Aparté mi mirada de mi casillero y mire a Haru, el cual me miraba a los ojos con su típica mirada inexpresiva. -¿...Q-Qué fue lo que dijiste, Haru?

-Estoy saliendo con Rin. -volvió a repetir.

Sentí en el interior de mi pecho un profundo dolor que me hizo tragar saliva. Seguía sonriendo, pues mi mente aún no entendía lo que estaba ocurriendo.

-¿E-En serio? ¡Wow, estoy impresionado! ¿Y desde cuándo están juntos...? -Pregunté tratando de parecer impresionado y tratando de ocultar mi cólera.

-...hace una semana. Rin fue el que se confesó primero.

-¿Rin? ¡Me sorprende que él haya tomado la iniciativa! ¡Jajaja...! -Agarré mi camisa del casillero y me la coloqué, abrochandome los botones torpemente por el nerviosismo que hacía temblar mis dedos.

-Makoto... -Me llamó Haru.

-¿Qué? ¿Ocurre algo malo? -Le pregunté sin mirarlo a los ojos. Mis labios temblaban y apenas podía pronunciar bien las palabras.

-Oye, Makoto.

Era un fracaso. Haru me conocía muy bien, y sabía que tratar de ocultar mis nervios y mi temor frente a él era inútil. Sentí la mano de Haru en mi hombro y yo me aparte enseguida bruscamente.

-¿Qué te pasa? -Me preguntó sorprendido.

-Yo... -Entonces fue cuando sentí como mi interior se quebró y mis lágrimas lucharon por salir. -¡Lo siento!

-¡Makoto!

Lo único que recuerdo después de que hubiera huido como un cobarde es que llegué a mi casa y me encerre dentro de mi cuarto, apoyando mi espalda en la puerta. Podía escuchar mi respiración agitada y mis ojos clavados al suelo, mientras que una ligera lágrima caía por mi mejilla, seguida después por otra, y otra...

Traté de que se detuvieran, traté de pensar en otra cosa que no fueran las palabras de Haru, las cuales hacían eco en el interior de mi cabeza. Traté de no seguir temblando como una gallina. Traté de no seguir llorando como un niño pequeño al cual le habían arrebatado lo más importante y preciado que tenía en el mundo. Traté de recobrar la cordura y volver a levantarme del suelo, pero mi cuerpo se sentía cansado, pesado y acabado, al igual que mi corazón.

Llevé mi mano al pecho y ya no sentía los latidos de mi corazón. Ya no lo sentía con vida, se había roto en mil pedazos.

Ya no sentía nada.

Sentí en mi bolsillo trasero del pantalón vibrar mi teléfono. Lo tomé y miré de quién se trataba.

《Haru》

Observé cómo una lágrima cayó en la pantalla. Rápidamente la limpié y mis dedos temblaban dudosos y aterrados ante contestar o no la llamada. Finalmente corté y arroje mi teléfono a mi cama, pero entonces este volvió a sonar. Esperé y esperé a que el sonido cesara, pues ya ni ganas de levantarme tenía. Hasta que por fin, alrededor de 20 minutos después paró de sonar.

Solté un pequeño suspiro de alivio, pero a la vez una ola de emociones me atrapó. La tristesa, la rabia, la desesperación, el enojo hacia mi mismo y muchas otras más se apoderaron de mí.

Ahora me odiaba a mi mismo por haberme callado hasta ahora, por ser un cobarde y nunca haber hecho algo para evitar algo como esto... Me odiaba a mi mismo por nunca haberle dicho a Haru cuánto lo amaba.

Fui un completo idiota. Muchas, muchas veces tuve la oportunidad de confesarme ante él. Decirle cuánto lo amaba, que quería estar junto a él. De besarlo y abrazarlo día y noche desde el primer día en que nos conocimos... Pero la vergüenza, la cobardía y el miedo a perderlo siempre me detenían y me mantenían al límite de mi estupidez.

Y ahora pago las consecuencias.

Ahora ya no habían esperanzas, ya no habían oportunidades. Todo se había acabado para mí.

No recuerdo cuánto tiempo estuve sentado en la puerta de mi cuarto, ni tampoco recuerdo haberme levantado. No recuerdo haber llegado a mi cama ni tampoco en qué momento cerré mis ojos rojos he hinchados rendido al cansancio. No recuerdo haber escuchado la alarma del despertador, ni mucho menos a mi madre o a mi padre tocar la puerta de mi habitación.

Solo recuerdo que cuando desperté, me levanté, tomé una ducha y volví a quedarme dormido en mi cama.

Gracias.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora