JUDITH

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Mayo de 2003

Volvió a sonar aquel muñeco atado a la puerta, nos dio miedo. Entraron tres hombres, detrás de ellos entró el hombre de negro con un bate en la mano derecha, y otros tres hombres detrás. El hombre de negro no tardó mucho en elegir al desafortunado que esa vez caería bajo su bate: Judith. La chica era menuda, era la más bajita de su equipo de voleibol, lo que le ayudaba a correr más rápido para su puesto como líbero; más y una vez se había llevado fuertes golpes al tirarse a por el balón, incluso una vez se hizo un esguince de muñeca. Así que estaba preparada para golpes no muy fuertes, pero no débiles. Era una chica de complexión fuerte, con músculos notables en brazos y piernas, y con una potencia de piernas impresionante; a pesar de su estatura, era la chica más fuerte del grupo y con más resistencia para los golpes.
Así que, a la hora de elegir, el hombre con el bate no se lo pensó dos veces y eligió a la chica bajita y fuerte.
Cuatro de los seis guardias se acercaron a ella, y ella, en vez de gritar y llorar, se puso de pie y empezó a dar patadas a todos para que no se acercasen; pero los dos hombres restantes se acercaron por detrás y la agarraron de los brazos, levantándola del suelo. La chica no pudo hacer nada, e intentó morder los brazos de los guardias que la agarraban por detrás, pero no le sirvió de nada.
Llevaron a Judith, quien pataleaba por intentar soltarse, al centro de la sala. Y antes de que la posasen en el suelo, el hombre de negro dio un golpe fuerte con el bate sobre la espalda de la chica, quien gritó y curvo su espalda hacia delante, y apretó los dientes con rabia. Cuando la dejaron en el suelo, la estuvieron agarrando fuertemente durante un buen rato hasta que la puerta se abrió y apareció un séptimo guardia con un banquito y unas cuerdas en las manos; dejó el banco debajo de donde se encontraba la polea, y enganchó en ella una de las cuerdas, una que llagaba hasta el suelo de sobra. Luego, se marchó llevándose el banco y dejando la otra cuerda en manos de uno de los guardias que no sujetaban a Judith. Un tercer guardia ató la cuerda que colgaba del techo a las muñecas de la chica, y la otra cuerda a sus tobillos. Ahora Judith se encontraba tumbada en el suelo, pudiéndose mover sólo sobre su propio cuerpo como si fuese un eje.
El del bate se acercó a Judith arrastrando el bate, y cuando estuvo a su lado, levantó el bate y lo dejó caer sobre el bazo derecho de nuestra amiga. Siguió dándole golpes por todo el cuerpo, mientras Judith sollozaba y gritaba de vez en cuando.
Cinco minutos después, el hombre pareció aburrirse de los golpes no muy fuertes que asestaba sobre el cuerpo de la chica, y levantó el bate una vez más, esta vez dirigiéndolo contra el estómago de Judith en un golpe fuerte y certero. Nuestra amiga gritó y se encogió abrazándose el estómago, mientras le caían lágrimas de sus ojos. El hombre que la estaba golpeando sacó de entre su ropa su daga, y con ella hizo un pequeño corte en el cuello de la camiseta de Judith, y luego terminó de rasgar la camiseta con las manos; vimos que en los brazos tenía leves hematomas, estaban llenos de moratones; lo peor era el estómago, en el que tenía un hematoma enorme, supuse que era una hemorragia interna algo grave; le hemorragia interna era morada y verde, ya os podéis imaginar: un moratón, pero enorme y en el vientre.
Otro golpe cayó sobre la chica, esta vez en la cabeza, haciendo que empezase a salir un chorro de sangre de la parte trasera de la cabeza de Judith, donde se encuentran los parietales; le abrió la cabeza. El hombre dio un puñetazo en la nariz a la chica, y empezó a sangrar a borbotones, sin parar, salía una sangre roja y brillante. Pero esto no había acabado: el hombre cogió su daga y comenzó a clavarla debajo de la mandíbula de Judith, un sitio que, aunque dejase marca no se vería; y Judith gritó de una manera estridente y ensordecedora. El de negro cogió su bate de nuevo, y examinó el cuerpo de Judith; cuando llegó a las piernas, paró sus ojos y sonrió de una manera estremecedora. Levantó el bate y lo bajó con fuerza sobre la pierna izquierda de la chica, se oyó un chasquido y, seguidamente, el grito de Judith: le había roto la pierna. Levantó otra vez el bate, y lo dejó caer sobre la potra pierna, rompiéndola igual que la primera. Estuvo unos minutos sin hacen nada, esperando a no sabíamos que; hasta que empezaron a crecer rápidamente moratones en las piernas, desde el punto donde estaban rotas las piernas hasta su alrededor. Le salieron unos hematomas considerablemente grandes en las piernas por culpa de la rotura. Judith tenía los ojos abiertos de par en par, rojos inyectados en dolor; de la nariz salían chorros de sangre ya seca, que estaba de un color rojo oscuro; susurraba la palabra “dolor” todo el tiempo, sin poder decir nada más; se notaba que estaba ya medio muerta, entre todos los hematomas, hemorragias internas y las dos hemorragias externas, no aguantaría mucho más. De la cabeza seguía saliendo un pequeño chorro de sangre, pero ya había un coágulo de sangre seca donde le había dado el golpe. Y la herida de debajo de la mandíbula seguía abierta dolorosamente, y seguía saliendo algo de sangre de ahí. La pobre chica estaba asquerosamente mal.
Entre los susurros y los gritos, parecía que deliraba. Todo eso nos hacía temblar de terror al resto, que seguíamos encogidos al fondo de la sala, casi sin atrevernos a movernos por miedo a que la mirada de aquel cruel hombre se posase sobre nosotros. Sean e Ibai estaban abrazados, sollozando; Katty se abrazaba a Sarah fuertemente, llorando más que ninguno; Thomas estaba a mi lado, con las manos en la cara, llorando; Lucy estaba temblando entre los brazos de Liam, quien estaba apoyando su cabeza en mi hombro; todos llorábamos o sollozábamos, tapándonos las bocas para no hacer tanto ruido, con los ojos totalmente rojos e hinchados.
Y acabó poco después todo, la segunda tortura. El hombre se agarró el pelo de Judith con su mano izquierda, en la derecha tenía la daga, que acercó lentamente al cuello de la chica. Luego, se separó un poco de la chica para examinarla y elegir el lugar del apuñalamiento, pero no tardó demasiado. Eligió el cuello; clavó la daga en ese sitio, seleccionando cuidadosamente la vena; lo que significaba que se desangraría estando consciente. Ella se agarró el cuello intentando, sin éxito, parar el desangrado. Tres minutos después, los brazos de Judith dejaron de envolver su propio cuello, y eso sólo significaba una cosa: estaba muerta.
El hombre de negro limpió su daga con un pañuelo blanco, que luego tiró sobre el cadáver de la chica. Y dejó el bate con una pequeña mancha de sangre en el suelo. Los hombres guardia apartaron a patadas el cuerpo de Judith, dejándolo al lado del de Johan; y también apartaron el bate cerca de los cuerpos. Luego, salieron de la sala, dejándonos solos y desolados otra vez, con nuestros corazones latiéndonos a mil, tiritando de miedo y de frío, y con los estómagos vacíos, pero con ganas de vomitar por aquella escena.

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Espero que os guste.
Gracias por leer♡
~Mark~

DIARIO DE UN GUARDIÁNDonde viven las historias. Descúbrelo ahora