Hacía tres años que mis amigos y yo nos habíamos conocido. Éramos un grupo de diez jóvenes con diferentes edades y gustos distintos. Pero todos habíamos congeniado muy bien y nuestras personalidades se complementaban. Todos íbamos a la misma secundaria, y las amistades se fueron formando en diferentes situaciones, haciendo que nos juntásemos y formásemos nuestro grupito.
Yo, Johnny, era el mayor. Tenía quince años cuando los conocí, y ellos ya eran amigos:
Era un día de clase, y era la hora del recreo, esa media hora que nos daban de descanso, y yo estaba en el patio. Sentado en uno de los bancos que había, solo, comiendo mi bocadillo. Solía sentarme solo, no consideraba a ninguno de mis compañeros de clase como amigo, era mi primer año en ese instituto -antes iba a otro- y, aunque ya era mediados de curso, no había interactuado mucho con ningún alumno. Así que comía mi bocadillo tranquilamente, alejado del barullo y el bisbiseo causado por charlas o juegos de recreo.
De repente, escuché unos gritos de socorro que antes no se oían y me levanté para ver de dónde venían. Giré la esquina del edificio, y llegué al patio trasero -que casi siempre estaba vacío y no se utilizaba de normal- y vi a unos abusones de último año amedrentando a unos chicos que supuse que eran de primero. Los cuatro mayores eran altos y grandes de tamaño, alumnos fichados por su mal comportamiento, estaban intimidando a los otros, que se encontraban en el suelo, alguno llorando. Sus víctimas eran mucho más menudos en comparación; distinguí a dos chicas y tres chicos. Me acerqué rápidamente para ayudar, gritando a los que eran mayores que yo, pero que no me superaban mucho en tamaño. Se giraron hacia mí con expresiones amenazantes, y con sonrisa de superioridad me dijeron que si no me iba o me chivaba de algo tendría que vérmelas con ellos, pero yo no me asusté. Ellos parecieron desconcertados, su amenaza no había funcionado, y se dirigieron a mí con una mueca furiosa, yo ni me inmuté cuando lanzó su puño directo a mi cara. Esperé a que su ataque estuviese lo suficientemente cerca y, gracias a mis entrenados reflejos y con una rapidez inesperada por ellos, aparté su puño, le cogí del brazo y se lo giré poniéndoselo a la espalda, terminando la técnica de luxación. Él gritó de dolor e intento soltarse, sin conseguirlo. Se acercaron otros dos, con la clara intención de vengar a su líder, asi que lo empujé lejos de mí para defenderme de la pareja. Utilicé mi pierna para golpear a uno de ellos y evitar que se acercase más; el cuarto aprovechó la distracción para agarrarme por la espalda e intentar tirarme al suelo. Tras un corto forcejeo, me liberé y volví a mantener a los cuatro a una distancia prudente. Debieron darse cuenta de que no iba a ser tan fácil ganarme y decidieron que era mejor irse en ese momento, y eso hicieron, dieron media vuelta y desaparecieron por la esquina mientras maldecían.Cuando me aseguré de que no volverían, ayudé a los que aún estaban en el suelo a levantarse, preguntando si estaban bien. Una vez de pie y más calmados, la chica de pelo corto silbó con fuerza y por la puerta de atrás del edificio se asomaron otros dos muchachos y una muchacha, que vinieron a nuestro lado preocupados. Me agradecieron la ayuda y se preocuparon por las posibles consecuencias que tendría el haberme metido donde no me llamaban. Pero a mí no me importaba, y en ese momento lo urgente era curarles las heridas. Así que fuimos todos a la pequeña sala en la que se guarda el botiquín de primeros auxilios y otras cosas del estilo, además de un grifo pequeño para lavarse y limpiar por higiene. De la caja cogí unas gasas y desinfectante y les limpié los cortes y golpes para evitar que se les infectasen. No tardé mucho y antes de que sonara el timbre que indicaba el final del recreo ya estábamos fuera, haciendo presentaciones apuradas y decidiendo vernos otro día para conocernos mejor.
La verdad es que no hay ni razones ni excusas válidas para abusar de nadie, pero los matones creyeron suficiente el aspecto físico de unos y los gustos de otros, sus razones inmorales y estúpidas eran válidas para ellos. De hecho, esa cuadrilla ya había tenido más problemas y avisos por parte del equipo técnico -directora, jefes de estudio, orientadores- y lo ocurrido se sumó a otras faltas que hicieron que les expulsasen tres semanas después.
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DIARIO DE UN GUARDIÁN
رعبHola, me llamo Johnny, y hoy os voy a contar mi historia. Si no os gusta el terror...no sigáis leyendo. Pues es una historia macabra en la que entran en juego diez amigos jóvenes que fueron secuestrados y maltratados; y un asesino cruel que no tuvo...