Cuando un corazón está roto, las cosas son extrañas. El resto quiere ayudar, tú quieres ayudar, pero al mismo tiempo no quieres sentir lástima por el portador de la herida, porque de alguna forma entiendes que podría resultar le humillante, aunque no tenga por qué serlo. Tratas de dar consejos, de apoyar un poco, y te parece simple. "Espera un tiempo, se te va a pasar". Es fácil, es cosa de tiempo.
Pero cuando la herida es tuya, la cosa cambia.
Sí, es cosa de tiempo y lo sabes. Pero el tiempo de pronto empieza a burlarse de ti, empieza a ir más lento y a hacerte zancadillas. Duermes más que antes, y cuando vuelves a despertar, la herida sigue ahí, se abre un poquito al ser recordada, al ser mirada. Y todavía queda todo un día al que sobrevivir. Cuando lo vuelves a pensar, no es un día, es toda una semana, o todo un mes. Depende de las decisiones que tome tu corazón, probablemente.
Cuado tu corazón está roto es curioso, porque de pronto nada te es indiferente. Todo a tu al rededor adquiere un valor, positivo o negativo, que antes no tenía. Te despiertas en la mañana dispuesta a ir bien. No te interesa sobrevivir, porque eres mejor que eso. Hoy no vas a existir, hoy vas a vivir. Después de sentir la grieta, te levantas con ánimo. Te sientes viva solo por sentir el suelo debajo de tus pies y eso te hace sentir bien. Aunque no tienes hambre, estás orgullosa de ti misma por haber comido dos mascadas de pan al desayuno y haber bebido la mitad del café con leche, porque sigue siendo mas de lo que fuiste capaz ayer.
Sales a hacer ejercicio. No solo te sientes agradecida de tener piernas para correr, de tener oídos para escuchar la musica enérgica que te va empujando, te sientes incluso agradecida de que tu corazón se haya roto porque, viendo el lado positivo de la situación, ahora tienes una razón para hacer ejercicio, cosa que antes no hacías.
Te dices que tu no fuiste el problema, que las cosas simplemente no se dieron y que eso no significa que uno de los dos haya cometido un error.
Entras a la ducha, la música es tranquila. La temperatura del agua es perfecta, la luz de la ventana no es escasa ni molesta. Tu universo está bien, esta completamente en calma.
Te miras en el espejo y te dices que estás linda. Te recuerdas a ti misma que si ya no le gustas, no es porque seas fea, ni porque como persona seas menos valiosa. "Las cosas simplemente no se dieron."
Revisas tus redes sociales, tus amigos comentan en tus fotos que estás linda, que te quieren, cuelgan vídeos graciosos en tu muro, y cuando comentas en esas publicaciones tu ego crece un poquito al desear que él vea esas cosas, que sepa que tu vida va perfectamente después de él.
Y aunque llevas un récord de 24 horas sin ver su perfil, una actualización de estado aparece. Ves que está bien y sientes genuina alegría por él. Lees lo que ha escrito con su voz en tu mente, dibujas su cara en tu imaginación. Hay personas a las que has visto un millón de veces en tu vida, cuyos rostros sigues olvidando con facilidad, pero para recordarlo a él no requieres ni del menor esfuerzo. Sus facciones aparecen solas, su sonrisa que siempre se te contagia, incluso ese diente que tiene medio chueco. Te causa gracia pensar que la parte que lo hace imperfecto es la que más te gusta(ba) de él. Entras a ver sus fotos y sonríes. Una tras otra, sonríes, recuerdas sus bromas tontas, te ríes por lo bajo, como si estuviera prohibido, y cuando comienza a doler, dejas el teléfono a un lado. Sin embargo suena, y aunque sabes que no es él y que, aunque fuese él, no responderías su mensaje bajo ningún concepto, te decepcionas al ver que es ese idiota de tu curso que acaba de enviar una cadena por el grupo de whatsapp. Te mueres de ganas de decir que el grupo es para compartir cosas importantes, no cadenas ridículas, pero sabes que no es su culpa que tu corazón esté roto. Te convences de que no es culpa de nadie. Ni de él, ni tuya, tampoco.
Respiras profundo y cierras los ojos. Piensas en lo independiente que te has vuelto en los últimos días. Te dispones a seguir viviendo. Piensas en las cosas que tienes que hacer, y tu lista de responsabilidades es larga. Maldices al mundo porque no quieres hacer ninguna de esas cosas, pero, de nuevo: nadie tiene la culpa.
De pronto cualquier sonido parece molesto, pones los ojos en blanco al oír a otros reírse, incluso hablar. Quieres quedarte sola en el mundo por un minuto.
El día iba muy bien, ¿qué pasó?
Decides dormir una siesta antes de comenzar a hacer tus cosas, porque el día ha ido lento de todos modos y ya te estás cansando. Te das cuenta de que en algún punto has dejado de vivir y has vuelto a sobrevivir a un día más. Cuando te vas a acostar, su estúpida sonrisa está de nuevo en tu mente. Y repites las últimas conversaciones con él. No entiendes qué hiciste mal. No sabes qué dijiste para que de pronto decidiera desaparecer de tu vida. Te culpas porque quizá te volviste muy monótona, o no coqueteaste lo suficiente, o coqueteaste demasiado. Tal vez simplemente dejaste de ser novedosa para él. Qué importa, cualquiera sea la razón, ya no le gustas.
Te pones los audífonos y reproduces el último disco de tu artista favorito, pero él esta en todas las canciones porque la primera vez que te habló y tu mencionaste el tipo de música que te gustaba, él te dijo que también amaba a ese cantante. Te envió un vídeo en el que tocaba una de sus canciones en el piano y tu no dejabas de pensar en lo perfecto que era para ti y en todas las cosas que tenían en común.
Por fin te duermes, y cuando vuelves a abrir los ojos, han pasado apenas dos horas. Y la herida vuelve a agrietarse un poquito al ser recordada.
Todavia queda toda la tarde, pero tu ya estás cansada sin siquiera haber comenzado.
Recuerdas que hiciste una promesa a tus lectoras. Sacas tu cuaderno y te lo pones sobre las piernas. Pero no sale nada, porque todo lo que tienes en la mente en su cara, en la punta de la lengua solo está su nombre y en la punta del lápiz la tinta se está secando. ¿Como escribir sobre la vida ficticia de tu protagonista si tu propia vida te está sacando de quicio?
Las cosas ya no te parecen bellas, pero tampoco te son indiferentes, porque ahora las odias. La habitación está demasiado oscura para ver lo que escribes, tu mente está muy abrumada para sentir inspiración y el ruido de la ciudad hace que te desconcentres en cosa de segundos.
Necesitas apagar tu mente y no puedes. Y vuelves a él una y otra vez. De pronto sientes rabia porque él no fue capaz de decirte que ya no le gustabas, o que quizá nunca le gustaste. Probablemente estaba jugando contigo y tú no te diste cuenta, como siempre. O quizá fuiste tú quien confundió las cosas. ¿Pero cómo iba a querer que interpretaras de otro modo sus conversaciones si él se comportaba tan cariñoso? A ti te parece obvio.
Es posible que no tuviera malas intenciones, que en realidad si le gustaras pero que hayas hecho algo que no le pareció bien. Entonces es tu culpa.
A estas alturas, lo único que comprendes es que sintiendo tanto, dijiste muy poco. Y que él, por el contrario, dijo demasiado para sentir tan poco.
Al final te limitas a ignorar todo lo que no sea urgente y te pasas el día aguantando la frustración mientras te obligas a terminar ese trabajo que debes presentar pronto. Lo haces con poco cariño, porque no te sientes capaz de apreciar a nada ni a nadie en este momento. Y cuando por fin termina el día, te prometes que mañana será mejor, que tú serás mejor. Juras que tu mente será más positiva, menos cambiante y más fuerte.
Te concentras en todas las cosas buenas que tienes en tu vida; en tu familia unida, en tus buenos amigos, en las personas que te apoyan. Y te duermes con una sonrisa desganada.
Al menos has sobrevivido un día más. Y con eso te basta.
No te preocupes, es cosa de tiempo. Vas a estar bien otra vez, porque ya has pasado por esto antes y sabes que lo superaste. Y luego te diste cuenta de que tu vida incluso mejoró.
Las cosas pasan por algo.
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No empieces, Eff.
AcakEeeeeeesssto no es una novela :) Tampoco un diario. Es solamente un pequeño surtido de anécdotas que me han pasado alguna vez. Nada, nada de ficción. ¡Por primera vez! -Eff.